jueves. 28.03.2024

El camino

El camino ha sido y sigue siendo una experiencia de rumbo que indica la meta y simultáneamente es el medio por el cual se alcanza la meta. Sin camino nos sentimos perdidos, interior y exteriormente

El camino
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El camino

Me llaman la atención los caminos. Y es que los caminos están dentro de nosotros. Hay que preguntar a los caminos el porqué de las distancias, por qué a veces son tortuosos, y cansan o son difíciles de recorrer. Ellos guardan los secretos de los pies de los caminantes, el peso de su tristeza, la ligereza de su alegría al encontrar a la persona amada. 

El camino constituye uno de los arquetipos más ancestrales de la psique humana. El ser humano guarda la memoria de todo lo vivido en el proceso de la evolución. Guarda especialmente la memoria de cuando surgieron nuestros antepasados: la rama de los vertebrados, la clase de los mamíferos, el orden de los primates, la familia de los homínidos, el género homo sapiens actual. 

Debido a esta inconmensurable memoria, el camino humano se presenta tan complejo y a veces indescifrable. En el camino de cada persona trabajan siempre millones y millones de experiencias de caminos pasados y recorridos por incontables generaciones. La tarea de cada uno es prolongar este camino y hacer su camino de tal forma que mejore y profundice el camino recibido. 

El camino ha sido y sigue siendo una experiencia de rumbo que indica la meta y simultáneamente es el medio por el cual se alcanza la meta. Sin camino nos sentimos perdidos, interior y exteriormente.

Cada ser humano es  un caminante por los caminos de la vida. No recibimos la existencia acabada. Debemos construirla. Y para eso hay que abrir camino, a partir y más allá de los caminos andados que nos precedieron. Incluso así, nuestro camino personal nunca está dado completamente. Como dice  Antonio Machado: «caminante, no hay camino, se hace camino al andar».

Evidentemente, estamos siempre en camino hacia nosotros mismos. Fundamentalmente o nos realizamos o nos perdemos. Por eso hay básicamente dos caminos, el camino de la luz o el camino de las tinieblas, el camino del egoísmo o el camino de la solidaridad, el camino del amor o el camino de la indiferencia, el camino de la paz o el camino del conflicto. En una palabra: el camino que lleva a un fin bueno o el camino que lleva a un abismo. 

Pero prestemos atención: en el buen camino se esconde también el malo, y en el malo, el bueno. Ambos atraviesan nuestro corazón. Este es nuestro drama. 

Como es difícil separar el camino bueno del camino malo, estamos obligados a tomar  una opción fundamental por uno de ellos: por el bueno, aunque nos cueste renuncias o incluso pueda traernos desventajas, pero por lo menos nos da paz de conciencia y la percepción de que estamos en lo correcto. Y están los que optan por el camino del mal: éste es más fácil, no impone ninguna limitación, pues todo vale con tal de que nos beneficie.  

La opción fundamental, confiere la cualidad ética al camino humano. Si optamos por el buen camino, los pequeños pasos equivocados o los tropiezos no destruirán el camino y su rumbo. Lo que cuenta realmente frente a la conciencia  es esta opción fundamental. 

Por esta razón,  se trata de captar la actitud básica y el proyecto de fondo que se traduce en actos y que unifica la dirección de la vida. Si ésta opta por el bien, con constancia y fidelidad, conferirá mayor o menor bondad a los actos, no obstante los altibajos  ocurren siempre pero que no llegan a destruir el camino del bien.  

No hay escapatoria: tenemos que escoger qué camino construir y cómo seguir por él, sabiendo que  nunca lo hacemos solos. Con nosotros caminan multitudes, solidarias y a veces no tan solidarias,  con  el mismo destino, la vuelta al Origen del que un día, hace mucho, mucho,…tiempo partimos. 

Caminante no hay camino, se hace camino al andar.

Hasta otro día. Un abrazo.

Agustín.

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