viernes. 19.04.2024

“Me llamo Luis Landero. Nací hace cincuenta años. He llevado una vida más bien oscura, con algún destello singular: fui músico, viajé, trabajé en tres o cuatro oficios, escribía con aplicación y sigilo…” Así comienza “Esta es mi tierra”, colección de apuntes sobre Alburquerque (Badajoz), la localidad que lo vio nacer en 1948 y en la que vivió hasta los doce años. Repasa aquí su infancia campesina, las historias narradas por la abuela “en el país de Maricastaña”, el castillo, la plaza, la luz de los pueblos del sur, el campo; todo ello con profundo amor hacia su tierra.

Un compañero me recomendó en los años noventa (mejor no contar los que ya han pasado) la lectura de “Juegos de la edad tardía” (acababa de ser publicada, en 1989, y galardonada con los Premios de la Crítica y el Nacional de Literatura). Todavía agradezco esta recomendación, a día de hoy. Comenzaban ya a despuntar nuestros narradores, los escritores buenos y de la tierra. Esos de los que ya hablamos “ayer”. Y Landero, con esta primera novela, consiguió la aprobación total y absoluta de la crítica y de sus lectores.

Desde entonces he leído con entusiasmo –y sin decepción en ningún caso- todo lo que ha publicado Luis Landero. No es mucho, pero sí impecable, en forma y en contenido. El autor reconoce partir siempre en sus novelas de experiencias personales –más o menos vividas, más o menos soñadas. Es una mezcla de realidad y de ficción que mueve también a sus personajes.

De la misma forma que el inolvidable Gregorio Olías (“Juegos de la edad tardía”), inventa una vida porque la suya no le satisface (de su realidad de oficinista aburrido, se convierte –fantasía- en exitoso ingeniero e intelectual), Emilio (“El guitarrista”) es un joven adolescente que, con el propósito de huir del taller mecánico en el que trabaja e introducirse en la vida de bohemia que tanto anhela, aprende a tocar la guitarra para convertirse en artista.

En otras ocasiones, son los de fuera quienes viven la historia, como testigos silenciosos. Un grupo de vecinos de un pueblo extremeño contempla, desde un banco de la plaza, las vidas de cinco personajes aspirantes a mejorar sus vidas en “Caballeros de fortuna”. Matías Moro (“El mágico aprendiz”), empleado de una asesoría, observa el tránsito de otras gentes desde su balcón mientras se dedica a imaginar las vidas que pueden llevar e incluso a inventarse otra existencia para él mismo.

Manuel Pérez Aguado (“Entre líneas. El cuento o la vida”), profesor de literatura y escritor, además de heterónimo de Landero, cuenta anécdotas de su infancia que pueden resultar familiares a lectores cercanos a su edad (la llegada de la coca-cola, la escasez de energía eléctrica, los estudios en la capital…) de un modo ameno, fresco y reconfortante.

Después vinieron “Hoy Júpiter” (donde vuelve a ponerse de manifiesto la confrontación entre la vida rural y la urbana a través de sus dos protagonistas) y “Retrato de un hombre inmaduro” (un hombre cualquiera –a las puertas de la muerte- nos relata su vida de sesenta y cinco años con ironía y humor), que no defraudaron porque Luis Landero es un observador de la vida, un entrenador de la imaginación y un magnífico narrador de historias.

Escápate de la realidad de la mano de Landero