jueves. 28.03.2024

Al final Emiliano y Macario liquidaron con el comerciante y los vecinos de Torre de don Miguel la operación de contrabando que había sido intervenida por la guardia civil. Todos habían salido ganando a pesar del contratiempo en el que se vieron envueltos.

Con una buena cantidad de dinero en los bolsillos se dirigieron por entre las intrincadas calles de la Torrita a uno de los casinos de la plaza del pueblo; para disfrutar de lo que más les gustaba a los dos, una partida de Gilé.

El casino presentaba el aspecto habitual de un sábado por la tarde; una densa nube de humo de tabaco lo invadía todo; las mesas colocadas de manera anárquica por todo el salón servían a unos y a otros para las más diversas actividades; y al fondo del inmenso salón, una rústica barra hacía las veces de púlpito al encargado de Baco.

Emiliano y Macario pasaron lentamente por entre las mesas; cuando se aproximaban a la que se encontraban sentados el Jefe de los Carabineros y el anterior Alcalde de la localidad, éste último les hizo un gesto indicándoles que se sentasen. Emiliano y Macario no lo dudaron y sentándose uno enfrente del otro dieron comienzo a la ansiada partida. El Jefe de Carabineros fue el encargado de repartir los naipes.

Llevaban cerca de una hora jugando y la fortuna se había aliado con Emiliano; sin embargo habían acordado entre todos que esta mano sería la última de esta partida. En el centro de la mesa había unas cinco mil pesetas, una cantidad de dinero desorbitada para ese terrible año de posguerra que era 1946; pero a Emiliano, a Macario, al Jefe de Carabineros y al antiguo Alcalde les gustaba jugar fuerte; por ese motivo nadie, salvo otros contrabandistas locales, se atrevía a sentarse a jugar con ellos. En ese preciso instante hizo acto de presencia en el salón el actual Alcalde, un ser odiado por todos, el típico arribista que había coqueteado con todas las tendencias política de los años treinta para convertirse en la actualidad en un firme defensor del actual régimen.

Cuando vio a los cuatro tahúres, sus ojos sanguinolentos se le salían de las órbitas y de cuatro zancadas se puso a la altura del Jefe de Carabineros, a quien con tono crispado espetó:

- ¡Vergüenza le debería dar a Usted estar juagando con estos contrabandistas que con sus actuaciones arruinan a la Hacienda Pública Nacional!

El Jefe de Carabineros no sabía dónde esconderse y tan sólo fue capaz de musitar:

- Bueno……., verá Usted…..

- ¡Calle! -Le interrumpió el crispado Alcalde. Venga recojan los naipes y váyanse si no quieren que avise a la guardia civil para que les detenga a todos.

Los cuatro callaron, no querían ningún tipo de enfrentamiento con tal personaje, del que conocían su carácter totalitario y vengativo. Mientras se levantaban de las sillas Emiliano alargó su mano para recoger las cinco mil pesetas que estaban encima de la mesa; pero en ese momento dicho alcalde le ordenó:

- ¡Deje ese dinero encima de la mesa, queda requisado por la autoridad municipal!

Pero Emiliano no estaba dispuesto a permitir que le quitasen de esa manera tal cantidad de dinero, y mientras el Jefe del Consistorio hacía ademán de requisar el dinero Emiliano replicó:

- ¡Eso será por encima de mi cadáver!, dese por satisfecho con habernos interrumpido la partida, el dinero es otra cuestión. Y cogiendo los billetes con su mano izquierda los introdujo en uno de sus bolsillos; mientras con la mano derecha asía el cuchillo que siempre llevaba en la parte trasera de su cintura.

Antes de hacerles abandonar el salón; el Alcalde, y ante la humillación sufrida delante de todos, amenazó al Jefe de Carabineros y a su predecesor con unas palabras que los dejó gélidos:

- Sepan Ustedes que de todo esto tendrá noticias el Gobernador Civil de la provincia de Cáceres.

Los cuatro le dieron la espalda y dejándole solo ante la mirada atónita del resto de clientes salieron por la puerta intentando olvidar el incidente con un individuo al que despreciaban la mayor parte de los vecinos de la localidad.

Crónicas del contrabando y de contrabandistas (IV)