martes. 23.04.2024

El madroño (Arbutus unedo L.) en la botica serrana

Cuenta la leyenda que de la sangre derramada del gigante Gerión, vencido por el griego Heracles, nació un árbol que daba frutas sin hueso en la época en que salen las Pléyades (noviembre). Entre los romanos era un árbol sagrado, dedicado a la ninfa Cardea o Carna, amante de Jano Brifonte, que protegía el umbral de la casa
El madroño
El madroño

Madroñero, madroña, madrollo, merodo, albocera, aborio, medronheiro, ervedeiro, hérbedo o morodeiro, son algunos de los nombres que recibe este arbusto siempre verde por toda la Península, se trata de un arbolillo que puede alcanzar los 10 metros de altura, aunque raramente supera los 5, cuya corteza es pardo-rojiza y escamosa.

Los dos nombres que le dió Linneo para designarlo, son antiguas denominaciones romanas, el primero "arbutus" es diminutivo de árbol, significa "arbolillo"; "unedo" procede del latín "edo": comer ;y "unus": uno sólo. Dando a entender que debemos comer "uno sólo", debido a la fama que tienen sus frutos de embriagar y producir dolor de cabeza cuando se consumen maduros en abundancia.

Vive entre encinares, alcornocales y en los matorrales que resultan de su degradación, surgen rápidamente tras un incendio, brotando desde la cepa con fuerza y repoblando las montañas tiznadas y junto al brezo forma esa primera capa vegetal protectora de los montes.

Sus hojas simples y alternas, son lanceoladas y aserradas en el borde, de color verde intenso y parecidas a las de laurel.

Las flores del madroño coinciden con el fruto, ya tardan un año en completar su transformación, forman ramilletes terminales péndulos y son de color blanco o sonrosado. Florece a principios del otoño, a la vez que maduran los frutos del año anterior.

El fruto es el madroño, baya globosa de unos 2 centímetros de diámetro, erizada con pequeñas verruguitas y sabor agradable cuando adquiere un llamativo color rojo, que delata su madurez.

Virtudes

Contiene principios activos como la arbusterina, tanino, ácido gálico, gaulterina. Los frutos contienen una media de un 20% de azúcares. Las semillas tienen elevadas concentraciones de aceite graso.

Tanto su corteza como sus hojas tienen propiedades astringentes y antisépticas, los taninos se concentran especialmente en la corteza.

Tiene propiedades antisépticas y diuréticas.

Sus hojas se usan por tanto, como remedio contra diarreas y disenterías, hervimos unos 30 gramos de hojas secas en un litro de agua durante 15 minutos, dejándolas en maceración hasta que se enfríe la infusión. Podemos tomar unas 3 tazas al día para cortar las diarreas fuertes y 1 taza en casos menos graves.

Esta infusión, sirve también para calmar la inflamación de vejiga, los cólicos nefríticos y la incontinencia urinaria.

Sus frutos, aunque comestibles, son poco agradables al paladar, debido a su rudeza, salvo que se coman muy maduros, blandos y de un intenso color rojo por fuera y anaranjado por dentro. Recordemos la recomendación de Linneo de sólo comer uno, puesto que produce dolores de cabeza cuando los comemos en cantidad.

Contienen flavonoides y antioxidantes en abundancia, que favorecen la circulación sanguínea y protegen el corazón impidiendo la formación de trombos y mejorando la oxigenación de tejidos.

Con ellos podemos preparar exquisitas mermeladas y desde tiempos remotos se elabora un aguardiente de calidad, especialmente en Portugal.

Su madera sirve como excelente leña y sus raíces producen magnífico carbón, especialmente empleados en fraguas debido a su poder calorífico.

Cuenta la leyenda que de la sangre derramada del gigante Gerión, vencido por el griego Heracles, nació un árbol que daba frutas sin hueso en la época en que salen las Pléyades (noviembre).

Entre los romanos era un árbol sagrado, dedicado a la ninfa Cardea o Carna, amante de Jano Brifonte, que protegía el umbral de la casa.

También ponían ramas sobre los féretros y los griegos clásicos elaboraban flautas con su madera, que producían un sonido muy agradable.

El madroño (Arbutus unedo L.) en la botica serrana