viernes. 29.03.2024

De caballeros cimarrones y bizarros en la conquista y defensa de Sierra de Gata (III)

La llamada de la tierra y la añoranza por los lugares que le vieron nacer, pesaban más en el ánimo de Pablo Pérez, que todo el éxito y riquezas logradas en sus mil y una hazañas y aventuras por las tierras hostiles del Nuevo Mundo

Doce meses había tardado en llegar a su localidad natal, Hoyos, desde que salió del Perú. Atrás dejaba amigos e inmensidad de propiedades que había ido acumulando en sus conquistas por tierras americanas junto a sus antiguos jefes de batalla, Gaspar de Loaysa, Francisco Pizarro, etc.

La llamada de la tierra y la añoranza por los lugares que le vieron nacer, pesaban más en el ánimo de Pablo Pérez, que todo el éxito y riquezas logradas en sus mil y una hazañas y aventuras por las tierras hostiles del Nuevo Mundo.

Antes de entrar en Hoyos dio la orden al cochero, que le había traído hasta aquí, que parase el carruaje; y al criado que fuese a por el hatillo que venía en la parte trasera del carromato. En cuanto regresó el criado, Pablo tomó el hatillo y se ocultó detrás de unas jaras. Salió al poco rato, y ante la mirada atónica del cochero y el criado les preguntó a ambos:

-¿Qué tal?

Estos no pudiendo contener su asombro, exclamaron:

-¡Su Excelencia parece un pordiosero!, ¿Dónde pretende ir así?

-Dentro de poco lo comprenderéis -les dijo. Mientras tanto dad marcha atrás y volved por el otro camino que conduce al pueblo. Esperadme en la fonda que había cerca de la antigua ermita.

Sin más, tanto el cochero, como el criado obedecieron las instrucciones dadas por Pablo, mientras éste se adentraba por las estrechas y oscuras calles de la población, hasta llegar a una humilde vivienda de una sola planta.

Tres veces llamó a la puerta hasta que alguien se decidió a abrirla. Ante la luz tenue de un pequeño candil la dueña de la modesta morada preguntó al inesperado visitante:

-¿Quién es Usted?, ¿Qué quiere a estas horas?

A lo que Pablo Pérez contestó con voz aterciopelada:

-Soy yo, Lucia. Tu primo Pablo.

-¡Por Dios! –Exclamó Lucia. Pero si vienes hecho un pordiosero. ¿Para eso tanto empeño en ir a las Indias, para volver muerto de hambre?

-Bueno, Dios lo quiso así –contestó con gesto circunspecto. ¿Podría quedarme en tu casa hasta que encuentre algún medio de vida? –preguntó con voz entrecortada, mientras hacía ademán de entrar.

-De eso nada –contestó Lucia con voz imperativa. Demasiada carga tengo ya como para echarme otra más encima; y menos la de un muerto de hambre como siempre has sido tú –sentenció Lucia. Acto seguido cerró la puerta dejando a Pablo a la intemperie de una gélida noche serrana.

Al día siguiente Hoyos amaneció más inquieto de lo habitual, las calles eran un continuo ir y venir de personas. Lucia al ver ese trajín de gentes preguntó a un grupo cercano a su casa:

-¿Qué ocurre, Timoteo? –dirigiéndose al que lideraba el grupo.

-¡Parece mentira Lucia! –exclamó con alegría el tal Timoteo. La fortuna ha llamado a tu puerta y tú no te has enterado todavía; tu primo Pablo Pérez ha regresado del Perú y se dice que ha traído tal fortuna que son muchos a los que ya ha obsequiado con algo. Algunos dicen que dio con el Dorado y que con ese oro, plata y piedras preciosas que ha traído piensa construir un hospital y un convento, aquí en Hoyos.

Lucia apesadumbrada se dio la vuelta y cerrando la puerta comenzó a llorar de manera ininterrumpida; quedándose todos los vecinos sorprendidos ante la inesperada reacción de su interesada convecina.

Relato basado en el libro de Domingo Domené: Historia de Sierra de Gata. Página 117

De caballeros cimarrones y bizarros en la conquista y defensa de Sierra de Gata (III)