viernes. 19.04.2024

177. Pertenecer 

Nos damos cada vez más cuenta de que somos seres impregnados de afecto y de capacidad de sentir, de dar y de recibir afecto. De ella nacen las pasiones, los sueños y las utopías que mueven a los seres humanos a la acción

Salvemos al planeta Tierra
Salvemos al planeta Tierra

El ser humano consciente no debe ser considerado aparte del proceso evolutivo. Él representa un momento especialísimo de la complejidad de las energías, de las informaciones y de la materia de la Madre Tierra. Hay cosmólogos que dicen, que alcanzado cierto nivel de evolución, la Tierra hace irrumpir la conciencia y con ella la inteligencia, la sensibilidad y el amor.

El ser humano es esa porción de la Madre Tierra que, en un momento avanzado de su evolución, empezó a sentir, a pensar, a amar.

En otras palabras, nosotros no estamos fuera ni por encima de la Tierra. Somos parte de ella, junto con los demás seres que ella generó también. No podemos vivir sin la Tierra, aunque ella pueda continuar su trayectoria sin nosotros.

Esa relación Tierra-humanidad se asegura mejor si relacionamos la razón intelectual, instrumental-analítica, con la razón sensible y cordial, del corazón. Nos damos cada vez más cuenta de que somos seres impregnados de afecto y de capacidad de sentir, de dar y de recibir afecto. De ella nacen las pasiones, los sueños y las utopías que mueven a los seres humanos a la acción. Esta dimensión, llamada también inteligencia emocional, fue desestimada en la modernidad en nombre de una pretendida superioridad  del análisis racional.

La inclusión consciente e indispensable de la inteligencia emocional con la razón intelectual nos mueve más fácilmente al cuidado y al respeto de la Madre Tierra y de “todos” los seres que en ella viven.

Junto a esta inteligencia intelectual y emocional existe también en el ser humano la inteligencia espiritual. Esta no es solamente del ser humano; según renombrados cosmólogos es una de las dimensiones del universo. El espíritu y la conciencia tienen su lugar dentro del proceso evolutivo del universo. Podemos decir que ellos están primero en el universo y después en la Tierra y en el ser humano.

Este espíritu está en acción desde el primerísimo momento después del Big Ban. Es la capacidad que muestra el universo de hacer una unidad ordenada de todas las relaciones e interdependencias. Su obra es realizar aquello que algunos físicos cuánticos  llaman: articular todos los factores, hacer convergir todas las energías, coordinar todas las informaciones y todos los impulsos hacia delante y hacia arriba de forma que se forme un Todo y el cosmos aparezca de hecho como cosmos (algo ordenado) y no simplemente como una presencia de entes o caos.

En este sentido no pocos científicos, como D. Bohm,  hablan de un universo autoconsciente y de un propósito que es perseguido por el conjunto de las energías en acción. No es posible negar esta trayectoria: de las energías primordiales pasamos a la materia, de la materia a la complejidad, de la complejidad a la vida, de la vida a la conciencia, que en nosotros, los seres humanos, se realiza como autoconciencia individual, y de la autoconciencia y de ella deberemos pasar a una mente colectiva.

Todos los seres participan de alguna forma del Espíritu Creador, por más “inertes” que se nos presenten, como una montaña o una roca. Resumiendo, podríamos decir que: el espíritu en nosotros es aquel momento de la conciencia en que ella sabe de sí misma, se siente parte de un todo mayor y percibe que un Eslabón liga y re-liga a todos los seres, haciendo que haya un cosmos y no un caos.

Esta comprensión despertará en nosotros un sentimiento de pertenencia a este Todo, de parentesco con los demás seres de la creación, de aprecio de su valor intrínseco por el simple hecho de existir y de revelar algo del misterio del universo.

Hasta otro día amigos.

Un abrazo.

Agustín

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177. Pertenecer