jueves. 28.03.2024

Escucha y cambia

Culturalmente nos han enseñado a guiarnos racionalmente, bajo el axioma “pienso, luego existo”, quitando importancia a la emoción y su expresión, más aún, reprimiendo o apaciguando las emociones. Esta negación de las emociones crea una minusvalía emocional que mina y socava el sentido común de las personas haciéndoles perder su identidad

Escucha y cambia
Escucha y cambia

Los seres humanos nos movemos en un contexto,  en el que las emociones son consideradas una debilidad, más que un potencial o una posible herramienta de aprendizaje. El pensamiento de los últimos tiempos ha insistido en el uso de la razón, dejando de lado las emociones.

Culturalmente nos han enseñado a guiarnos racionalmente, bajo el axioma “pienso, luego existo”, quitando importancia a la emoción y su expresión, más aún, reprimiendo o apaciguando las emociones. Esta negación de las emociones crea una minusvalía emocional que mina y socava el sentido común de las personas haciéndoles perder su identidad y no dejándoles manifestarse tal y como son. Esto trae consecuencias devastadoras para el ser humano, ya que las emociones son una parte propia e inseparable de él, y cuando las reprimimos o negamos, estamos negándonos a nosotros mismos y viviendo una vida falsa, no autentica.

Lo cierto es que nuestro sistema educativo enfatiza en la educación intelectual, pero muy poco en la educación emocional, por lo que la mayoría de las personas, son educadas intelectualmente pero analfabetas emocionales, y cuando viven situaciones emocionales no saben como actuar o responder. En consecuencia los psicólogos cada vez tienen más clientes.

En este contexto se escuchan expresiones o se piensan cosas como: si te ven llorando eres débil, si estas triste te marginan, van a pensar que eres un amargado, los hombres no lloran, etc…

En consecuencia tratamos de adaptar nuestras emociones a los cánones de comportamiento socialmente aceptados, y si esto no es posible tratamos de negarlas o camuflarlas. Con lo cual empleamos mucho tiempo y energía en tratar de mostrarnos como no somos y esto lleva al desequilibrio tanto mental, como emocional y físico, origen de la mayoría de las enfermedades.

Pero nos engañamos tratando de meter las emociones en un molde, y etiquetarlas  como buenas o malas, positivas o negativas. Las emociones son simplemente emociones, expresiones naturales de nosotros mismos, de una realidad interna, o de una necesidad. Constituyen un componente fijo de nosotros, de nuestro comportamiento. No son opcionales. No se pueden negar o desconectar, están ahí. La emoción es energía que expresa una necesidad. Es decir la emoción nos informa de nuestra necesidad y nos ayuda a tomar contacto con ella, pero cuando evitamos el sentir, cuando reprimo mis emociones, cuando dejo de “escuchar su voz”, dejo de entrar en contacto con mis necesidades y en consecuencia no puedo satisfacerlas. De hecho la mayoría de las personas sufre grandes carencias emocionales.

Por lo tanto todas y cada una de nuestras emociones tiene su fundamento y su función de ser. Las emociones nos pueden servir de guía sobre la dirección que debemos seguir o actuar en cada situación. Así por ejemplo la rabia nos informa de que alguien ha traspasado nuestros limites, el dolor nos dice que ha aparecido una herida, el miedo nos comunica nuestra necesidad de seguridad, el placer nos dice que hemos satisfecho una necesidad, la tristeza nos informa de que hemos perdido algo que valoramos, la frustración de objetivos no alcanzados. Cada emoción tiene su propio mensaje y su intensidad nos habla de la importancia que para nosotros tiene.

Las emociones son un “sistema de señales”, que nos dan información que necesitamos en un momento de nuestras vidas para ayudarnos a  organizar nuestra conducta y orientar nuestras acciones. Cada una de las emociones son signos que nos ayudan a prepararnos para responder a diferentes situaciones.

Las emociones no simplemente nos ocurren, surgen de nuestro interior con un fin, siempre para comunicar algo. “Es la voz  de las emociones la que nos invita a escuchar  o desatender, pararnos o avanzar, recordar u olvidar, cambiar o permanecer, motivar o decaer”. Por eso cuando las emociones hablan, todo- cuerpo y mente- responde, las vive, de ahí que las emociones vienen acompañadas  por  la expresión corporal, -expresión del rostro, tono de voz, gestos, etc.- y por la expresión psicológica, - irritabilidad, excitabilidad, etc.-.

Puede que en ocasiones la voz de nuestras emociones nos aturda, nos abrume, nos parezca desagradable o amenazante, y puede que queramos huir de ellas o esconderlas. Sin embargo necesitamos escuchar sus mensajes y atenderlos, acostumbrarnos a vivirlas y vivenciarlas sin juzgarlas, buscando el mensaje que intentan comunicarnos. Aprender de lo que nos dicen, pues, detrás de su voz hay un mensaje, que es la expresión de una realidad interna, que nos induce a aprender y cambiar.

Hasta otro día amigos.

Un abrazo.

Agustín.

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