jueves. 25.04.2024

Adictos

Por las características de nuestra cultura y como está montada nuestra actual sociedad, no se nos ocurre pensar que ciertas actividades como el trabajo, el deporte, las compras y las propias relacionas entre personas actúen también como autenticas drogas, con las que tratamos de mitigar  nuestras carencias emocionales

Adictos
Adictos

Erróneamente solemos pensar o creemos que los adictos, son personas cuya relación con las drogas o el alcohol es compulsiva, obsesiva e irrefrenable y enfermiza.

Por las características de nuestra cultura y como está montada nuestra actual sociedad, no se nos ocurre pensar que ciertas actividades como el trabajo, el deporte, las compras y las propias relacionas entre personas actúen también como autenticas drogas, con las que tratamos de mitigar  nuestras carencias emocionales, y mucho menos pensamos que esta conducta pueda ser considerada una enfermedad que, como otras adicciones tóxicas, es progresiva y en determinados casos, con un final fatal.

Las personas adictas a las relaciones, son emocionalmente dependientes e inmaduros, porque precisan de otra persona, sea cónyuge, amigo, amante, hijo, etc. para que sea su centro de atención, su razón de ser, su proyecto vital, su distracción de si mismos. Al establecer relaciones de dependencia mutua, los integrantes de la misma creen estar amándose y, por lo tanto cuanto mayor es el control del uno sobre el otro, mayor sensación de amar y ser amado se tiene: “Si te preocupas y sufres por mí, es porque me amas”, o bien “Si me preocupo y sufro por ti, es porque te amo”.

Todos hemos tenido alguna vez alguien cercano a quien hemos tenido que ayudar a seguir adelante, pero si no lo hemos conseguido, si la persona a quien queremos ayudar no se deja o bien no sigue nuestros consejos, nos sentimos lastimados, frustrados y, en algunos casos coléricos. En pocas ocasiones nos detenemos a pensar en  las auténticas razones que nos llevan a adoptar esa conducta de “rescatadores” con nuestros seres queridos. Los padres que buscan incansablemente el centro de rehabilitación para su hijo toxicómano, los hijos que condicionan al padre alcohólico, para que entre en un programa de Alcohólico Anónimos, la esposa que vive obsesionada con encontrar un empleo para él…, deberían preguntarse si es efectiva esa forma de amor, para ellos mismos y para los demás, y hasta que punto les permite esa actitud desarrollar su propia vida o, tal vez, si es que siguen teniendo vida propia al estar pendientes de la vida de otro.

Una forma muy elevada de amor consiste en permitir que alguien, a quien queremos profundamente, sea capaz de encontrar sus propias soluciones, aunque estas entren en contradicción puntual con nuestros propios intereses personales. De esta forma, tendrá la oportunidad de desarrollar en la vida sus propios recursos. Y esto pasa muy frecuentemente con los hijos, a quienes sobreprotegemos tanto que no les permitimos crecer y madurar. Cuando nos sentimos responsables de otro y no soportamos nuestra “culpa”, o la desaprobación ajena, lo que necesitamos, en realidad, es ayuda para manejar nuestros propios sentimientos de incomodidad, y no para manejar la vida de otro.

Por ejemplo, una madre o un padre excesivamente protector y temeroso esta impidiendo que se desarrollen en su hijo los aspectos emocionales necesarios para realizar una vida plena. El niño quedará atrapado en los excesivos miedos paternos, llegando a creer que el mundo es un lugar hostil de donde es preferible escapar, o esconderse o atacar quedando en definitiva, incapacitado para relacionarse adecuadamente fuera del hogar paterno.

En cualquier caso en el  que un ser querido este en dificultades, sea por problemas con el alcohol, con las drogas o con una relación autodestructiva, la mejor regla para tratar con ellos, es evitar escrupulosamente hacer cualquier cosa que podrían hacer por ellos mismos, “si lo decidieran”.

En el área de las relaciones románticas, encontramos una de las dependencias emocionales más fuertes y peligrosas, con las que el ser humano puede toparse. Casi ninguno de nosotros somos capaces de reconocer que determinadas formas de relación son adictivas, principalmente porque nuestra cultura está llena de mensajes destructivos que pasan por ser formas elevadas de amor y todos, en mayor o menor medida, nos identificamos con ellos. Cuanto mayor es el nudo en el estómago, cuanta más es la obsesión, mayor creemos que es el amor. Por tanto, si la persona objeto de nuestro deseo no está a nuestro alcance, por las razones que sean, entramos en una verdadera crisis que nos bloquea y nos sumergimos en la obsesión. Una de las características principales de la adicción a las relaciones es una gran dependencia, a menudo disimulada por una fortaleza aparente. Esta dependencia se exterioriza en la vida adulta porque conservamos muchas necesidades insatisfechas desde la niñez. Y allí es donde hay que ir a buscar la solución, llenar nuestro vacío y curar nuestra propia  dependencia.

Si no asumimos nuestro papel y nuestra responsabilidad en sanar nuestras emociones, nos encontraremos una y otra vez luchando con relaciones que aparentemente nos satisfacen, pero en el fondo no nos sentimos plenos y nos agarraremos a ellas creyendo que en algún momento llegará el premio de la satisfacción. No nos engañemos esto no va a pasar.

Cuando nos ocupamos de nosotros mismos, se reduce mucho la probabilidad de que haya una unión ciega. Cuanto mas curamos nuestras heridas, menos necesitamos recibir de nuestra pareja y mas capacitados estamos de elegir libremente de alguien que no este tan dañado o tan necesitado.

Aceptar a los demás tal y como son –y no como nos gustaría que fueran-, es quizá el único camino para alcanzar el amor maduro. Cuando no tengamos necesidades podremos de verdad ser agradecidos por lo que libremente nos es dado.

Las adicciones, son la búsqueda de algo, que creemos va a satisfacer nuestras carencias. Y estas carencias solo se pueden resolver buscando dentro de nosotros mismos, el problema es que muchas veces no podemos solos y necesitamos ayuda. ¡Pero es tan difícil pedir ayuda!

Hasta otro día amigos.

Un abrazo.

Agustín.

    

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