jueves. 28.03.2024

ACEBO. Capital del encaje de bolillos (XI)

Las mujeres de Acebo son de tipo pequeño, graciosas y guapas, adornadas con vistosos pañuelos de talle, con sus collares y sus pendientes enormes, hechos por los notables orfebres de Ceclavín. Reúnense, para hacer encajes de bolillos, en grupos hasta de veinte, en sitios como la Sonajera, el Arenal, el Álamo, la puerta de Chimbole, el Palacio o el rincón de José Valiente. Animadas en entretenidas conversaciones, llevadas en la su palra, entonando canciones tradicionales y romances que de sus padres tomaban. Las niñas tirando de la saya dice la una, “mama ya está esti Pucherinu, velequí, que dil a juegal quieru paí”, y dice la otra, “dimi mama, está bien jechu esti Rotinu, que queé cona Santi pala praça”

Matanza acebana
Matanza acebana

ACEBO. El encaje de bolillos a principios del siglo XX.

Suspendida de actuaciones la Junta de iniciativas que presidiera Juan de la Cierva y Pimentel, bajo el mandato del gobierno de Eduardo Dato, todo quedo en incertidumbre.

La Exposición Nacional de Encajes quedó tan en el aire que, la todavía en vigor Comisión Organizadora, pues nadie ordenó su disolución, no sabía que hacer con todo el trabajo emprendido hasta entonces. Nicolás María Urgoiti, en nombre de la citada Comisión  Organizadora de la Exposición Nacional de Encajes, decide continuar con la investigación abierta en torno a la situación de la industria encajera en España.

Todavía quedaban por delante, según su cuaderno de notas, la industria encajera de Extremadura y la de Cataluña, siendo la primera muy importante en cuanto a la fabricación cacereña del encaje de bolillos y, la segunda, de gran calidad artística.

En la provincia de Cáceres se hacen encajes de gran calidad y belleza artísticas, en el primer tercio del siglo XX, pero su industria, su ganadería y su agricultura quedan soterradas bajo las malas vías de comunicación, eterno problema regional.

Caminos de tierra y piedra, con atajos prácticamente intransitables para los carros, provocadores del juramento de los arrieros, pretenden unir la comunicación pueblo a pueblo. Veredas de cabras, tan valoradas ahora por el turismo rural, potenciaban la falta de intercambio comercial entre los pueblos. Desde que los romanos se dieran cuenta de la importancia de unas buenas vías y calzadas de comunicación para el trasiego de hombres, animales y mercancías, nadie parecía querer saber nada de la necesidad de ligar estrechamente a los pueblos, en cada Comarca, y de esta con la Provincia, la Región y el resto de España. Lejano en Extremadura el rumor del mar. No exigieron los cacereños del norte firmemente esta necesidad o cuando lo hicieron, a través de sus diputados no encontraron oídos que atendieran tal demanda y, por el contrario, andan embarcados en un camino de hierro que les lleve desde la Sierra de Gata a Ciudad Rodrigo, en Salamanca, a Coria, en su propia provincia, y al ferrocarril de Cáceres, a la altura de Garrovillas de Alconétar.    

Extráñense, los que no sepan de esto que, y sepan que hasta bien pasados los años setenta del siglo pasado, los pueblos de Sierra de Gata sólo estaban unidos por caminos vecinales de tierra, cuando no veredas prácticamente intransitables. Es cierto que se pensó en ese tren citado para el recorrido Coria-Ciudad Rodrigo, pasando por la nuestra Sierra pero descarriló antes de nacer, rompiendo el sueño de los justos. Ricas dehesas, millares de cabezas de ganado, centenares de cantaros de aceite y mosto,  tantos y tantos litros de miel y onzas de cera, quedaron despeñándose por entre los canchales de la Sierra, al agrio juramento de los arrieros.

Nadie pensó que, desde que el 20 de enero de 1881 que se inauguró la estación de Cañaveral, sólo una modesta carretera comarcal unía esa localidad, de la comarca de Monfragüe, con el lugar de los Hoyos, por la que circula una diligencia. Pero como todo es factible de empeorar, los pueblos de Acebo, con más de seiscientos vecinos y Acehuche, con otros tanto, no cuentan ni siquiera con un camino vecinal por lo que el recorrido ha de hacerse en caballerías por sendas, atajos y veredas, y así siguieron hasta pasada la primera mitad del siglo XX

Nombro estos dos por ser centros encajeros. Porque en Acebo, como en el resto de Sierra de Gata, se trabaja la agricultura y la ganadería. Seis molinos, enclavados en las horillas de sus dos ríos, hacen crujir sus piedras sobre los capazos para extraer de la aceituna el preciado oro líquido, al tiempo que los dos harineros muelen el poco trigo y el mucho centeno.  A ellos vierten sus aguas numerosos arroyos trucheros. Varios lagares sienten la borrachera del olor al mosto que presiente el joven vino. Campos en flor se prestan al zumbido de la abeja que labora sobre la miel y la cera, mientras que las majadas de cabras corretean sobre el brezo, la mataescoba y la jara. Suelos blancos de azahar para el limón y la naranja, que son más de 80.000 pies los que aran las yuntas de bueyes y vacas. Junto a ellos viven ovejas, asnos, caballos y mulas. En las huertas patatas, coles, lechugas, frejones, tomates, pimientos y pebas se remozan sobre la sementera, con el sol que dejan pasar los cerezos, los guindos, las higueras, los ciruelos, los melocotoneros, los manzanos, los granados y los membrilleros. En algún rincón los almendros, los nogales y los castaños, asoman su fruto a las ardillas rojas. En el campo las setas se esconden bajo las hojas multicolores de los bosques de robles, alcornoques y encinas, mientras las madroñeras redondean su fruto de borrachera, para delicia de perdices, conejos, liebres, ciervos, jabalíes e, in vigilando, aguilas, cernícalos y gavilanes.

En las almohadillas acebanas sestean los blancos hilos de la mujer encajera que supo de este arte, seguramente, cuando los árabes alardeaban por la Sierra. Nada más comenzar el siglo XX, comienzan a organizar la venta, olvidados ya los estrechos encajes que adornaban los trajes charros de Salamanca por cuellos y pecheras.

No sólo en Acebo, con ser el más importante, se elabora el encaje y se organiza su venta. Están también los pueblos de Acehuche, Ceclavín, Hoyos, Perales del Puerto, Villamiel, Casar de Palomeros, Zarza la Mayor y Garrobillas de Alconétar.

Pero es en Acebo donde ha adquirido mayor importancia su elaboración:

Adiós niñas de Acebo,
casi todas encajeras,
que tomáis ricas naranjas
paseando por las güertas.
 
Azebeño.

Para Miguel España “es el Acebo un pueblecito encantador. Situado en un montículo, sus calles son estrechas y pendientes, y por ellas corren arroyuelos, que las ensucian y encharcan. No hay casa en Acebo donde no haya almohadilla para palillar” (1).

Incluso se atreve nuestro intrépido reportero a dibujar un semblante de la mujer acebana: “Las mujeres, de tipo pequeño, graciosas y guapas, adornadas con vistosos pañuelos de talle, con sus collares y sus pendientes enormes, hechos por los notables orfebres de Ceclavín, reúnense en grupos hasta de veinte, tomando el sol mientras trabajan, en sitios como la Sonajera, el Arenal, el Álamo, la puerta de Chimbole, el Palacio o el rincón de José Valiente” (1).     

Tiene Acebo, en el primer tercio del siglo XX, unos seiscientos vecinos que componen unos 2.200 habitantes. No sólo trabajan las mujeres el encaje de bolillos también las niñas aprenden este arte con tiras de encajes, sobre pequeñas almohadillas, que denominan el Pucherito y el Rotino.

Ya en 1831, casi un siglo antes, se definía El Acebo como aldea en terreno quebrado, rodeado de sierras muy ásperas. Con 1.117 habitantes, produce vino, aceite y castañas (2).

Se encuentra Acebo, según Pascual Madoz (3), en la Sierra de Gata, que es una continuación de las cordilleras septentrionales de la Extremadura, aledaño con Castilla La Vieja (entre las Hurdes y la Sierra de la Estrella en Portugal, dirección este a oeste).

Elevándose sobre Acebo está el llamado Sierra de Jálama, el morro más elevado del país, y la Sierra de los Ángeles, que dieron el nombre genérico de Sierra de Gata, partido judicial de Hoyos. Ahí están Santibáñez, Gata, Hoyos y Perales, formando una cuenca por la que corre la rivera de Gata. En otra cuenca se encuentran los pueblos de Villamiel, San Martín, Eljas, y Valverde. Se ha incluido también en esta Comarca, Villanueva de la Sierra, partido judicial de Granadilla, que se encuentra fuera de sus montañas. Los pueblos de Robledillo, Descargamaría y Cadalso forman una especie de cuenca con las montañas que los rodean que se denomina Val de Árrago, a cuyo lado está Torre de don Miguel. En terreno más aplanado aparecen Villasbuenas, Perales y Cilleros y, al lado del río Trasgas, Hernán Pérez y Torrecilla.

La Sierra de Gata en general, es una de las comarcas más fértiles de la provincia de Cáceres. La abundancia y excelencia de sus aguas, sus exquisitos frutos, la división inmensa de su propiedad y la laboriosidad de sus habitantes son circunstancias que mantienen el país con desahogo y comodidad.

Tenía Acebo, a mediados del siglo XIX, 2.356 habitantes, dos escuelas de primera enseñanza con 62 niños y 12 niñas. En aquellos tiempos existían cinco telares de lienzos ordinarios y, por supuesto, las mujeres se dedicaban a hacer encajes que luego llevan a Castilla.

Las mujeres de Acebo, continúan trabajando el típico encaje de bolillos de puntillas, en tiras o bandas de tipo torchón, y otro más ancho, organizadas como mujeres libres pero, y sobre todo, en talleres que se encuentran ubicados en casas particulares. Las que lo hacen independientemente venden su labor a acaparadores, que ya dijimos que eran un tipo de intermediarios que a su vez vendían el producto adquirido en Acebo, fuera de esta localidad.
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1.- Nuevo Mundo. Año XXII. Número 1.103. Página 33. Madrid 27 de febrero de 1915. Hemeroteca de la Biblioteca Nacional de España / También en Puerto Rodríguez, Julián. “Acebo 1753. Una mirada desde Sierra de Gata”. Casa de Extremadura en Getafe. Madrid 2010.

2.- Sociedad de Literatos. “Diccionario Geográfico Universal”. Tomo I. Imprenta de José Torner. Barcelona 1831.

3.- Madoz, Pascual. “Diccionario Geográfico-Estadístico de España y sus posesiones de Ultramar”. Tomo VIII. Madrid. 1850.

4.- Madoz, Pascual. “Diccionario Geográfico-Estadístico de España y sus posesiones de Ultramar”. Tomo I. Madrid 1845.

Foto 1.- “Taller de encajes de Ramira Puerto Moreno”. Mediados del siglo XX. Acebo Cáceres. Foto propiedad Julián Puerto.

Foto 2.- “Matanza en Acebo. Cáceres. Las mujeres acebanas comparten otros oficios de temporada con el de encajeras”. La señora Jacinta Acuña “Tía Roja”, con la niña Feli Rivero. 1961. Foto propiedad de Julián Puerto.

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