viernes. 29.03.2024

Cuando las bellotas brotaron hogares y nació un pueblo

En el mes de junio se cumplió el centenario del nacimiento del prestigioso arquitecto José Luis Fernández del Amo. Él fue el autor de Vegaviana, pueblo de colonización creado a mitad del siglo pasado. Esther Abujeta realizó una visita guiada a la localidad con la que entusiasmó a más de sesenta personas

Visita guiada a Vegaviana. ALEJANDRO ILESTA
Visita guiada a Vegaviana. ALEJANDRO ILESTA

Arquitectos, forasteros y locales se reunieron con la llegada del verano entorno a Esther Abujeta y Rafael Fernández del Amo para contemplar la localidad serrana de Vegaviana con otros ojos.

Entre el público se encontraba la señora Carmen, la lavandera hoy octogenaria imagen de una Vegaviana, firmada por Fernández del Amo, ganadora de premios y menciones internacionales. Ella, como la localidad, forman parte de la obra más vanguardista del siglo XX.

Situemos a nuestros guías y podrán hacerse cargo de la exclusividad de la visita, abierta y gratuita, como informó este digital.

Esther Abujeta es licenciada en Historia del Arte, investigadora de pueblos de colonización y colona de la tercera generación de Vegaviana. Con ella, las cerca de sesenta personas que componíamos el grupo, comenzamos a mirar la localidad con otros ojos. Gracias a ella y también a las intervenciones siempre apasionantes de la arquitecta Isabel García --experta en patrimonio serrano--, pudimos escuchar el sonido de las sombras, divagar con las diagonales que forman balcón y puerta, el llamador, las ventanas cruzadas, las fachadas que en su retranqueo prolongan la sombra. Pudimos ver tejas que arañan como arado las blancas fachadas, oler el mar que se mueve bajo la pizarra blanqueada; sentir el viento fresco en los llanos extremeños. Fuentes sólidas para bestias y vecinos; arte moderno para dar culto a la más antigua de las religiones.

Y junto a Esther, Rafael Fernández del Amo, hijo del autor de Vegaviana empeñado en preservar la obra de su padre.  Con Fernandez del Amo pudimos sufrir imaginando el ritmo que marcaban las chimeneas hoy decapitadas, los jardines de romero y lavanda, de jara y espliego hoy sustituidos por palmeras y rosales. La fachada alicatada, la dehesa asfaltada.

Ese primer sábado de verano, Esther Abujetas consiguió contagiar su entusiasmo al nutrido grupo que allí se hallaba mientras que el arquitecto Rafael Fernández del Amo lloraba en silencio la muerte lenta de la obra de su padre.

Y en estas aguas se mueve la localidad mientras todos coinciden en la imperiosa necesidad de arreglar sus carreteras.

¿Protegemos Vegaviana? ¿Dejamos la preservación del conjunto que pudiera ser Bien de Interés Cultural a sus habitantes? ¿Quién decide? ¿Qué decide que una obra sea patrimonio?

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Cuando las bellotas brotaron hogares y nació un pueblo