viernes. 29.03.2024
UN VECINO DE ACEBO EN LAS CORTES DE CáDIZ ( Y III)

El disputado Chaves

Juan Capistrano de Chaves, puesto en camino, consigue sortear a las tropas francesas, posiblemente por Portugal, pero enferma al llegar a Ayamonte (Huelva). Son muchas las penalidades del viaje para una avanzada edad en aquellos tiempos. ¡Mala suerte a las puertas del Cádiz constitucional!

“La promulgacioìn de la Constitucioìn de 1812”, de Salvador Viniegra jjpg
“La promulgacioìn de la Constitucioìn de 1812”, de Salvador Viniegra jjpg

Del diputado Antonio Oliveros Sánchez podemos encontrar amplia documentación en este mismo serragatino digital. Diputado este con un amplio historial político liberal.  Activista frente a la invasión francesa y díscolo con el absolutismo salvaje fernandino. 

Juan Capistrano de Chaves, también de ideología liberal regeneracionista, lo tuvo seguramente más difícil que el propio Antonio Oliveros. Regidor por el Ayuntamiento de Trujillo, se encontró en febrero de 1810, con que la ciudad era tomada por las tropas francesas provocando la huida de esta de su corregidor José de Cáceres y Godoy, quien había recibido la documentación electoral. Hubo que nombrar nuevo corregidor en Lesmes Bravo Romero, quien se hizo cargo del eminente proceso electoral, pero veleí que regresa José de Cáceres y es restituido en su puesto en el momento de celebrarse los comicios. 

Lo cierto es que Juan Capistrano de Chaves (1752-1812) es elegido diputado por Extremadura a las Cortes de Cádiz el 23 de julio de 1810, a sus 58 años (1). Y este primer paso es digno de mérito por cuanto suponía enfrentarse a la ocupación francesa y obligarse a vivir huyendo, de un sitio a otro, sin poder recibir ayuda por las represalias que conllevaba. No es de extrañar que, cuando las Cortes de Cádiz reclaman su presencia, estuviese en Acebo intentando escapar de las represalias gabachas. 

Ya os conté, en un artículo anterior, que era hijo de Luis de Chaves Vargas Carvajal, regidor perpetuo de Trujillo, y de la acebana Teresa Eugenia Rodríguez Godínez, por boda celebrada en esta localidad serragatina de Acebo el día 4 de enero de 1751, donde tenían casa. Su madre y/o sus abuelos maternos debieron quedarse en su lugar natal por lo que Juan de Chaves pasaba largas temporadas en Acebo, localidad de la que algunos autores señalan que era vecino, y pasaba temporadas en los Hoyos, seguramente porque tenía familia materna ligada a los Godínez. No es de descartar que también estuviera emparentado con el ducado de Noblejas y con ello a don Mariano del Amparo de Chaves de Villarroel y Rivadeneyra. Recordemos que el escudo de la Casa de los Chaves de Acebo está timbrado de corona ducal.

También expliqué que se abrió un expediente de hidalguía en la Real Chancillería de Valladolid en 1776, que le fue concedida en 1779. Allí dice que, en ese momento, era vecino de Acebo (Cáceres). 

Un noble, he aquí, de ideas regeneracionistas, siendo miembro de la Sociedad Económica de Amigos del País, no son pues sorprendentes sus aficiones literarias (1). Sería entonces gran amigo de las tertulias de aquella incipiente España que abría los ojos al liberalismo, que diría Benito Pérez Galdós. Las sociedades económicas de amigos del país, a las que eran muy aficionados los nobles españoles, surgieron para difundir las ideas de la Ilustración bajo el reinado y el paraguas del Carlos III. Juan de Chaves estuvo tan ligado a La Sociedad Económica de Amigos del País de Trujillo que llegó a ser secretario de ella en 1804.

Tal vez fue esta idea de la regeneración social o tal vez fue el camino que iniciara su padre, pero lo cierto es que en 1805 ya es regidor de la ciudad de Trujillo y alcalde de la Santa Hermandad de Hijosdalgo, encargándose de escribir cartas de cierta trascendencia interlocal y otros encargos que le obligan a hurgar en los documentos de los archivos municipales. Cargo aquel de regidor que volvió a ocupar en 1808.

Así fue entreteniendo su vida política, aprendiendo de las fuentes locales, hasta que dio el salto a diputado (1810), preparándose para su traslado a la Real Isla de León, en octubre de ese año. Sin embargo no pudo presentarse a la constitución de las citadas Cortes debido a la fuerte presencia francesa en toda la provincia de Badajoz. 

Hubo de ser requerido y puesto en camino consigue sortear a las tropas francesas, posiblemente por Portugal, pero enferma al llegar a Ayamonte (Huelva). Las penalidades del viaje, lo avanzado de su edad para aquellos tiempos. ¡Mala suerte a las puertas del Cádiz constitucional!. Un largo y azaroso viaje por aquellas veredas de tierra, en incómodos carruajes tirados por caballos. Caminos, sobre antiguas cañadas reales, insoportables para hombres proscritos que ocultaban su rostro bajo capa alta y su identidad en el silencio. Situación difícil y extraordinaria digna de la temática nacional galdosiana, que contrasta con los aconteceres del rey felón Fernando VII entretenido en el juego y dado a los reales placeres que le ofrecía el dorado cautiverio en el palacio francés de Valençay.  

Enterados en San Fernando de la enfermedad del diputado Chaves, le conceden una prorroga de cuatro meses para que vuelva a su casa (5 de junio de 1811). Algo que hace pero no hacia Trujillo, sino al pueblo de su madre, Acebo: “En vista de una exposición del Sr. D Juan Capistrano de Chaves, diputado por la misma provincia (de Extremadura), en la cual manifiesta que el estado de su quebrantada salud no le permite presentarse al Congreso a ejercer su encargo, le concedieron las Cortes (de Cádiz) la prorroga de cuatro meses” (2). 

Una vez en Acebo, envía dos cartas desde la estafeta de Hoyos, la que correspondía al pueblo serragatino, para comunicar a los constituyentes que su enfermedad se ha agravado, por lo que no puede atender al requerimiento de las Cortes para que tome posesión del acta de diputado. El médico diagnostica una “cardialgia inveterada” (enfermedad cardiaca antigua y/o crónica), complicada con  unas “cuartanas estomacales” (paludismo-malaria), lo que unido a su edad le obligan a pedir una prorroga indefinida que le es concedida el 28 de enero de 1812, a menos de dos meses de la aprobación de la Constitución de Cádiz.

Ya, el diario de sesiones de las Cortes de Cádiz, de 26 de enero de 1812, recoge que el diputado serragatino Antonio Oliveros informa a las Cortes del fallecimiento del diputado por Extremadura, Juan Capistrano de Chaves. Se aprueba la proposición siguiente de Manuel María Martínez de Tejada: “Dígase por medio de la Regencia al comandante general de Extremadura que, en atención a haber fallecido D. Juan Capistrano de Chaves, diputado nombrado por aquella provincia, comunique sus ordenes al suplente D. José de Chaves y Liaño, para que a la mayor brevedad se presente en este congreso a desempeñar su encargo” (3).

Luego supimos que José de Liaño tampoco pudo acudir por cuestiones económicas, siendo sustituido por Gabriel Pulido Carvajal. Supongo que el baile de fechas se debe a la tardanza en llegar la documentación a su destino y a la descoordinación propia de un país en guerra.

Realmente la historia que yo os quería contar hoy debería haber tenido como lógica correspondencia tres personajes principales a saber: el pueblo liberal constitucionalista de España, el deseado rey Fernando VII y los invasores franceses de Napoleón Bonaparte, pero no ha sido así, como fehacientemente habéis podido comprobar. 

Los protagonistas han sido los diputados extremeños y, más concretamente los diputados serragatinos que, en aquellos años convulsos, se pusieron manos a la obra con el tema constitucional, para fabricar un código democrático de reconocido prestigio internacional, ejemplo de naciones. 

Juan Capistrano de Chaves lo intentó pero no llegó, dejando su vida en el intento. Es lo que tiene la historia local. Aquí en Acebo lo intentamos con muchos proyectos pero, en el último momento no llegamos, feneciendo en el intento. La historia se repite una y otra vez, es concienzuda esta historia nuestra, y los cronistas nos autoencomendamos la obligación de contar lo cotidiano con los datos que disponemos. No penséis que es fácil sustraerse de la gran historia, la historia con mayúsculas, la de los grandes personajes y de los hechos nacionales e internacionales, para envolverse de lo sencillo, de vecinos y vecinas de nuestros pueblos con cuyo esfuerzo anónimo sumaron sus vidas para aupar a otros a la esfera de lo trascendental. 

Siempre detrás de un hombre o de una mujer importantes ha habido muchos hombres y mujeres importantes a los que la historia trato como secundarios, si es que se dignó a tratarlos.

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1.- Para más información ver Andrada Rubio, Manuel.“La presencia de Trujillo en las Cortes de Cádiz. Proceso de un deseo frustrado”. Asociación Cultural Coloquios Históricos de Extremadura. 2012.

2.- “Diario de las discusiones y actas de las Cortes”. Tomo sexto. Imprenta Real de Cádiz. 1811.

3.- Congreso de los Diputados. Historia y Normas. Hace 200 años. Diario de las Cortes de Cádiz. Enero de 1812.

Imagen.- “La promulgación de la Constitución de 1812”, obra de Salvador Viniegra y Lasso de la Vega (1862-1915). Primera lectura pública del texto constitucional. Historia de Cádiz. Museo de las Cortes de Cádiz. 

El disputado Chaves