viernes. 29.03.2024

RELECTURA DE LEÍDOS (y VIII) Hombres libres de Acebo

Los liberales exaltados españoles, con ideas más extremas, fueron acusados de propagadores del desorden y la anarquía, sin embargo no fue así. Los liberales radicales y exaltados, conocidos como hombres libres, intentaron radicalizar el proceso constitucional emanado de las Cortes de Cádiz en 1812 y llegaron a provocar revueltas populares con la única intención de propagar las ideas de libertad entre la gente del pueblo y las clases artesanales y, en todo caso, en convertirse en defensores de todas aquellas ideas democráticas y constitucionales que el liberalismo moderado no se atrevía defender
Fusilamiento de Torrijos
Fusilamiento de Torrijos y sus amigos en la playa de San Andrés (Málaga) por Antonio Gisbert Pérez. 1888. Museo del Prado

Los liberales radicales se organizaron y eran adictos a las Sociedades Patrióticas, como asociaciones de opinión, con la intención de propagar las ideas de libertad, y eran seguidores de Mamerto Landáburu y Manuel Padilla y buenos lectores de todos los periódicos que defendieran y difundieran sus ideas, como lo eran el Eco de Padilla, La Tercerola y El Zurriago, por eso eran conocidos como Amigos de la Libertad e Hijos de Padilla.

Desde estas Sociedades Patrióticas, diversas ideológicamente, compartían preocupaciones con las Sociedades Económicas de Amigos del País, de las que se sentían herederas, aunque luego fueran divergentes en muchos de sus tratados, y con las que se vieron obligadas a convivir. Ellas compartían la preocupación por la situación económica y por la falta de un sistema educativo y buscaban la potenciación y el fomento nacional y local.

El origen se sitúa en la Revolución Francesa y en la ajetreada vida en los cafés de la España del siglo XVIII y, a imitación de los franceses clubes jacobinos, intentaron consolidar la democracia, aprovechando el levantamiento de Rafael del Riego en Cabezas de San Juan y la proclamación de la Constitución de Cádiz. Pronunciamiento incruento como todos los que caracterizaron a liberales y progresistas, en contraposición a la feroz y cruenta reacción de las facciones conservadoras en la siguiente época ominosa.

Todos los espacios eran buenos para reunirse, comunicarse las noticias, leer los periódicos, criticar actuaciones y proponer soluciones. Sedes de las asociaciones, cafés públicos, teatros, conventos desamortizados y, sobre todo, en la plaza de los pueblos y las ciudades. Tanto los Amigos de la Libertad (Café de Lorencini), como la Sociedad de San Sebastián o la Fontana de Oro enseñan las teorías de Rousseau y de Montesquieu, el respeto a las leyes, a la Constitución de 1812, y el apoyo a la desamortización.

Los exaltados defenderán la libertad de reunión y de expresión oral, sin por ello despreciar la libertad de imprenta y la difusión de los textos escritos que quedan limitados a una minoría selecta, debido a un analfabetismo que alcanza a la casi totalidad de la población, sobre todo en zonas rurales.

La sociedad política del Trienio Liberal se dividió entre liberales moderados, liberales exaltados y realistas serviles, siendo más factible la unión de los bandos de moderados y serviles que cualquier otra, dejando a los exaltados solos con sus ideas extremas de libertad.

Los libres, como eran conocidos, pretendían una defensa a ultranza de la Constitución de 1812 y de la monarquía tradicional con medidas radicales que chocaban con la moderación de los grupos conservadores y liberales moderados, posiblemente porque temían una vuelta atrás, como ocurrió tras la Guerra de la Independencia Española.

Es por esto que sorprende que ya, en julio de 1820, se pretendiera una proposición contra estas sociedades con la disculpa del recibimiento dado a Riego por la Sociedad del Lorencini, donde llegó a cantarse el popular Trágala y que no sólo consiguió un decreto de disolución sino que además puso de manifiesto la división habida entre moderados y serviles de una parte, con el político e historiador Conde de Toreno a la cabeza, que las acusa de estar dirigidas por peligrosos extranjeros y la de los exaltados con Romero Alpuente, por la otra parte.

Pero las sociedades, a pesar de estar perseguidas, continuaron reuniéndose y consiguieron un sonado éxito popular al manifestarse contra el golpe absolutista de 1822, cuando el Rey Fernando VII levantó la Guardia Real contra el pueblo de Madrid, que fracasó estrepitosamente.

A partir de ese momento los liberales exaltados se radicalizaron más todavía y dirigieron sus ataques contra el clero y contra Roma (el Altar) lo que provocó la reacción de la Santa Alianza (Rusia, Prusia y Austria) con la invasión del territorio nacional por las tropas francesas de los Cien Mil Hijos de San Luis.

Antes de eso en España y en Extremadura, según Gil Novales, encontramos una gran pujanza de Sociedades Patrióticas en Badajoz, Cáceres, Villanueva de la Sierra y Zafra, siendo la más importante la primera que actúa como Merindad.

En lo referente a Extremadura, Marta Ruiz Jiménez llega a documentar Torres comuneras en Acebo, Plasencia, Villanueva de la Serena y Badajoz. Núcleos comuneros en

Alcántara, Cilleros, Codosera, Hoyos, Perales del Puerto, San Martín, Torrejoncillo, Valverde, Villamiel (Las Huelfas), Coria y Zarza la Mayor.

Es Badajoz la Merindad nº 16 que estuvo dividida en seis Torres y tenía Junta Gubernativa por tener más de 17 miembros y de la que dependían tanto Badajoz como Cáceres, Plasencia y Coria.

Según este estudio, en Sierra de Gata se encuentran la Torre de Acebo, con siete miembros declarados, y núcleos comuneros en Cilleros, Hoyos, Perales del Puerto, San Martín de Trevejo, Valverde del Fresno y Villamiel (Las Helfas).

Los desalmados comuneros de Acebo, como referían los realistas, se dan las manos con los comuneros y Francmasones de San Martín de Trevejo, Villamiel (Las Helfas), Valverde del Fresno, Cilleros, Hoyos y Perales del Puerto y, no contentos con estar extendidos por media Sierra de Gata, asisten a la Junta Principal de Hombres Libres de Coria, que preside el mismo jefe político que la de la Casa de Jarallana en el término de Moraleja del Peral. A las citadas reuniones de Coria acudían 40 hombres libres, todos moradores de Sierra de Gata.

Los comuneros surgen para satisfacer el ímpetu revolucionario de los liberales exaltados que se veían frenados por los liberales moderados y se inspiraron en el levantamiento de los Comuneros de Castilla y se autodenominaron Hijos de Padilla, adoptando el color morado del pendón histórico.

Los comuneros se repartían en lo que se llamaron Torres y se autodenominaban confederación por ser la unión libre y espontánea de todos los afiliados en diferentes fortalezas del territorio español. Las Torres, Fortalezas y Castillos se agrupaban en Merindades y Comunidades. Estaba dirigida por una asamblea suprema compuesta por los siete individuos más ancianos residentes en la capital y los procuradores, nombrados por las comunidades.

La Confederación de Comuneros Españoles estuvo vigente en España durante el Trienio Liberal (1820-1823) y surge como una escisión de las sociedades masónicas, liberándose de todo aquello que estas tenían de simbología o de iniciático y ritual y dirigiéndose a las clases artesanales y populares, preferidas estas a la nobleza o los grandes personajes.

El punto débil de los comuneros fue, paradójicamente, el que reivindicaban como punto fuerte: asambleas abiertas, populares y participativas de toda la sociedad, lo que permitió la entrada de espías y de manipuladores de la información.

Las divisiones se sucedieron y en 1823 ya había dos grupos perfectamente definidos, el de los liberales moderados y el de los comuneros revolucionarios. Esta división fue funesta. Tras la victoria de la tropa francesa con los Hijos de San Luis, los comuneros fueron identificados, perseguidos y condenados al exilio, la cárcel o la muerte.

La Torre comunera de Acebo se crea bajo los parámetros de defensa de la Constitución de Cádiz y de la monarquía democrática, por lo que no forman un alegato, que sepamos, por la instauración de la república y el hecho de que actúen contra la Corona y el Clero (Trono y Altar), como se dice en la delación, debe deberse a una etapa tardía, posiblemente pasado el 2 de julio de 1822 en Madrid, tras el levantamiento de la Guardia Real y el apoyo de Roma a esta causa.

Fernando Estévez Rico estaba enterado por su sobrino Dámaso Hernández, escribano de San Martín de Trevejo, de las ocurrencias de Madrid, lo que confirmó Sebastián de Trejo y Haro diciendo que cuando Fernando Estévez se enteró de que el Rey se hallaba en Madrid cercado por las tropas constitucionales, mandó llamar a toque de campana a la Milicia Nacional Voluntaria, para que acudiese como era costumbre a la Plaza del Pueblo y les leyó una carta y dijo a voces: ¡muera el Rey absoluto!, ¡muera el tirano! Y estos gritos los repitió en la puerta de don Félix Sánchez, presbítero, dignidad de canónigo en la Santa Iglesia Catedral de Coria, en la puerta del Sr cura párroco don Blas Gómez Durán y en la Plazuela del Palacio.

De los siete integrantes de la Torre de Acebo es nombrado jefe Fernando Estévez Rico, alcalde constitucional en 1823. Agustín Perales, su primer edecán. Son sus segundos Ventura del Pozo, Antonio Franco Gil y Bernardo Estévez y, a veces, don Carlos de Sande. Mientras que Braulio del Pozo y Vicente Manzano actúan de espías de la facción para observar lo que se habla y contar lo que de ellos dicen la otra facción de realistas serviles. También pertenecía a la Torre, Guillermo Aliste.

Debían ser, los vecinos y vecinas de Acebo, mayoritariamente liberales pues no sólo tenían por alcalde a Fernando Estévez Rico, sino que además era regidor Agustín Perales y procurador síndico Ventura del Pozo y Valle. No tenemos constancia del resto de la corporación municipal pues debía tener otro alcalde por el costado noble, que podría ser don Pedro Rodríguez Cáceres, y tres regidores mas, dos por el costado noble y uno mas por el lado pechero.

La prueba evidente de la afiliación comunera de Fernando Estévez Rico, es que se paseaba por el pueblo con la cinta morada con las borlas doradas, y no sólo porque a toda persona que habla contra el Altar y el Trono se le da dicho nombre. Es notoria su adhesión al sistema constitucional y exaltación por los hijos de Padilla, hombres libres.

No había sido está adhesión al sistema constitucional desde los años de 1820 a 1823. Todos los liberales de Acebo han estado muy resentidos desde el año de 1814 porque prevalecía el sistema Real hasta el punto de que negaron a Antonio Paz, vecino de ese Pueblo el que fuera Jefe de Milicia, como le correspondía, por órdenes superiores, y le acusaron de que en el año de 1814, junto a José Egido, había sido motor de la guerra de la Constitución.

El Corregidor de Coria ordenó al alcalde de Hoyos, don Domingo Benito Mateos, que se hiciese cargo de la denuncia por maquinaciones contra el Trono y el Altar y, una vez que los delatores reconozcan ser ciertos los hechos, procediese al arresto de las personas delatadas, poniéndolos en prisión segura en el propio pueblo o en la plaza inmediata de Ciudad Rodrigo.

Los comuneros acebanos estuvieron en prisión siete meses, hasta que se vieron indultados por la Real Cédula de 1 de mayo de 1824. Cuando todo parecía haber terminado, se les volvió a abrir proceso criminal por comunería, adhesión al gobierno revolucionario y otros excesos, extendiéndose la denuncia a Joaquín Obregón y Manuel Navarro y otros vecinos de Acebo y Cilleros. También se pidió el arresto de comuneros de Plasencia, Coria y Cáceres.

Lecturas: Alberto Gil Novales. Las Sociedades Patrióticas (1820-1823). Las libertades de expresión y de reunión en el origen de los partidos políticos. Tomos I y II. Editorial Tecnos. Madrid 1975. / Marta Ruiz Jiménez. El liberalismo exaltado. La confederación de comuneros españoles durante el Trienio Liberal. Editorial Fundamentos. Madrid 2007.

Foto. Fusilamiento de Torrijos y sus amigos en la playa de San Andrés (Málaga) por Antonio Gisbert Pérez. 1888. Museo del Prado. Madrid.

RELECTURA DE LEÍDOS (y VIII) Hombres libres de Acebo