viernes. 29.03.2024

RELECTURA DE LEÍDOS Hombres libres de Acebo (I)

Un grupo de exaltados acebanos han pasado a la historia como héroes resistentes frente a la felonía del Rey Fernando VII quien, tras marchar francamente, y además el primero, por la senda constitucional, convirtió un periodo de esperanza y libertad en otro ominoso y cruel donde despachó a su gusto a todo aquel, amigo o enemigo, que se le antojó a su real persona.

Nadie podía pensar que la recuperación de las libertades, tras la Guerra de la Independencia Española (1808-1814), no significaría una larga etapa cargada de ilusión y optimismo de la mano de la primera Constitución promulgada en España por las Cortes de Cádiz, reunidas estas el 19 de marzo de 1812. Una Constitución considerada como la más liberal de las existentes y que establecía la soberanía en el pueblo español.

En tan sólo dos años (1812-1814), la Constitución de Cádiz, conocida también como Constitución de 1812 y, popularmente, por La Pepa supo transformar un reino aferrado a la monarquía absoluta en un país bajo el reinado de una monarquía constitucional, con Cortes Constituyentes, separación de poderes, sufragio universal masculino, libertad de imprenta y abolición de los señoríos, entre otros.

La Constitución de 1812, considerada como el Código más avanzado de su tiempo, se convirtió en un hito democrático en la Europa de principios del siglo XIX, trascendió a varias constituciones y parlamentos del continente americano y fue un texto a imitar por su valentía al limitar el poder del Rey y abolir el feudalismo y la Inquisición. Todo el liberalismo de Europa suspiraba por La Pepa, incluidos los ilustrados franceses e ingleses.

Cuando los poco más de trescientos diputados se reunieron en la Isla de León (24 de septiembre de 1810) para, posteriormente, trasladarse al Oratorio de San Felipe Neri, en la Bahía de Cádiz, España estaba dividida entre los territorios fieles a la monarquía borbónica y los territorios invadidos por las tropas francesas, cuyo Emperador Napoleón Bonaparte había nombrado como Rey de España a José Bonaparte I, conocido por Pepe Botellas entre otros apodos, todos ellos poco agradables que no reconocieron nunca el mérito del abstemio monarca francés en su tenacidad por modernizar los territorios ocupados.

Tras el motín de Aranjuez, Carlos IV abdica en su hijo Fernando VII (19 de marzo de 1808), un Rey este último respetado y querido por el pueblo. No quedaba más remedio que negociar y, para ello, se convoca alta reunión de Estados en Bayona (20 de abril) en la que estarán presentes Napoleón Bonaparte y toda la monarquía española. Los hechos del 2 y 3 de mayo madrileño y el levantamiento en provincias obligan a Napoleón Bonaparte a exigir su pretendido derecho sobre la corona de España. Fernando VII devuelve los derechos reales a su padre Carlos IV, que abdica en Napoleón Bonaparte y este, a su vez, nombra rey de España a su hermano José Bonaparte, que reinará como José Bonaparte I Rey de España.

En 1812, la declaración de guerra de Rusia a Francia, obligó a llevar el mayor volumen de tropa hacia esa zona, dejando vulnerables los francos portugueses y españoles. Muy debilitado Napoleón Bonaparte abandonó todas sus pretensiones el 6 de abril de 1814. El tratado de Valençay devuelve a un liberado rey Fernando VII a España, recuperada la corona.

Todos estos derechos y deberes que, con la Constitución de 1978, han sido recuperados y que ahora nos parecen un camino fácil, se perdieron en ese momento por el temor de la corona, la Iglesia y la nobleza a perder sus privilegios políticos y económicos, a pesar de que la Constitución de Cádiz reconocía al Reino de España como católico, apostólico y romano.

La revolución iniciada en Cádiz suscitó la contrarrevolución fernandina. El 4 de mayo de 1814 el recién restaurado rey Fernando VII decretó la disolución de las Cortes, la derogación de la Constitución y la detención de los diputados liberales. Comenzaba el regreso del absolutismo.

En ese año de 1814, año nada fácil para la libertad, el escribano de número del Ayuntamiento del serragatino pueblo de Acebo (Cáceres), don Fernando Estévez Rico decide que ha llegado el momento de pasar a la acción y crea en ese pueblo una Torre Liberal que a él gusta decir se trata de un grupo comunero, seguidor de Padilla, emulando aquel movimiento que durante los años 1520 y 1521, participara en la revuelta de las Comunidades de Castilla y en ello a sus líderes Juan Padilla, Juan Bravo y Francisco Maldonado, decapitados en Villamar, tras su derrota en la batalla de ese nombre. Como solía decir don Benito Pérez Galdós se trataba de un liberalismo incipiente que ni siquiera podría llamarse así, hasta pasados unos años.

Manos a la obra, el que sería también alcalde acebano, fue reclutando voluntarios que formaron el grupo principal de la Torre ayudado por su hijo Bernardo Estévez y por Antonio Franco. Así son parte de ella Ventura del Pozo, su hijo Braulio (Martínez) del Pozo, Francisco Gil, Julián Viana y Carlos de Sande Guerra, todos vecinos de Acebo. La Torre pasó a pertenecer a Cáceres que, a su vez, quedaba comprendida en la Merindad número 16 de Badajoz.

No estaban solos los acebanos en sus aspiraciones de libertad ya que se reunían con los liberales y comuneros de las Torres de Cilleros, Hoyos, Perales del Puerto, Eljas, Valverde del Fresno y Villamiel y fuera de la Sierra de Gata con los comuneros de Coria, Plasencia, Zarza la Mayor, Ciudad Rodrigo y Fuenteguinaldo, entre otras.

Todo esto viene a cuento porque me preguntaba no a poco mi buen amigo y mejor persona Javier Corrales, originario del serragatino pueblo de los Hoyos, si tenía constancia yo de alguna incursión de El Empecinado por las cumbres de la Sierra de Gata. Así de pronto recordé que en el libro “Acebo 1753. Una mirada desde Sierra de Gata”, hacía yo mención al libro que publicara la doctora Marta Ruiz Jiménez con el título de “El liberalismo exaltado. La confederación de comuneros españoles durante el Trienio Liberal”.

La Constitución de Cádiz se publicó hasta tres veces en España (1812, 1820 y 1836), y oficialmente estuvo en vigor sólo dos años (1812 -1814), desde su promulgación hasta su derogación en Valencia, tras el regreso a España de Fernando VII. Posteriormente se volvió a aprobar para el periodo de tiempo conocido como Trienio Liberal (1820-1823), y, otro breve paréntesis (1836-1837), bajo el gobierno progresista que dio lugar a la Constitución de 1837.

Cuando el escribano Fernando Estévez Rico comenzó a crear la Torre acebana no sólo el Rey había derogado la Constitución y disuelto las Cortes, restableciendo una represiva monarquía absolutista, sino que entró de lleno en el conocido después como Sexenio Absolutista (1814-1820), obligando a exiliarse a más de doce mil españoles considerados como afrancesados e iniciando una dura persecución contra los liberales.

Su real persona, que fue considerada por el pueblo español como deseada, transformase en felona. “Es costumbre entre los antiguos persas pasar cinco días de anarquía después del fallecimiento de su Rey –vino a decir el felón-, (…) a fin de que la experiencia de los asesinatos, robos y otras desgracias, les obliga a ser más fieles a su sucesor…” (Manifiesto de los Persas).

Algunos bizarros militares, galardonados por su heroísmo en la Afrancesada, no se lo pensaron dos veces y se fueron al monte recreando las temidas guerrillas e integrándose en sociedades secretas como la masonería y otras sociedades liberales que llegaron a forzar pronunciamientos contra la monarquía absoluta. Entre ellos se encontraba Juan Martín “El Empecinado” (1775-1825), figura elogiada por el pintor Francisco de Goya y el escritor don Benito Pérez Galdós en Los Episodios Nacionales.

Durante ese primer sexenio absolutista EL Empecinado fue desterrado, apartado y ninguneado en todos los cargos por su posicionamiento liberal, hasta que, visto el pronunciamiento de Rafael del Riego en Cabezas de San Juan (1820), tomó de nuevo las armas.

No era zona ajena a El Empecinado la tierra salmantina de Ciudad Rodrigo, acostumbrado a las escaramuzas con Welington, en la frontera portuguesa y a las incursiones en Sierra de Gata, con pequeñas partidas de guerrilleros, como lo haría Julián Sánchez El Charro (1774-1832).

El pronunciamiento del teniente coronel Rafael del Riego proclamó de nuevo la Constitución de Cádiz y consiguió que el Rey Fernando VII que fuese deseado y luego felón, pasase de absolutista a liberal, jurando el Código Sagrado: “marchemos francamente y yo el primero por la senda Constitucional” dijo. Los liberales ingenua e interesadamente le creyeron y España pasó del grito de Altar y Trono al de Pueblo y Libertad.

El Empecinado, que se puso inmediatamente al lado de Riego, realizó continúas incursiones por la Sierra de Gata, emplazando a los liberales serragatinos en zonas de montaña, principalmente en Acebo y Gata.

Esto nos da una idea de la importancia que tenía la Torre Comunera de Acebo que contrastaba con el absolutismo imperante en la Ciudad de Coria, cabeza de partido y sede judicial.

En 1821 consta como los vecinos de Coria recibieron al Batallón de Asturias como si fuera un ejercito enemigo y, a pesar de casi un año de Constitución restablecida esta en 1820, no mejoraban en su espíritu público y cuando la tropa daba vivas a la Constitución de Cádiz y cantaban las canciones conocidas como patrióticas, ni gritos ni cánticos eran acompañados por la población (“El Espectador”, de 27 de septiembre de 1821, número 166). La Ciudad de Coria, aunque permanecía realista, mantenía reuniones constitucionalistas con el nombre de “Junta Principal de Hombres Libres”.

Marta Ruiz Jiménez, basándose en legajos del Archivo Histórico Nacional. Sección Consejos, afirma que, el 15 de agosto de 1823, Juan Aparicio vecino de Fuenteguinaldo se presentó en Acebo enviado por El Empecinado, con el encargo de este para que saliesen el alcalde Fernando Estévez Rico y Franco Gil al Puente de Carreciá, donde se hallaba con catorce hombres, asegurando el emisario que por orden de Empecinado no se alborotase el Pueblo. Para que esto último no sucediera dejaron apostado a Farnesio en lo alto del Puerto, con la orden de abrasar el Pueblo si la baraja pintaba en bastos.

Sabiendo que venía El Empecinado a la Sierra de Gata, estando en Acebo Farnesio, se retiraron a la Montaña el alcalde Fernando Estévez y Antonio Franco, acompañados de Antonio Paz y de don Juan Perales, vecino de Coria, y estando en ella llegó Juan Fernández que les avisó que Guillermo Aliste, Bernardo Estévez, Franco Gil y un soldado salían a buscarlos, por lo que se retiraron de aquel sitio.

No era bien visto entre los realistas acebanos, lógicamente, El Empecinado a pesar de ser considerado héroe de la Guerra de la Independencia pues Pedro Cáceres acusa al escribano y comunero Fernando Estévez de que cuando estaban en el Acebo los Empecinados se buscaba con mucho celo a los mozos que habían desertado de las tropas constitucionales para prenderlos valiéndose de sus amigos para ello y reitera que cuando vino a Acebo El Empecinado llamó a Fernando Estévez y a Franco Gil, que salieron a hablar con él.

Pedro Cáceres, realista vecino de Acebo, asegura haber sido amenazado de muerte por El Empecinado y que cuando este llegó al pueblo tuvo que retirarse a las Sierras, donde permaneció hasta que el guerrillero salió de él.

Otros dos realistas, Manuel Perales y José Pérez Alviz, ambos vecinos de Acebo, acusan también a Fernando Estévez que cuando era alcalde de Acebo entregaba a El Empecinado a todos los soldados que habían desertado de las tropas constitucionales.

De Braulio Martínez del Pozo, hijo de Ventura del Pozo, natural y vecino de Acebo, estudiante y menor de edad (19 años), consta un pasaporte dado por El Empecinado, fechado en la Villa de Gata el 19 de septiembre de 1823 que dice que concede libre y seguro pasaporte a Braulio (Martínez) del Pozo que se retira a su casa habiendo estado en esta División todo el tiempo que faltó del Acebo.

Braulio del Pozo, como era conocido, niega haber estado al servicio del guerrillero ya que fue el alcalde entonces de Acebo, don Diego Sánchez Millones, quien le llevó a la fuerza hasta la localidad de Alcántara, donde lo presentó a las tropas de El Empecinado y permaneció en estas treinta y cinco días hasta que le dieron la licencia en la Villa de Gata.

De hecho en la ficha, perteneciente a la lista de comuneros que abren las autoridades a El Empecinado, dicen textualmente que Juan Martín El Empecinado está muy relacionado con los comuneros de Cáceres y Acebo, tal debía ser así pues Fernando Estévez Rico, considerado jefe de la facción comunera, cuando llegaba El Empecinado a Acebo se presentaba muy alegre con la tropa y cuando venía tropa realista se fugaba del Pueblo.

Relectura del libro: “El liberalismo exaltado. La confederación de comuneros españoles durante el Trienio Liberal”. Editorial Fundamentos. Madrid 2007.

Foto: “Juan Martín El Empecinado”. Francisco de Goya. Óleo sobre lienzo, 84 × 65 cm. Colección privada.

RELECTURA DE LEÍDOS Hombres libres de Acebo (I)