viernes. 29.03.2024

Sierra de Gata en la Baja Edad Media (siglos XIV y XV). El reinado de Alfonso XI

La Baja Edad Media (siglos XIV y XV) se llama así por una razón tan simple como es la de ocupar el nivel inferior de esa Edad en cualquier cuadro sinóptico de nuestra Historia. Fue una época convulsa con graves crisis demográficas, políticas y religiosas pero también fue una época culturalmente brillante que culminó con el esplendor del Renacimiento. El primer rey de Castilla en ese período fue Alfonso XI, llamado en los libros el Justiciero por haber llevado a cabo todas las reformas legislativas que había soñado su bisabuelo Alfonso X. Veamos, someramente, que ocurrió durante ese reinado en Sierra de Gata

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Alfonso XI

Alfonso XI (1312-1350) fue proclamado rey cuando tenía un año de edad al morir de forma inesperada su padre Fernando IV el Emplazado (el curioso lector puede tratar de averiguar el porqué de ese apelativo: es una hermosa leyenda). Durante su minoría la política castellana se caracterizó por las diferencias en la regencia del reino entre su abuela la reina María de Molina, su madre la reina Constanza y su tío el mal llamado infante y famoso escritor don Juan Manuel.

Durante esa minoría la Sierra de Gata experimentó pequeños e intrascendentes cambios. Sabemos, por ejemplo, que en 1318 cuando se destituyó al maestre de Alcántara frey dom Ruy Vázquez y en su lugar se nombró a dom Suero Pérez volvió a reaparecer un comendador de Moraleja, y que ese mismo año el nuevo maestre confirmó el fuero de Cilleros a la vez que autorizaba a los vecinos de la villa para comprar trigo destinado al autoconsumo en cualquier lugar de la Orden sin que por ello tuviesen que pagar portazgo; esa exención tributaria no era extensible a los comerciantes.

Alfonso XI fue declarado mayor de edad cuando murió su abuela la gran doña María de Molina. Tenía catorce años y aunque cabe pensar que a tan corta edad no podía tener las ideas claras, nada más lejos de la realidad. Para intentar romper la oposición interior solicitó la mano de doña Constanza Manuel, hija del intrigante don Juan Manuel, quien había sido uno de los más tenaces adversarios de su abuela, doña María de Molina. Los esponsales se celebraron en 1325, y como los futuros esposos eran demasiado jóvenes, se aplazó la boda hasta 1329.

Pero en el intervalo, y por puros intereses políticos el rey cambió de opinión, rompió el compromiso con Constanza Manuel y pidió para sí y para su prima Blanca la mano de los infantes portugueses María y Pedro, hijos de Alfonso IV, el segundo de los cuales era el heredero de la corona. La boda de Alfonso XI se celebró el año 1227 en Alfaiates y los esponsales de su prima Blanca con el príncipe portugués don Pedro en Fuenteguinaldo. En las capitulaciones matrimoniales se estableció la mutua entrega de varios castillos como prueba de garantía; posiblemente el de Eljas fuera uno de ellos. El recién casado tenía diez y seis años y su esposa catorce.

El matrimonio del rey castellano con la infanta portuguesa, en contra de lo acordado dos años antes con don Juan Manuel provocó la rebeldía de éste y de otros prohombres de la corte. Uno de ellos fue Hernán Rodríguez de Balboa, prior de la Orden del Hospital de San Juan en Castilla, bajo cuya jurisdicción estaba la encomienda de Trevejo. Hubo por aquí una cierta efervescencia, poca, pero en cualquier caso el maestre de Alcántara frey Suero Pérez Maldonado se dio una vuelta por la Sierra a ver que pasaba. No pasaba nada, mas aprovechó el viaje para arreglar algunos pequeños asuntos. Por ejemplo: los vecinos de La Moheda se quejaban del mal trato que les daba el administrador Gonzalo Yáñez, hijo de un tal Juan Amigo. El maestre despidió al malo de Gonzalo Yáñez y encargó el mismo menester a un nuevo administrador que ¡oh casualidad! también se llamaba Gonzalo Yáñez, pero que tenía sobre su homónimo el mérito no desdeñable de ser sobrino del propio maestre.

Volvamos a la telenovela de las bodas reales. Bien fuera porque debido a la corta edad del rey y más aún a la de su esposa las relaciones sexuales entre ambos no fueran satisfactorias o bien porque como en casi todos los matrimonios regios los esposos no se amasen, el rey se sentía incómodo. En 1329 tenía diez y ocho años. Alfonso XI conoció a Leonor de Guzmán, una joven viuda un año mayor que él, de la que la crónica dice que “era en fermosura la mas apuesta muger que avia en el Reyno”. El flechazo entre ambos fue inmediato. La bella Leonor al principio se resistió a los requiebros del rey quien no dejaba de ser un hombre casado, pero al final sobre los convencionalismos se impuso el amor. Aquel amor, sincero y leal, entre ambos duró tanto como sus vidas. Tuvieron diez hijos, bastante dados cuando fueron mayores a crear problemas. Doña Leonor, esa gran mujer que hay siempre detrás de todo gran hombre, se opuso a que el rey anulase el matrimonio con la reina (lo que no hubiera sido difícil ya que eran primos hermanos y los papas de la época eran unos donnadie ) para ocupar ella su lugar. Es más, incluso animaba a Alfonso XI para que cumpliera de vez en cuando con sus deberes de esposo, y así, en 1332 la reina doña María dio a luz al ansiado heredero que se malograría y dos años más tarde al príncipe don Pedro, futuro Pedro I.

El príncipe portugués don Pedro, bastante enojado con su cuñado Alfonso XI por el nulo respeto que el rey castellano mostraba hacia a su esposa (hermana del portugués) rompió, en 1332, el compromiso que le unía con Blanca de Castilla y se prometió con Constanza Manuel, anteriormente prometida de Alfonso XI, con la que se casó cuatro años después. Aunque el lector se haya perdido en todo ese barullo de promesas y bodas rotas comprenderá que había llegado el momento de devolverse unos a otros los castillos entregados en prenda cuando se acordaron los dos matrimonios reales.

Como nadie quería hacerlo por las buenas, por considerar que quien había roto el compromiso era el contrario comenzó una nueva guerra entre Portugal y Castilla. Las regiones fronterizas pagaron, una vez más, los platos rotos. Moraleja no acababa de poblarse debidamente y por ello el maestre don Suero Pérez eximió a sus vecinos del pago de portazgo en el territorio de la Orden, pero como casi de inmediato comenzó el conflicto con Portugal tal privilegio quedó en nada.

Entre 1336 y 1338 tuvieron lugar los más graves hechos de armas. La Sierra de Gata quedó bastante empobrecida y semidespoblada, tanto que el recién elegido maestre de Alcántara frey Gonzalo Martínez de Oviedo en la visita que realizó a Santibáñez en 1237 viendo que la villa se iba quedando desierta hubo de confirmarle al año siguiente los fueros y libertades otorgados con anterioridad. Incluso hizo extensivos tales privilegios a las aldeas de la encomienda. El mismo maestre, para que los de Santibáñez pudiesen hacer frente a los gastos de su propia defensa les hizo entrega de las dehesas del Toconal y de La Reina (1238).

Casi simultáneamente tuvo final un pleito iniciado muchos años antes. En 1295 el maestre de Alcántara frey Fernando Pérez Gallego había concedido a los vecinos de Torre de don Miguel el derecho a poder llevar sus ganados al campo de Santibáñez; los habitantes de esta última localidad no dieron demasiadas facilidades, por lo que los de Torre recurrieron a la justicia del maestre. Cuarenta y tres años más tarde el maestre frey Gonzalo Martínez de Oviedo hizo caso a las reiteradas quejas de los de Torre y les concedió el ansiado derecho de pastaje.

Ese frey Gonzalo Martínez de Oviedo era bastante amigo del rey, pero quedó vacante el maestrazgo de Santiago y pretendió que se le nombrase a él. El rey otorgó el cargo a dom Alonso Meléndez de Guzmán, hermano de su amada Leonor. Frey Gonzalo, lleno de celos perdió el buen sentido y la cabeza –ésta en sentido figurado-, se enfadó con el rey, mandó preparar y abastecer la capital de la Orden y el castillo de Santibáñez y los ofreció a los reyes de Portugal y Granada, es decir, al que primero llegase. Era el año 1340. Los caballeros alcantarinos depusieron a su poco equilibrado maestre, que trató de huir a Portugal. Alfonso XI, quien parece ser era bastante aficionado a cazar por estas tierras en compañía de su amada Leonor de Guzmán (se dice que solía pasar bastante tiempo en Cadalso donde aún se conserva un edificio que se llama la Casa del Rey, aunque en el Libro de Montería no lo cita) llegó a Santibáñez, normalizó la situación y persiguió al maestre. Lo alcanzó en Valencia de Alcántara. Ahora sí que el maestre perdió de verdad la cabeza puesto que fue decapitado. En su lugar se eligió a frey Nuño Chamizo a quien el rey le confirmó la propiedad de Eljas, lo que nos hace pensar que esta villa fue una de las entregadas en prenda a Portugal cuando el matrimonio del rey. Al año siguiente la Orden tomaría posesión por enésima vez de la tan traída y llevada villa serrana.

El maestre Nuño Chamizo debió ser persona tolerante y comprensiva. Veamos. En 1341 los vecinos de Santibáñez que eran pocos o eran pobres, o las dos cosas a la vez, a pesar de las dehesas que se le habían cedido cuatro años antes dijeron al maestre que no podían pagar la subida del impuesto del yantar exigida por el comendador frey Pedro Chamizo, hermano del maestre. El maestre les respondió diciendo que abonasen lo mismo que habían venido pagando hasta entonces: 200 maravedíes para el maestre y 100 para el comendador. Los de Torre de don Miguel se encontraban en la misma situación que los de Santibáñez y también recurrieron al maestre. Obtuvieron igual resultado: pago de los 300 maravedíes.

El antes citado comendador frey Pedro Chamizo, por aquello del parentesco con el jefe, debió creerse con atribuciones superiores a las que realmente le correspondían y visto su fracaso ante los vecinos de Santibáñez y Torre intentó liar a los de Gata. Estos recurrieron al buenazo de don Nuño quien concedió a Gata (1341) su propio fuero o carta de exención respecto al comendador de Santibáñez, es decir, los derechos establecidos en el fuero de Alcántara: que en el futuro tanto el alcalde como el escribano de esta villa fuesen elegidos conjuntamente y en buena armonía por el propio concejo de Gata y el comendador de Santibáñez; y además, que pudiesen celebrar mercado todos los domingos del año.

Y los de Gata, que no debían ser mudos, al año siguiente volvieron a pedir al maestre que les favoreciera. Desde tiempos atrás existía una comunidad de pastos en los baldíos de Gata, Villasbuenas, Santibáñez, El Campo, Hernán Pérez, Torrecilla, Cadalso y Torre, pudiendo pastar unos y otros en cualquier término mediante el pago de los correspondientes derechos de montazgo. A los de Gata esto no solamente les parecía bien, sino que les parecía poco y quisieron hacer otro tanto en pueblos que no pertenecían a esa comunidad de pastos. Se lo contaron a dom Nuño y éste decidió que los gateños no pagasen pontazgo cuando pasasen por cualquier tierra de la Orden, incluido Peñafiel en Zarza la Mayor, que era algo así como la joya del maestrazgo. El mismo frey Nuño Chamizo viendo que Cilleros no iba bien hubo de confirmar el fuero y privilegios concedidos con anterioridad a la villa.

Con gran disgusto de todos en general y de los gateños en particular dom Nuño Chamizo murió ahogado en el río Guadarranque, junto a Algeciras, el año 1343 al intentar socorrer un castillo asediado por los moros.

El buen rey que fue Alfonso XI, el buen rey que intentó embridar a la nobleza para que las gentes del común fueran más libres, falleció en 1350 a causa de la peste negra al sitiar Gibraltar. Tenía 39 años. Cuando doña Leonor acompañaba al cadáver de su amado hacia Sevilla fue detenida y encerrada en el Real Alcázar. Desde allí se la trasladó a Carmona y más tarde a Talavera de la Reina donde la despechada doña María de Portugal, la reina viuda, mandó asesinarla al año siguiente. Acababa de cumplir cuarenta y un años. ¡Que ambos amantes descansen en paz!

La reina viuda, una arpía que incluso cuatro años después conspiró contra su propio hijo el rey Pedro I, vivió seis años más. Había dispuesto ser enterrada junto a su esposo el rey Alfonso XI. Éste desde el más allá debió pensar que si su compañía no había sido grata en vida tampoco lo sería tras la muerte y fueron enterrados en lugares diferentes.

Nota confidencial. Quien firma estas líneas siempre ha mantenido que los valores más preciados del hombre son la libertad y el amor. Por eso le gusta oír con alguna frecuencia las canciones “Amor sin límites” de José Luis Perales (inspirada en 1 Corintios, 13, 1-13 que se lee en tantas bodas) y “El amor” de Julio Iglesias. Y ha aplaudido y aplaude los verdaderos amores y más aún cuando ésos amores verdaderos son difíciles o imposibles (como el de él y Ella). De ahí su admiración por la pareja de enamorados Alfonso XI-Leonor de Guzmán y la conmiseración por ésta.

Sierra de Gata en la Baja Edad Media (siglos XIV y XV). El reinado de Alfonso XI