martes. 23.04.2024

Los sonidos callados envuelven el embalse de Rivera de Gata en esta mañana de primavera. El silencio se conjuga en todos sus tiempos, poniendo a prueba la emoción de escuchar atentamente y captar los minúsculos sonidos enmudecidos, de dejarse llevar por el silencio, tímidamente roto por la ligera brisa que remueve el agua embalsada y que provoca tenues ondas sobre la superficie. El sonido sordo y fugaz que provoca algún pez en su efímera salida a la superficie. Singular, cuando menos, me resulta escuchar como se desvanecen estos sonidos callados, enmascarados por un lejano avión que sobrevuela la zona y que daña esta calma... esta paz.

Sonidos callados por el olvido del tiempo, como asevera una majada anegada por el caudal de las aguas, mientras sus restos de piedra juegan con esta mar rizada, que  anhela convertirse en arbolada, en un mar embravecido de altas olas. El sonido lejano de la avifauna, variación tras variación, intentando vencer esta soledad que lo inunda todo, al igual que el continuo obstinato de insectos, o el secreto rumor del delicado aleteo de las alas de una mariposa, que proclama su presencia entre abandonas colmenas y sobre la policromía de multitud de flores. Y otra vez, una vez más el sonido de un avión burlándose de este esfuerzo, absurdo y desapercibido por nuestra propia abstracción. 

Música callada. Soledad sonora que evoca la poesía de San Juan de la Cruz, la música de Federico Mompou. La voz de silencio, el silencio entre los sonidos, los sonidos de las notas, las notas que proclaman las palabras nunca dichas.

Paisajes Sonoros X: Los Sonidos Callados del embalse Rivera de Gata