viernes. 29.03.2024

El pasado día 24 Philippe Camus salió, el pasado martes, por la puerta de la muerte y según una de las tradiciones que más le enseñó en vida, la budista, salió para abrir una nueva puerta a otra vida, en la que continuar el viaje de la existencia, con el único propósito de aprender la lección que esta universidad de la vida tiene como única asignatura: el amor. Y Philippe amó mucho, con intensidad, pues era un guerrero, de los de antes, capaz de saltar desde un avión en pleno desierto a lo desconocido y luchar por lo que creía. Un guerrero capaz de reconocer en un momento de su vida que lo que creía ya no era suficiente para motivar la intensa sed de plenitud que tenía, y enfrentar la corriente social del momento, “el que dirán”, soltando un proyecto vital de éxito económico y prestigio que no tenía la profundidad e intensidad que él buscaba.

Lo soltó todo cuando fue consciente de que su agenda de ejecutivo tenía apuntado con quien iba a comer en loa tres meses siguientes, cuando contempló su armario lleno de ropas lujosas, y comprendió que todo eso le oprimía la sed de libertad y aventura que palpitaba en su corazón. Cerró una puerta para abrir otra, pues la vida es un ensayo general para aprender a morir a lo que ya no nos sirve y viajó al corazón de Oriente, donde maestros luminosos como el Lama Yeshe le esperaban para señalarle con su sabio dedo la luna de la realización espiritual, que a partir de ahí le acompañó siempre junto a un deseo de experimentar la vida con máxima intensidad. Un hombre de contrastes, que le hacían sumamente atractivo.

Amante de la buena vida, de la belleza, hombre de intensa fertilidad en todos los aspectos, de cuyo tronco salieron múltiples ramas, vástagos que le acompañaron en su peregrinar por el mundo, buscando lugares de belleza natural para vivir, hasta llegar a un lugar que por su silencio y misterio, un bosque de robles en una Sierra, en aquellos tiempos desconocida, le hizo exclamar por dentro, ¡este sería un buen lugar para morir! Y plantó su tienda de nómada. Que por los dones que le había dado la vida convirtió en un pequeño universo por todos conocidos: Lalita.

En las laderas del Jálama, a las faldas de una montaña sagrada que le conquistó el corazón, su creatividad desbordante, su capacidad de trabajo, -era fuerte como un toro- y no le tenía miedo al esfuerzo, empezó a sembrar los prados del Linar con edificios llenos de encanto, de ingenio arquitectónico, muestras de un hombre inspirado que contaba que él, cuando veía un espacio donde empezar a construir no hacía planos, sino que una intuición confiada guiaba cada elección, cada paso, que llevaba implícito el siguiente, y ese contramuro casaba bien con ese pilar, que sostenía ese otro pilar que surgía de su visión y que se cosía  con el siguiente, hasta realizar techos que son obras de arte, como los del templo o la sala del círculo. Edificios llenos de magia como la biblioteca con sus grandes ojos de búho mirando al Jálama o la escuela con sus alas de águila desplegadas. Es nuestro particular Gaudí extremeño-francés.

Lalita fue una revolución para la Sierra de Gata, ya que Philippe era un personaje de las mil y una noche y se sentía libre para vestir turbante, sombreros afganos, camisas de lino naranjas venidas de lejanos países, le gustaba ser el mismo. Y  también, porque durante años de construcción, dinamizó económicamente la zona y muchos trabajaron con él, aprendiendo a construir con curvas sinuosas, con belleza y muchos decidieron quedarse en la Sierra después de conocerla. Poco a poco el valle del Linar se fue convirtiendo en un pequeño cosmos, en un pequeño poblado, al que acudía gente de todas partes a transformar sus vidas en un lugar que acogía y retaba a crecer.  Lalita creó escuela.

Y con los años este proyecto se convirtió en un centro de crecimiento personal conocido internacionalmente, al que acudían españoles, japoneses, americanos, europeos, australianos, para asistir a retiros de meditación de monjes budistas venidos de Birmania, o de monjes tibetanos que con sus ritos llenaban el bosque de banderillas de colores, o sufíes palestinos de turbantes verdes que llenaban la montaña de cantos al amado, de taoístas de movimientos dulces que acariciaban el espacio.  Lalita con su logo de un sol brillante los recibía a todos, pues Philippe casaba bien con el poema de Ibn ‘Arabi: “Ahora, mi corazón se ha convertido en el receptáculo de todas las formas religiosas: es pradera de las gacelas y claustro de monjes cristianos, templo de ídolos y kaaba de peregrinos, Tablas de la Ley y Pliegos del Corán, porque profeso la religión del Amor y voy a donde quiera que vaya su cabalgadura, pues el Amor es mi credo y mi fe.”

Su creación atrajo a personas venidas de todo el planeta e hizo del lugar una expresión de su fuerza, de su amor al disfrute de los sentidos, a la vida: el agua, la noche, el fuego, la música, la danza, el humor, los cantos, el arte, la meditación, la belleza… Todo ello tejió una red de amigos, que gustaban de celebrar en un lugar privilegiado, al que Philippe cosió su vida y sus talentos y puso a disposición de todos. Y a todos los recibió, los cuidó, les retó, les pagó los estudios o el carnet de conducir, les regaló tierras, les ayudó a construir sus proyectos, nos cocinó como una madre amorosa los chapatis más ricos del mundo, nos llevó de viaje, nos alegró con sus risas, su humor, su amor, pues era un hombre generoso que dijo un gran sí a la vida. Y si un hombre se mide por los corazones con los que se cruzó para aprender la lección de la vida, Philippe se cruzó con miles, y en muchos dejó para siempre su huella y en algunos es una huella de amor que con la muerte se convierte en eterna, pues pierde los límites del tiempo y el espacio.

Y dicen los sabios que las personas que amamos cuando vuelan más alto que el aire se llevan un poco de nosotros más allá del más allá. Así que el viaje continúa, juntos: Philippe y su gran familia se han ido de viaje a abrir nuevas puertas, seguro nos encontraremos en cualquiera de las estancias de este universo infinito.

IMAGEN DE SANTI CAMUS

Este diario lo hacemos todos. Contribuye a su mantenimiento

ING Direct - Sierra de Gata Digital
Nº CC ES 80 1465 010099 1900183481

Philippe Camus. In memoriam