viernes. 29.03.2024

21 de febrero, Día Mundial de las Lenguas Minoritarias

En el análisis de las relaciones y vinculaciones lingüísticas de la raya merece sin duda una atención especial la peculiar situación del Valle de Jálama, de “os tres lugaris”, Valverde del Fresno, Eljas y San Martín de Trevejo. Se encuentran estos enclaves situados en la zona noroccidental de la provincia de Cáceres, en las estribaciones de la Sierra de Gata. Responden en su origen a un proceso de repoblación.

En el análisis de las relaciones y vinculaciones lingüísticas de la raya merece sin duda una atención especial la peculiar situación del Valle de Jálama, de “os tres lugaris”, Valverde del Fresno, Eljas y San Martín de Trevejo. Se encuentran estos enclaves situados en la zona noroccidental de la provincia de Cáceres, en las estribaciones de la Sierra de Gata. Responden en su origen a un proceso de repoblación. El habla de estas tres localidades procede en principio de un galaico-portugués medieval, aunque no puedan negarse en absoluto influjos posteriores del leonés, de los dialectos portugueses circundantes y del español de las localidades más cercanas. La población actual de las tres localidades es de alrededor de 5000 personas (habría que sumar la inmigración), con un alto porcentaje que se expresa o que al menos entiende perfectamente a fala. En cada una de las tres localidades el habla recibe un nombre distinto, reflejo de las pequeñas diferencias existentes en ellas, que en ningún caso impiden una adecuada intercomprensión: “mañegu” en San Martín de Trevejo, “lagarteiru” en Eljas y “valverdeiru” en Valverde del Fresno.

La consideración social de “a fala” es alta en la actualidad entre sus habitantes, que se muestran orgullosos, aunque no siempre haya sido así. Durante mucho tiempo se procuró eliminar políticamente esta situación, por ejemplo no permitiendo que hubiese maestros de la zona o sacerdotes y representantes de los diversos poderes. Muchas veces he podido escuchar de boca de un sacerdote muy integrado en estos pueblos cómo cuando hace ya años (pero no demasiados) un niño se dirigía a él en fala, los padres le reprendían y le decían: “niño, al señor cura en castellano”. Otro dato que implica una clara diferencia de valoración: durante mucho tiempo era frecuente escuchar que, sobre todo la modalidad de Valverde, se denominaba “chapurreau”, término claramente peyorativo. Hoy los hablantes rechazan inequívocamente esta forma.

Los hablantes de estas tres poblaciones tienen mayoritariamente como lengua materna “a fala”, con independencia de cuestiones como la edad o la condición social. Sin embargo, cuando el interlocutor habla español el registro se cambia de inmediato y emplean un español que no posee los rasgos esenciales de los pueblos limítrofes extremeños o salmantinos. Emplean un español escolar, donde por ejemplo no existe aspiración de eses ni de otras consonantes.

En los últimos años han aparecido diversas revistas y publicaciones en “fala”, que ha supuesto un afianzamiento de estas modalidades. Y un reconocimiento del prestigio lingüístico por parte de sus hablantes. Además con un enorme respeto por la peculiaridad de la situación de bilingüismo que poseen sus habitantes. Es un ejemplo inequívoco de convivencia ante un tema que en más de una ocasión suele encrespar innecesariamente los ánimos. Pero además la concesión de “a fala” como Bien de Interés Cultural por parte de la Junta de Extremadura supuso, en mi opinión, un espaldarazo muy significativo para poder mantener viva esta realidad, que supone una enorme riqueza cultural para la región.

Me gusta ir siempre que puedo a la escuela de estos pueblos porque es una experiencia muy grata comprobar cómo los niños, que han estado en clase hblando en español, cuando salen al recreo inmediatamente “falan”. Las experiencias que se han sucedido en el ámbito escolar de estos pueblos, con materias en la que la integración lingüística era plena, como puede ser el caso de las ciencias naturales con la existencia de huertos cuidados por los propios niños en que hablaban en su lengua materna de los productos plantados allí, es muy positiva. Lástima que por motivos económicos no siempre tenga continuidad, pese al entusiasmo de los profesores. O las representaciones teatrales que se han llevado a cabo por los niños también en “a fala”. Me parece que habría que incidir en esta vía.

La mejor prueba de que está viva entre los jóvenes puede observarse en un hecho. Cuando se comunican entre ellos a través de las redes sociales lo hacen en “fala” de modo generalizado.

Una cuestión muy diferente es el paso de la la “normalización” y “normativización”, situación que se ha planteado en diversas ocasiones. Aquí veo sinceramente el peligro de injerencias externas de tipo político. Y cuando la política se mezcla con los aspectos lingüísticos el resultado suele ser nefasto. No veo sencilla la unificación, ya que el grado de castellanización o las diferencias fonéticas entre los tres pueblos son más que evidentes. Y no puede hacerse permitiendo la primacía de una localidad sobre las otras dos.

Habría que huir también del peligro de intromisión en lo que debe ser decisión fundamentalmente de quienes “falan”. Los que estamos interesados por el tema, por causas filológicas o culturales y desde cualquier lugar (Galicia, Portugal, Extremadura o de donde sea) podemos apoyar, ayudar, pero nunca decidir. La lengua pertenece a los hablantes y éstos son quienes han de señalar cómo desean practicarla, en qué medida y con qué limitaciones.

Es un verdadero milagro lingüístico el que “a fala” haya logrado sobrevivir durante tantos siglos gracias a la persistencia de los hablantes de estas tres localidades. Supone desde luego un rico tesoro patrimonial que merece el cuidado y la atención de todos nosotros.

21 de febrero, Día Mundial de las Lenguas Minoritarias