viernes. 29.03.2024

Defensa de las mancomunidades de municipios

Hace ya tiempo un amigo enunció un postulado que dice: "Para ser político profesional o peón de cualquier cosa no hace falta ninguna cualificación previa". En su honor los otros amigos lo denominamos "postulado Padilla". Como cualquier otro postulado es indemostrable pero ha de admitirse que de él se derivan verdades demostrables.

Hace ya tiempo un amigo enunció un postulado que dice: "Para ser político profesional o peón de cualquier cosa no hace falta ninguna cualificación previa". En su honor los otros amigos lo denominamos "postulado Padilla". Como cualquier otro postulado es indemostrable pero ha de admitirse que de él se derivan verdades demostrables. Años antes se había formulado el famoso principio de Peter: “En una institución jerarquizada todo empleado tiende a ascender hasta alcanzar su nivel de incompetencia”. Ambos, postulado y principio, se complementan perfectamente y su validez se demuestra continuamente. Por ejemplo: muchos dirigentes políticos -y no digamos ya sus asesores- no tienen ni puñetera idea de cual es su función pero como a pesar de ello no la realizan mal del todo (lo que demuestra que sus cargos son innecesarios) son ascendidos a otro empleo superior (que sí puede ser necesario). Alcanzan entonces su nivel de incompetencia y a partir de entonces se cumple, inexorablemente, el corolario de Peter: a partir de ese momento las cosas marchan peor. Todos conocemos a alguien, alcalde, diputado, ministro e incluso vicepresidentes de gobierno que no hicieron nada y por eso no metieron la pata demasiado. Como no habían metido la pata, y además eran sumisos, se les ascendió; es decir, alcanzaron su nivel de incompetencia; a partir de ese ascenso, todos, incluidos ellos mismos, estamos peor. Se podría incluso afirmar que cuanto mayor es el cargo más incompetente e ignorante de la realidad puede ser el mandamás. (Confieso, no humildemente, que esto ya lo he escrito en otro sitio y que entonces y ahora después de decirlo me quedé relajado y que en ambas ocasiones mi cabeza se llenó con un tropel de nombres que aseveran lo antedicho; si alguien me los pide se los doy).

Esta introducción viene a cuento porque todos oímos decir hace un tiempo a alguno de esos no cualificados e incompetentes que nos ¿gobiernan? que como hay que ahorrar es necesario suprimir ayuntamientos. Dado que la gente se resistió dijeron que lo que sobraban eran las diputaciones provinciales. Cuando se les hizo ver que esto último es un despropósito porque las diputaciones cuestan poco dinero y prestan servicios esenciales alegaron, como justificación, que no son instituciones democráticas y que sus funciones pueden ser asumidas por los gobiernos de las comunidades autónomas. Esos enteradillos ignoran que las diputaciones son las únicas instituciones cuyos dirigentes (diputados provinciales) están realmente vinculados al distrito en el que residen y que han sido elegidos por los concejales de la zona. Cuando se les sugiere que visto el centralismo irracional y el despilfarro de los gobiernos de las comunidades autónomas lo mejor es que se les quiten competencias en lugar de darles otras nuevas, los iluminados dicen que bueno, pero que en ese caso hay que suprimir las mancomunidades de municipios que vienen a ser como unas diputaciones de segundo nivel. ¡Vamos, que la moda para esos incompetentes, pero presuntos entendidos es suprimir algo, lo que sea: la extraordinaria de navidad, la investigación, médicos y profesores, ayuntamientos, diputaciones, mancomunidades, etc.!

Uno se sorprende de que tíos que no han salido nunca de un despacho o que si han salido para ir a un pueblo lo han hecho en plan Indiana Jones se atrevan a pontificar o a legislar sobre lo que desconocen. Cuando el gran jefe, se llame como se llame, da un decreto o las Cortes generales aprueban una ley suelo someter la nueva norma a ni regla del nueve particular. ¿Se podrá aplicar en mi pueblo? En la mayor parte de los casos la respuesta es no o lo que es lo mismo la mayor parte de las leyes y reglamentos sólo pueden aplicarse en la gran ciudad, es decir en el espacio donde viven los personajes no cualificados que nos gobiernan y que en su estrechez de miras e incluso de conocimientos es para ellos el único existente. Los pueblos pequeños (tales como los de Sierra de Gata) parece que están condenados a vivir en otro mundo, un mundo que está fuera de la estrecha realidad que perciben los tíos de los despachos de gobierno en la capital.

Y si digo lo anterior es porque la propia experiencia así me lo ha enseñado. Hace ya mucho tiempo, cuando la democracia actual daba los primeros pasos, tuve el gran honor de ser elegido alcalde (el primer alcalde constitucional) por mis convecinos de Villamiel. Los problemas que sufrí eran similares a los que hoy tiene cualquier alcalde. Por ejemplo, y para no cansar, no sabía que hacer desde el punto de vista legal en cuestiones urbanísticas ni en licencia de obras, contratar maquinaria para hacer obras con cargo al presupuesto municipal me salía por un ojo de la cara, el abastecimiento de agua y la red de saneamiento me quitaban el sueño. En ningún caso podía recurrir a organismo u organización que me aconsejase, la Diputación Provincial, que por otro lado me prestaba eficaces servicios (asesoramiento en aspectos presupuestarios, recaudación de impuestos, construcción de un camino vecinal que uniera las dos entidades de población de mi municipio, etc.) no podía ayudarme y por eso yo metía la pata más de lo necesario.

Años más tarde, estando alejado de aquí y de cualquier actividad política, me enteré de que se había constituido la Mancomunidad de Municipios de Sierra de Gata. Me alegré pensando tanto en los alcaldes como en los vecinos: muchos de los problemas que yo había tenido, y por derivación mis paisanos, ya no lo serían, la Mancomunidad ayudaría a resolverlos. Y ayudó y ayuda.

Y ahora vienen unos listillos ¿descerebrados o incompetentes? de despacho y dicen que hay que suprimir las mancomunidades. He visto el organigrama de varias de ellas. Junto a técnicos de todo punto necesarios puede que en alguna se hayan creado departamentos o secciones que tienen poco o nada que ver con la actividad municipal. Puede que en ellas se haya colocado, dado trabajo, a enchufados sin cualificar que son amigos, parientes o fámulos del caciquillo de turno. En estos casos puede que sea necesario suprimir esos empleos inútiles y de relumbrón, pero el suprimir las mancomunidades sin más, privar a los municipios de los técnicos que realmente necesitan e incluso pueden pagar es un sinsentido que además de no servir para ahorrar gastos, porque sus funciones tendrán que ser asumidas por otras instituciones, dejaría a nuestros ayuntamientos y a nuestros alcaldes en la misma orfandad en la que yo me encontré.

Mas, me temo lo peor porque como se dice en mi pueblo si un tonto coge un camino seguro que el camino se acaba pero el tonto seguirá caminando. En este caso como al listillo de turno se le haya metido en la cabeza la idea de suprimir lo que sea, ni el señor Rajoy, ni la señora Merche, Merkel o como se llame, le hará desistir de la tontería que él cree es una idea genial. ¡Nos vamos a enterar! En lugar de tener que ir al pueblo de al lado, donde tiene su sede la mancomunidad, tendremos que ir a la capital provincial o a la regional que nos quedan a más de cien o doscientos kilómetros. Cada vez se nos hace más evidente la validez del postulado Padilla y del principio de Peter.

Defensa de las mancomunidades de municipios