viernes. 29.03.2024

El olmo (Ulmus minor. Miller) en la botica serrana

Por desgracia está en peligro de extinción, ya que desde hace años está siendo atacado por la enfermedad de la "Grafiosis", producida por un hongo ofiostoatáceo, que obstruye los vasos y acaba secando las hojas sin remedio. Infructuosos han sido los intentos por salvar ejemplares centenarios como el famoso olmo de Torre de Don Miguel, así como otros muchos ejemplares que existían en el Jardín Botánico de Coria

Ulmus carpinifolia
Ulmus carpinifolia

Álamo negrillo, ormo, olma, llameda, ulmo, olmiro, negrilho, mosqueiro o simplemente olmo es como se conoce a este árbol de porte elevado y robusto que puede superar los 20 metros de altura, que siempre ha adornado los paisajes de la Península, especialmente en las zonas de ribera.

De hoja caduca, sus ramas se llenan de pequeños ramilletes de flores verdosas, antes de cubrirse de hojas verdes, simples, alternas, aovadas, puntiagudas y asimétricas, su borde es aserrado y su peciolo corto. Forman una copa amplia y densa, que proyecta una sombra intensa y refrescante.

Algunos insectos, pican en sus hojas y ponen sus huevos, produciendo un crecimiento desmesurado de las mismas, formando finalmente una agalla verde o rojiza, tan llamativa y gruesa que antiguamente se creía que era su auténtico fruto.

Sus flores se encuentran agrupadas en glomérulos que brotan sobre desde sus ramas, de color verdoso o pardo, disponen de un envoltorio acopado con sépalos y estambres salientes. Se transformarán en frutos antes incluso de que se formen las hojas, unos frutos aplastados que parecen hojuelas ovales, que disponen de alas para diseminar su simiente lejos y poder conquistar nuevos terrenos.

Las flores aparecen entre febrero y marzo, antes de la primavera y los frutos en abril.

Por desgracia está en peligro de extinción, ya que desde hace años está siendo atacado por la enfermedad de la "Grafiosis", producida por un hongo ofiostoatáceo, que obstruye los vasos y acaba secando las hojas sin remedio.

Infructuosos han sido los intentos por salvar ejemplares centenarios como el famoso olmo de Torre de Don Miguel, así como otros muchos ejemplares que existían en el Jardín Botánico de Coria, donde intentamos sin éxito aplicar todo tipo de tratamientos, que tan solo conseguieron aplazar lo inevitable.

Por todo ello, se han ido introduciendo especies más resistentes a la enfermedad que han sustituido en nuestros parques y jardines al olmo negrillo. Silvestres, tan sólo sobreviven los ejemplares más jóvenes, que cuando alcanzan grosor son atacados por la enfermedad transmitida por un escolitido que hace el trabajo sucio.

En Villasbuenas de Gata, podemos admirar algunos de los pocos ejemplares de olmo negro con cierta edad que sobreviven en nuestra Sierra.

Virtudes

Su corteza oscura contiene hasta el 3 % de taninos, fitosterina, flobafeno, etc... Especialmente por sus taninos, es muy astringente y la corteza interna

como sudorífico, en forma de infusión y en pomada contra afecciones de la piel.

Las ramas más jóvenes contienen un mucílago que era considerado como uno de los mejores remedios contra las quemaduras.

Para preparar un eficaz sudorífico, utilizaremos la parte interna de la corteza, cociendo unos 15 gramos durante 10 minutos, tomaremos una taza endulzada al gusto y bien caliente antes de acostarnos.

Contra las afecciones de la piel y para curar todo tipo de heridas, podemos preparar una pomada con unos 50 gramos de corteza interna, la cual cortaremos en trozitos y le añadiremos unos 150 gramos de aceite de oliva de la Sierra de Gata. Calentaremos al baño maría durante 30 minutos y tras dejarlo enfriar, repetiremos la operación al día siguiente, filtraremos el resultado y otra vez al baño maría añadiremos unos 50 gramos de cera virgen, removiendo hasta que la cera funda y se incorpore al aceite.

Con esta pomada, una vez fría, trataremos la piel dañada o afectada por algún problema, herida o úlcera.

Antiguamente, sus hojas fueron consumidas a modo de hortaliza para matar el hambre, en su estado más tierno.

Como ejemplo de su longevidad y permanencia es famosa la "Leyenda del olmo de Riopar Viejo":

El marido de una joven llamada Zulema tuvo que ir a luchar en la guerra. Zulema pasó día y noche desesperada rezándole a Dios para que no le pasase nada y cuidando su jardín cuyo suelo era piedra. Pero al volver las tropas, unos jinetes le anunciaron a Zulema que su esposo había muerto luchando fielmente en la guerra. Estos le trajeron a su esposo, que este no soltaba ni aún muerto su cimitarra, como si guardase un gran tesoro, en su mano derecha.

Zulema mandó preparar una tumba para su entierro en el jardín que entonces tuvo un aspecto todavía más triste y melancólico. Zulema lloró desconsolada día y noche sin descanso sobre la tumba de su amado pero, al llegar la primavera, de esa tumba toda de piedra, brotaron verdes tallos que fueron creciendo hasta hacerse un tronco muy fuerte y que le daba a Zulema la sombra que necesitaba para calmar su dolor. Pasado el tiempo y sintiendo llegada su hora postrera, Zulema le dijo al árbol abrazada a su corteza: "Quiero dormir a tu sombra, donde mi esposo me espera; con su amor te dio la vida y mi amor te dará fuerza, verás caer a la torre, al castillo y sus almenas, así a través de los siglos serás símbolo y emblema de que el amor siempre arraiga hasta en la más dura piedra".

El olmo (Ulmus minor. Miller) en la botica serrana