jueves. 28.03.2024

Querido amigo Silvestre

Es tanto así que una de mis obras causó tantas penas a mi esposa que guardo la evidencia de que originó mi viudez. Todo porque una mujer ignorante o mal dirigida se creyó retratada en uno de mis escritos y, un anónimo de ella, me produjo un proceso y una prisión

 

In Memóriam.

Silverio LanzaAl insigne escritor Silverio Lanza,

precursor de la Generación del 98,

en el CIV aniversario de su muerte.

Sr. Don Silvestre Paraqué

Querido amigo:

¿Llegará esta carta a manos de usted?

Si llega hágame el favor de decirme si sigue usted por las sierras lusitano-vettónicas y si es esta la dirección donde debo enviarle algunos de mis escritos.

También, espero que pronto, tenga usted mi último librito, aunque mejor fuera, como bien aconseja mi amigo Nicasio, viniese V., a buscarlo.

Si no llega esta carta a su destino pido a Gedeón que venga a comunicarlo. No se ría viejo ácrata, “la ignorancia de las leyes no excusan su cumplimiento”, al menos eso dicen, en mal castellano, nuestros gedeones gubernamentales.

Quedé enterado del goce de su buena salud por mi buen amigo Nicasio, con quien comparto tertulia semanal en un discreto banco del parque del Paseo de la Estación. El imparable correr de los años, me impide compartir la palabra y gozar del verbo en los viejos cafés literarios y degustar de exquisitas viandas y añejos caldos, como antaño era la sana costumbre de nuestros incombustibles cuerpos. 

Bien es cierto que hecho en falta una comida sabrosa y un vino alejado de ese mosto espeso que venden en las tabernas y que se puede cortar con un cuchillo. Pero yo, como bien me aconsejó cierto día, amigo Geìdeìon (vers 1550), huiles sur bois de Martin van Heemskerck, au Museìe des Beaux-Arts de Strasbourg. A l'origine, un tableau (perdu)avec la Vierge eìtait placeì entre les deux panneaux.Silvestre, bebo ahora agua fresca de un botijo, que dejo serenando toda la noche envuelto  previamente en un trapo húmedo. Tenía usted razón: esto es una delicia. Es el pantano, el riego de la garganta y de todo el cuerpo, ya que, además de beber, se puede uno dar una ducha con el agua del botijo, si se quiere. Yo me paso las noches leyendo y bebiendo a chorro. Saber beber de un botijo a chorro, es indiscutiblemente, saber ser hombre del pueblo. 

Fue a raíz de un artículo aparecido en la prensa denominada “Sierra de Gata Digital”, donde veo tiene asiento su historia. 

Mis aventuras, como gusta decir a mis amigos literatos, han empezado a degustarse en otro noticiero denominado “El Buzón”, donde tienen mejor acogida que mis tristes y aburridos libros y eso que, cuando la triunfante reacción fusilaba a los liberales, ya escribía yo libritos que me acarrearon la persecución insidiosa, la persecución legal, la imposibilidad de ejercer cualquiera de mis profesiones, la cárcel, muchas tristezas  y muchos gastos. 

Es tanto así que una de mis obras causó tantas penas a mi esposa que guardo la evidencia de que originó mi viudez. Todo porque una mujer ignorante o mal dirigida se creyó retratada en uno de mis escritos y, un anónimo de ella, me produjo un proceso y una prisión

Hoy, cuando leo las obras que, honrándome, me envían jóvenes escritores tengo la jactancia de creer que me deben la libertad que disfrutan. 

Pueden agradecérmelo o no agradecérmelo, pero no pueden ustedes excusar el agradecimiento asegurando que su libertad es fruto natural del tiempo... Y no pueden ustedes excusarse así, porque seguimos sufriendo las mismas persecuciones, (más sibilinas), que en otros tiempos, para vergüenza de liberales y progresistas de hoy. Si no que se lo pregunten a la prensa libre, a la prensa libertina, a la prensa interesada y a la prensa sonrosada..

En cualquier caso deseo que Dios dé a todos salud para comerse el pato que yo pagué. Lo que ruego a todos, encarecidamente, es que dejen de tomarme por espía de los jesuitas, entre otras cosas porque no sé qué interés puede llevar  a los jesuitas a tener un espía. Lo digo no como desahogo de mi hígado, sino de mi conciencia sana y reposada.

Espero perdone, Silvestre, mi petulancia si le pregunto si dispone todavía de mis libros. Si no es así dígamelo para reenviarle alguno de los que conservo para estas ocasiones. En último término más vale que se lean mis libros por esos lares a que  los leamos aquí nosotros. Pueden seguramente sacarle más partido. Nadie es profeta en su tierra.

Deseo que no haya caído en la tentación o el embaucamiento de prestar mis libros a los caciques, ese sistema de ordenación de la vida comunitaria que ha arruinado España. Usted escuchó mi ardorosa requisitoria en el Ateneo, ellos son culpables de cuantas lacras ofrece la sociedad española, incluida la decadencia cultural. 

Como ve usted, sigo siendo aquel que dice siempre lo que siente, porque la humanidad es respetable y no merece que se le adule o se le insulte. Yo soy un aristócrata que no frecuento el trato de la aristocracia, porque he pensado que si me aplauden, quizá lo hagan por alabar a la clase y si me desprecian lo sentiría muchísimo, porque es más bochornosa la coz de un elegante que la coz de un borrico. 

Usted sabe que siempre se me ha culpado de pesimista, ateo y escéptico. Un fanático de todo lo extravagante, un hombre del desprecio a todo. Si hubiese perseguido el bienestar de mi cuerpo, yo hubiera explotado las blancas, los naipes y las leyes. Pero siempre he aspirado a la inmortalidad y, lógicamente, no quiero nada de lo que dan los mortales. Por eso, resultando novelas mis escritos, yo sólo me dedico a escribir a Dios dándole noticias de lo que pasa en la tierra. 

Esto es algo que pienso seguir haciendo cuando muera pues he llegado a la conclusión, tras arduos años dedicados al estudio de la antropocultura, de que los cadáveres piensan.

Espero la respuesta de usted a esta mi carta, en el deseo de que me aporte datos sobre los infaustos sucesos acaecidos en aquel año triste pasado y que culminaron en la tragedia natural de lamentables recuerdos.

Y llegue o no llegue esta carta a su destino, crea V., que soy el más apasionado amigo y servidor.

q. e. s. m.

Silverio.

Retrato de Silverio Lanza. Dibujo de Cortés publicado en JM Domínguez Rodríguez. “Silverio Lanza y su hermano Narciso”. Ayuntamiento de Getafe. 1983.

Foto.- "Gedeón (1550) agradece a Dios por el milagro del rocío". Pintura del holandés Maarten van Heemskerck. (Public domain).

Querido amigo Silvestre