viernes. 19.04.2024

El Santo Padre y Violeta Parra (y II)

Esa pregunta de Violeta Parra y esa respuesta del Santo Padre es lo que queríamos contaros Aniceto Gómez y yo mismo. (Aplausos). Voz y cuerda en recuerdo de Violeta Parra (más aplausos), las palabras del Santo Padre (murmullos). ¡Adelante Aniceto!

Violeta Parra y el Papa Francisco. Dibujo
Violeta Parra y el Papa Francisco. Dibujo

Vecino.- Aniceto, Aniceto, cántate un fandango.

Vecina.- Mejor, unas sevillanas rocieras.

Vecino.- La de minerito, minerito, que la conocemos todos.

Vecina.- O el romance de la loba parda, mi abuelo lo bordaba.

Vecino.- ¡Calla, calla!, que empieza.

Vecina.- Ah! Qué guapo se pone cuando encara el micrófono. De televisión.

Vecino.- Ya te has prendao!.

Vecina.-  Yo?

Aniceto Gómez.- ¿Qué dirá el Santo Padre / que vive en Roma, / que le están degollando / a sus palomas?

Vecina.- Ahora degollan palomas, ¡qué horror!, será paí fuera.

Vecino.- ¡Calla!, qué esta parte me gusta.

Don Silvestre.- Quien va a misa todos los domingos, comulga, da limosnas o incluso envía un cheque para ayudar a la Iglesia pero luego paga mal a sus empleados o lo hace en dinero negro, sin depositar la contribución para que tengan acceso a sanidad y jubilación, está usando a Dios para cubrir la injusticia, y eso es un pecado gravísimo. (Fuertes aplausos).

Vecina.- ¡Cómo me gusta este Padre!

Vecino.- Porque dice las cosas claras y no se esconde en la negrura de las sotanas.

Aniceto Gómez.- : Miren cómo nos hablan / de libertad / cuando de ella nos privan / en realidad. / Miren cómo pregonan / tranquilidad / cuando nos atormenta / la autoridad.

Don Silvestre.- La Cuaresma no consiste en no comer carne los viernes y después hacer crecer el egoísmo, explotar al prójimo, ignorar a los pobres. No es buen cristiano aquel que no hace justicia con las personas que dependen de él.

Aniceto Gómez.- Miren cómo nos hablan / del paraíso / cuando nos llueven penas / como granizo. / Miren el entusiasmo / con la sentencia / sabiendo que mataban / a la inocencia.

Don Silvestre.- Tal vez comienzan con un pequeño sobre, pero esto es como las drogas, el hábito del soborno se convierte en una adicción, … ¡Dan de comer a sus hijos pan sucio! Y sus hijos, tal vez educados en colegios costosos, tal vez crecidos en ambientes cultos, habrán recibido de su papá como comida suciedad, porque su papá, llevando el pan sucio a la casa, ¡habrá perdido la dignidad! ¡Y esto es un pecado grave! Porque se comienza tal vez con una pequeña mordida ¡pero es como la droga, eh!.

Aniceto Gómez.- El que oficia la muerte / como un verdugo / tranquilo está tomando / su desayuno. / Con esto se pusieron / la soga al cuello: / el quinto mandamiento / no tiene sello.

Don Silvestre.- La diferencia, es que quien peca y se arrepiente, pide perdón, se siente débil, se siente hijo de Dios, se humilla y busca el perdón. En cambio, el corrupto lleva una doble vida. Mete la mano en el bolsillo y da dinero a la Iglesia. Pero con la otra mano, roba. Roba al Estado, a los pobres… Roba. Escandalizan porque no se arrepienten, no puede haber ningún tipo de compasión. Se merecen – lo dice Jesús, no lo digo yo – que les pongan en el cuello una muela de molino y sean arrojados al mar. No se habla de perdón aquí.

Aniceto Gómez.- Entre más injusticia, / señor fiscal, / más fuerzas tiene mi alma / para cantar. / Lindo se dará el trigo / en el sembrao, / regado con tu sangre, / Julián Grimau.

Don Silvestre.- ¿Cómo es la relación con tus empleados? ¿Les pagas en negro? ¿Les pagas el salario justo? ¿Pagas tu cuota para sus pensiones y su seguro sanitario?.... Tú no puedes hacer donativos a la Iglesia a costa de la injusticia con tus empleados. Es un pecado gravísimo usar a Dios para cubrir la injusticia.

Cuando tendríamos que estar luchando contra la existencia de “estados paraíso” en el suelo europeo, aunque sólo fuera para persuadir a los patriotas que dejen de sacar dinero envueltos en nuestra bandera, gastamos las pocas energías que nos quedan en achicharrar a Grecia. ¡Cuerpo a tierra! –gritó un griego-, ¡que vienen los nuestros!, y los suyos llegaron y ellos claudicaron. ¡No hay quién pueda con los chicos de la pela!, cantó un castizo.

Si es verdad la afirmación de que con todo el dinero defraudado en España y aquel que duerme en paraísos fiscales se podría salvar Grecia, imagínense ustedes com estaríamos en este país. ¡Qué vergoña!, podría decir el Papa Francisco, cuando ve hundirse “las pateras” donde navegan los europeos, privados de sus derechos fundamentales.

Resulta que ya no son tanto las teorías económicas marxistas, ni mucho menos las aventuras revolucionarias políticas e intelectuales que nos plantean algunos, tampoco las austericidades de Ángela Merkel, que también anda enredada con la paz de Ucrania, ¡pobre Ucrania!. Lo que se vuelve a llevar son las teorías del economista Jhon Maynard Keynes, que lideró Delano Roossevelt, que nos enseñó tan sólo a no tenerle miedo al miedo. Claro, que entonces había líderes económicos y políticos de relieve, así todo era más fácil.

Se enfrentan el miedo profundo de los países más acomodados y a la creencia de los países emergentes en un futuro económico mejor. Las viejas formulas de la economía del mercado sin control contra las fórmulas del control de la economía de mercado. La Europa de los pueblos contra la Europa del mercado austericida.  

Sin embargo Alemania está consiguiendo el mayor crecimiento económico desde el año 2000. Lo decía un amigo mío: “el que lleva el fondo, no paga y encima se queda con las vueltas”. Es tanto así, por decir lo último, que las decisiones sobre la emblemática Construcciones Aeronáuticas, afincada en España, se tomarán desde Alemania, con lo que la primera pierde el control y la batalla por el Airbús. Así está siendo todo, y los jóvenes a emigrar.

Se hace patente, en definitiva, el miedo a perder el gran legado histórico de la socialdemocracia europea, visualizado en el estado de bienestar social. Eso es lo que quieren conseguir con esta economía de austeridad, una estabilidad endeble con una economía del miedo capaz de sujetarnos a todos. No es de extrañar que muchos sean conscientes de que los partidos progresistas, a pesar de todo, velan mejor que otros las armas del progreso social y laboral de las clases trabajadoras, aunque sólo sea por tener impresa, entre sus objetivos y fines, la redistribución de la riqueza.

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El Santo Padre y Violeta Parra (y II)