sábado. 20.04.2024

Sapos y reinas

El verano se llena de coronas y bandas en muchos de nuestros pueblos, una costumbre antigua en tiempos nuevos. Cuando una reina se corona, lo hace el machismo, con una tradición que se inventó cuando los hombres mandaban y las mujeres no tenían ni voz ni voto.

Ponernos una banda y una corona, tiene un significado y aunque es indudable que las mujeres hemos ido alcanzado determinadas cuotas de autonomía e incluso de poder, seguimo estando condicionadas por un mandato de género que tiende a cosificarnos, a convertirnos en objeto sexual, a someternos a los dictados de un canon estético que las tiraniza y les niega la cualidad de sujetos. 

Pero no sólo eso, tan rancia costumbre, ensalza un valor cuanto menos cuestionable como es el de la superioridad de una persona por encima de otras por el simple hecho de su rango.

De la misma manera que somos extremadamente críticos con las costumbres de otras culturas que denigran a la mujer, le tapan el rostro o le niegan la palabra, deberíamos empezar por serlo con las que en nuestra propia casa avalan la concepción de las mujeres como el sexo que siempre debe agradar. ¿Y si en vez de Reina fuese Rey? ¿lo aceptaríamos con normalidad?, probablemente no, no estamos acostumbrados/as a situar al hombre como objeto, seguramente serían caballeros, y adoptarían ese rol tan típico y tópico de defensor de la Reina, que para eso es dama y necesita protección.

Es una tradición machista, que convierte a la mujer en objeto y que deja de tener sentido en un país que en los últimos años ha aprobado diferentes leyes a favor de la igualdad entre mujeres y hombres.

No, ser reina o dama no es un halago; no, no es un orgullo. Un orgullo es que nos permitan participar en las fiestas en igualdad de condiciones. El nombramiento de Reina y Damas, de mujeres y niñas, sólo perpetúa roles de género, que lejos de empoderarnos, vuelven a situarnos en el lugar en el que nunca debimos estar.

Cada corona y cada banda, es una paso atrás en el camino hacia la igualdad entre mujeres y hombres. Como bien explica Caitlin Moran en el imprescindible Cómo ser mujer, "basta dejar una ventana rota sin reparar en un edificio vacío para que los más vándalos empiecen a romper las demás. Al final se colarán en el edificio, y encenderán fogatas o se convertirán en okupas". Cada Fiesta de Reina y Damas, es una ventana rota.

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