jueves. 28.03.2024

Siglo XVI (II): La emigración a Indias

La mayor parte de la conquista y primera colonización de lo que los españoles llamaban Indias y en el resto de Europa se llamaba América tuvo lugar durante el reinado de Carlos I. Pero, éste estaba más empeñado en ser Carlos V, es decir, en ser y presumir de emperador y le prestó escasa atención y poco interés (conocido es el menosprecio que al parecer le hizo a Hernán Cortés). Dejando a un lado al emperador hablaremos de nuestros paisanos que dejando nuestra hermosa tierra se atrevieron a cruzar el mar e irse a Ultramar

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Francisco Sánchez Brozas, El Brocense

La Extremadura del siglo XVI estaba en proceso de normalización y recuperación. Una muestra de ellos es cuanto veremos en otro artículo sobre los conventos e iglesias de Sierra de Gata, que puede hacerse extensible a toda la región, ya que no se levantan esas construcciones ciertamente costosas en poca de penuria.

En la Extremadura de entonces había incluso una minoría de personas de alto nivel artístico y cultural. Recordemos a Torres Naharro, al Brocense, Arias Montano, Barrantes Maldonado, Luis de Morales, Diego de Santiago (uno de los grandes extremeños más desconocido). Se crearon pequeñas pero brillantes cortes renacentistas como la del maestre Juan de Zúñiga en Alcántara, Gata y Zalamea en la cual enseñó nada menos que Nebrija y en la que estuvo (en Gata) el famoso astrónomo Abraham Zacuto, quien escribiera aquí su famoso Tratado de las influencias del cielo, sobre astrología médica; la de los duques de Feria, en la ciudad homónima; la de los duques de Alba, en el hermoso palacio que tenían en Abadía donde en algún momento posterior estuvo el gran Lope de Vega,...

Pero en esa Extremadura en trance de recuperación, esencialmente agrícola como la mayor parte del reino de Castilla había grandes deficiencias que hoy llamaríamos estructurales. La agricultura era esencialmente latifundista, asociada a una ganadería extensiva. Esa situación hacía que los braceros y los pequeños agricultores vivieran en condiciones penosas. En Sierra de Gata esas condiciones podían variar un tanto: junto al latifundismo de las Órdenes se daba el minifundismo de los pequeños huertos familiares, pero la calidad de vida no era mucho mejor.

Si a esa mala calidad de vida unimos los relatos, magnificados, de la conquista y riqueza de las Indias contados por quienes habían acompañado al cacereño Ovando, primer Gobernador de las Indias después de Colón, y la relativa proximidad de Extremadura a los puertos andaluces donde se producían los embarques para las tierras recién descubiertas, podemos entender porqué muchos de nuestros paisanos emprendieron el siempre prometedor pero engañoso camino de la emigración; fue el que hoy conocemos como efecto llamada.

Pero, descartados los grandes nombres: Cortés, Pizarro, etc. realmente ¿fueron a América tantos extremeños como se dice? Parece ser que no. En los cien años largos que median entre 1493 y 1599, cruzaron el Atlántico entre 200.000 y 225.000 españoles. De ellos se han identificado únicamente a 42.000. Pues bien, de esos 42.000, sólo una sexta parte siete mil era originaria de Extremadura, con lo cual esa imagen tópica de que los extremeños marcharon masivamente allende el océano debe ser desterrada. De aquellos 7.000, ochenta procedían de Sierra de Gata. Nuestra contribución, pues, a la conquista y colonización del Nuevo Mundo, no fue excesiva.

En cuanto al origen geográfico de esos 80 emigrantes, hemos de decir que 53 de ellos (el 66,25 %) eran de la parte occidental de la Sierra (entendiendo por tal la situada al Oeste de la antigua vía de la Dalmacia, que en líneas generales coincidía con la actual carretera de Coria a Ciudad Rodrigo); otros 21 (26,25 %) eran de la parte oriental: y el resto, seis, (7,5 %) de Perales o Moraleja, localidad ésta última que contó con cuatro emigrantes, o lo que es lo mismo: un matrimonio y sus dos hijos, siendo el único caso (entre nuestros paisanos) de familia completa que, por lo que sabemos, marchó a las Indias, aunque hubo un vecino de Villasbuenas quien también marchó con su mujer; y otros dos, uno de Cadalso y otro de San Martín, de quienes sabemos que estaban casados, pero de los que ignoramos si fueron solos o con su mujer. Los seis de Torre de don Miguel estaban casados y parece ser que ninguno de ellos volvió a dar señales de vida; posiblemente rehicieran allí una nueva familia. De los 66 restantes o no sabemos su estado civil o sabemos que estaban solteros.

En los primeros años de la conquista, cuando aún no había habido tiempo para dar a conocer los desengaños, el número de los que marcharon fue mayor. Hasta 1518 hemos contabilizado 28 (el 35 % del total de 80); solían ir a lugares desconocidos, o simplemente a Indias. Después de esa fecha hubo un parón de seis años durante los cuales, aparentemente, no marchó nadie.

¿Y qué fue de aquellos paisanos que se atrevieron a cruzar el charco, como entonces se decía para minimizar el miedo al ancho mar? La mayor parte fueron infortunados, aunque hubo algunos, pocos, a quienes les sonrió la fortuna. Hablemos de los que por uno u otro concepto, o simplemente por ser los primeros, merecen un recuerdo especial.

El primero de los serranos que, por lo que sabemos, marchó a América fue el mañego Santiago Martínez quien en 1509 se obligó a ir por tres años a Veragua en la escuadra del adelantado Nicuesa. Tal vez no le fuera mal del todo, porque años después otros 16 vecinos de San Martín siguieron su camino; por ello esta localidad puede presumir de ser el pueblo de la comarca que dio más hombres al Nuevo Mundo (le sigue en ese honor Hoyos, con quince); posiblemente fuesen acompañados porque aunque lo normal era que quienes hacían la carrera de las Indias emprendiesen el viaje sin acompañamiento de paisanos tampoco era infrecuente que a veces marchasen pequeños grupos de hasta cuatro personas.

A Esteban Hernández, de Acebo, de quien no sabemos casi nada más, se le puede considerar en tono de humor como el primer encajero de América.

Francisco Gutiérrez, de Gata, fue el primer gateño que alcanzó fortuna. Compañero de Cortés en la conquista de Méjico, debía ser bastante mañoso puesto que sin ser herrero ayudó a hacer clavos para los bergantines que Cortés construyera en Tlascala y que transportados a hombros de sus aliados indios sirvieron para sitiar la capital azteca tanto por tierra como por agua. En 1522 ayudó a la fundación del puerto de Zacatula, donde se quedó a vivir y a donde regresaría tras la expedición que Cortés organizó al Mar del Sur. En 1547, año de la muerte de su antiguo jefe, era corregidor de la ciudad que ayudara a fundar.

Otro gateño afortunado fue Pedro Durán, quien recién llegado a Méjico, en 1524, participó en la conquista y fundación de Cipotecas y Mixes. En 1547 era corregidor de Quelabichu.

Menos fortuna tuvo el mañego Alonso Lorenzo. También había llegado a Méjico en 1524. No debió hacer nada notable hasta 1530 cuando participó en la conquista de Nueva Galicia, en una de cuyas ciudades la Guadalajara del mariachi se estableció como vecino. En 1535 fue con Cortés a la Baja California, y años más tarde, 154142, ayudó a la pacificación de la comarca en cuya conquista había intervenido. En la misma fecha en la que los dos gateños citados anteriormente habían alcanzado un aceptable nivel de bienestar de nuestro Alonso Lorenzo se dijo que era casado y pobre, lo que dicho así parecen ser dos desgracias y a lo mejor una no lo es.

Uno que nació con pie derecho, o tuvo una buena recomendación, fue el vecino de Santibáñez el Alto, Alonso Rodríguez. Llegó a Méjico en 1534 y desde el año siguiente hasta 1547, al menos, fue encomendero en la Nueva Galicia. Poseía una plantación de cacao.

En 1535 llegó a Venezuela Cristóbal Gómez Nieto, natural de Villasbuenas. Formaba parte de la expedición organizada por los banqueros alemanes Welser a quienes, junto a los Fúcares o Fugger, el emperador Carlos V les había cedido el territorio para pagarles sus numerosas deudas. A Cristóbal Gómez no le fue mal. Colaboró en la fundación de Santa Fé de Bogotá, tuvo numerosas encomiendas y fundó personalmente la ciudad de Mariquita (Colombia). Murió en paz rodeado de su mujer y cuatro hijos en 1566.

También gozó de un cierto bienestar el hoyano Gaspar de Loaysa (¿era pariente del arzobispo de Lima que llevaba el mismo apellido?) Establecido en tierras que hoy son colombianas llegó a ser capitán. Murió en 1565, soltero, pero padre de dos hijos naturales: Juana y Gaspar de Loaysa, a quienes dejó bien situados. En su testamento dejó una manda para levantar una ermita en Jarandilla solar de sus antepasados a Nuestra Señora de los Remedios.

Por la misma época vivieron otros dos hoyanos de suertes muy diversas. Posiblemente sus vidas se cruzasen. Uno de ellos era Francisco Martín, el cual se unió a Gonzalo Pizarro en la sublevación contra el primer virrey del Perú, don Blasco Núñez de Vela. Parece ser que Francisco Martín fue uno de los que participaron en el asesinato del virrey en 1546. Dos años después, al producirse la derrota de Gonzalo Pizarro, nuestro paisano fue ajusticiado.

En el bando contrario militaron el ya citado Gaspar de Loaysa y Pablo Pérez. Este alcanzó también el grado de capitán. En León de Nicaragua fundó un hospital y años más tarde participó junto a Francisco Pizarro en la conquista de Perú. Cuando la sublevación de los pizarristas permaneció fiel al virrey. Años más tarde se le concedería por ello carta de hidalguía. Obtuvo una saneada fortuna. Como estaba soltero y le tiraba su tierra natal regresó a Hoyos. Se presentó con aspecto de pordiosero, mas sin ocultar quien era. Sus familiares le dieron con la puerta en las narices. En vista de ello reveló su verdadera condición y el dinero que pensaba dejar a la familia lo invirtió en la fundación de un hospital para pobres, obra de caridad que ya había practicado en América, a los que cuidaba personalmente. Fundó también el convento franciscano del Espíritu Santo, del cual hablaremos más tarde.

También anduvo por el Perú el cillerano Alonso Santos a quien por ello, al regresar a su pueblo natal, se le apodó el Perulero; fundó y dotó una obra pía que en el siglo XVIII seguía existiendo. ¿Fue él quien trajo la devoción a la Virgen de Navelonga? Según la tradición dicha imagen fue traída por un cillerano que sobrevivió a un naufragio en tierras americanas. El único cillerano del que tenemos constancia que regresara a su pueblo con una cierta fortuna es el citado Alonso Santos.

Algo más al Sur discurrió la vida y ventura de otro hoyano de pro: Marcos Veas Durán. Llegó al Perú en 1534 y al año siguiente marchó con Almagro a Chile, viaje que repetiría junto a Valdivia en 1540. Fue uno de los ciento cincuenta fundadores de la ciudad de Santiago del Nuevo Extremo hoy Santiago de Chile, capital de la provincia de la Nueva Extremadura. Casó con Inés de Araya y tuvo una numerosa descendencia. Se le concedió una de las treinta y dos encomiendas otorgadas por Valdivia. Tuvo un final más feliz que el de su admirado jefe, ya que si éste sirvió de aperitivo para los feroces araucanos, Marcos Veas murió de viejo setenta y un años en 1581.

Presunto colaborador de Valdivia debió ser también Juan Alberto, de San Martín de Trevejo. En 1544 iba como tripulante en un navío que llevaba víveres a las tropas de Valdivia. No llegó a su destino. El navío naufragó frente a la desembocadura del río Maule, al Norte de Santiago y pereció toda la tripulación.

Mucho más al Norte estuvo Juan de Obregón, de la ya conocida familia de hidalgos, de Villamiel. En 1538 se alistó en la expedición a Florida que dirigía Hernando de Soto. Sabemos que a ninguno de sus componentes le sonrió la fortuna.

Lejísimos, casi al otro extremo del mundo, fue a parar fray Francisco de Gata. Dio con sus huesos en las Filipinas, en la primera expedición franciscana que llegara a aquellas remotas tierras en 1578. Además de a la evangelización se dedicó a imitar a santo Domingo de la Calzada. Las primeras carreteras y puentes que se construyeron en la isla de Luzón se deben a él. Murió en 1590.

La mayor parte de quienes desde Sierra de Gata marcharon a las Indias o a las Filipinas no regresó jamás. O no pudieron, o no quisieron volver fracasados a sus pueblos de origen, o rehicieron allí sus vidas y crearon vínculos permanentes en los nuevos países. En cualquier caso, su influencia allí tampoco debió ser demasiada. Los topónimos que recuerden a nuestra comarca no abundan en demasía. Existe una isla de Gata, en las Filipinas, cuyo nombre puede ser atribuido a la presencia en aquellas tierras del recién citado Fray Francisco. Hay cuatro Perales, uno en Panamá, dos en Chile, y otro en Argentina, pero habida cuenta del escaso número de emigrantes conocidos originarios de Perales del Puerto, no se puede asegurar que ninguno de ellos tenga algo que ver con nuestra comarca.

En resumen: ni fueron muchos nuestros antepasados los que pasaron a Indias, ni fueron muchos los que pudieron presumir de haber hecho las Américas o lo que es lo mismo de haberse enriquecido.

El mejor estudio sobre la emigración extremeña a América es el libro:

NAVARRO DEL CASTILLO, V.: La epopeya de la raza extremeña en Indias, Mérida, 1978. En él cita a setenta y cuatro emigrantes procedentes de Sierra de Gata. TORRES GONZALEZ, T. en su obra “Torre de don Miguel. Historia de una villa rural de la Baja Edad Media”. Cáceres, 1988, da el nombre de seis emigrantes, no incluidos en la obra de Navarro del Castillo, procedentes de Torre de don Miguel.

Siglo XVI (II): La emigración a Indias