jueves. 28.03.2024

El sueño de una tarde de verano

Las campanas suenan a muerto en la Iglesia de Buen Varón de Hoyos, una vez más, un suave aire caliente se mete por la ventana y te acaricia la cara envolviendo el rostro con un velo de somnolencia que abre caminos inimaginados hacia otros mundos más plácidos. Los picos de las cigüeñas, con su tableteo rítmico, te conducen por caminos de mantras cósmicos que elevan el cuerpo, muy lentamente; por senderos intemporales de Sierra de Gata e, irremediablemente, comienza el duermevela lúcido que antecede al sueño. Mi gatina ronronea acoplada a mi costado ejerciendo de chamán hacia lo desconocido.

Algo se movió antes de 2020 en Sierra de Gata. Quizás una corriente de opinión, un medio digital, artículos, personas, crisis, fuegos, más crisis, necios, listos, machacones, niñas, extranjeros que llegaron o nuevos colonos neorrurales, o, seguramente, la confluencia de todos ellos. Algo despertó en la gente, una chispa, una pequeña rebeldía, ambición quizás pero, sea lo que fuere, el conjunto de todas ellas conjugaron la poción mágica perfecta para pasar de la nada al todo.

Todo fue muy rápido. Las ideas se empoderaron de las personas, la “inteligentsia” se extendió como una mancha de aceite abriendo corazones y razones, abriendo despachos y rompiendo papeles. Las conversaciones de bar pasaron a ser “caras a caras”, los argumentos no pudieron ser revocados por decreto y, los que creían en su futuro vencieron luchando contra su pasado. Al principio no fueron muchos: un aceite especial que pasó de ser lampante a galardonado a nivel mundial, una vaca que se fusionó con Oriente haciendo oír sus mugidos más allá del Sol Naciente, un alga verde que pintó paladares más allá de Acebo, algún queso que despertaba las papilas dormidas muy lejos de los rebaños que le daban cuerpo o, un editor de éxito que instaló su base de operaciones en la comarca en una edificación 100% sostenible y conectada con el mundo digital vía satélite o, una Niñas que supieron darle a un pueblo dormido panen et circensis de verdadera cultura… Y ocurrió el milagro. Muchos pensaron que los sueños, podían dejar de serlo, que los sueños se cumplen si el timón no varía el rumbo, aunque tenga que cruzar tormentas de funcionarios y aprovechados charlatanes, aunque tengan que pasar calmas chichas comerciales y comisiones inasumibles. Y el milagro se produjo porque la gente se unió en torno a una esperanza; con participación, honestidad, generosidad, apertura de miras, sin cortos plazos ni beneficios inmediatos. Y la Sierra, generosa, supo agradecer el caldo de cultivo humano dando todo lo que escondía y tenía guardado solo para aquellos que supieran verlo.

Y el sueño se hizo profundo, la gata se puso panza arriba sin dejar mi costado y ofreció su barriguita blanca sin miedo para que la acariciara durante el vuelo. Entonces, me recosté en un cómodo sillón de nubes y abrí por el centro la “Crónica Cósmica del S. XXI” un magazine onírico que relataba mágicamente las cosas mas destacadas acaecidas en el cenit de los universos paralelos. Y ahí estaba la Sierra de Gata. El título lo decía todo: “El lugar soñado”.

David G. Rothenberg, periodista estrella del “Crónica” abría su artículo con una frase rotunda: “En pocos sitios como en Sierra de Gata sus habitantes han sabido comprender y explotar la verdadera sinergia entre hombre y Naturaleza. Un Shangri-La hecho realidad” y, a continuación describía con pluma ágil el artículo que les reproduzco y me dejó sin palabras.

Si el fenómeno de la Sierra de Gata se estudia hoy en las principales universidades del mundo, no es por casualidad. La gestión eficaz, sostenible y de “calidad humana” de sus recursos, no tienen parangón. Lo que empezó siendo una razonable apuesta por la calidad y la gestión del territorio, se ha convertido en un genial pandemonium que, literalmente, convierte en oro todo lo que toca. No hay ni un solo aspecto de esta comarca, que no haya sorprendido y sea objeto de admiración y estudio. Parece que el territorio se ha aliado con los habitantes en un provechoso idilio ofreciendo todo aquello que escondía durante siglos. La Sierra, ha demostrado que, mucho más importante que tener petróleo, diamantes o uranio, es tener un conjunto mínimo de factores que no se dan en otros territorios y personas capaces de comprenderlo: la interacción perfecta hombre-naturaleza.

En la Sierra la población, al contrario que en el resto de Extremadura, aumenta, y no solo por la afluencia de extranjeros y nacionales venidos de otros territorios en busca de prosperidad y armonía, sino por el crecimiento natural de sus habitantes seculares que han encontrado en sus propiedades y conocimientos la piedra filosofal de la auténtica prosperidad.

La comarca cuenta con un sistema de transporte público tremendamente eficaz y rentable, algo que convierte a sus más de 1.000 km cuadrados -no en un problema de exceso de territorio-, sino en un modelo urbanístico imbricado en la naturaleza codiciado a nivel mundial. Con el transporte ya no hace falta duplicar servicios y se busca la excelencia de las infraestructuras de todo tipo, diseminadas por todo el territorio. Además de los núcleos de población, todo la comarca está diseminada de pequeñas viviendas sostenibles y edificaciones antiguas rehabilitadas que aportan la última tecnología en reciclaje y auto-abastecimiento: tiny houses, corrales y antiguos molinos riegan, discretos, todo el territorio. Incluso ha sido necesario poner en marcha las antiguas escuelas rurales abandonadas y construir otras nuevas para cubrir la demanda educativa sin necesidad de obligar a los alumnos a desplazamientos largos. Esta nueva repoblación humana ha cambiado-recuperado el paisaje ancestral de la Sierra, donde el hombre ha encontrado rentabilidad a los olivos -merced a los altos precios de su excelente aceite- y a todo tipo de cultivos, frutales, explotaciones forestales y ganadería. Cada centímetro de terreno, de acequia, de río, de bosque, es cuidada y respetada consiguiendo la perfecta fusión entre lo que la Naturaleza aporta y lo que el hombre necesita -no solo a nivel económico- sino, sobre todo, a nivel de satisfacción armónica con el entorno. En definitiva, se ha encontrado un equilibrio relacional en la comarca como hace siglos que no ocurría a nivel mundial.

Pero las cosas no vienen solas y terminan teniendo un efecto contagioso, tanto para lo bueno como para lo malo. Por eso, no ha habido ni un solo sector de la actividad humana comarcal, que no haya sido mágicamente tocado por esta única relación del ser humano con su entorno.

Los habitantes disfrutan de sus recursos pero, han descubierto que, del turismo, entendido como una industria no invasiva, pueden obtener recursos suficientes como para mejorar su calidad de vida significativamente sin que ello suponga una degradación del territorio. Así, se trata de un turismo inteligente, curioso, que viene a compartir aquello de lo que disfrutan los habitantes y, en último término, a hacerse ellos mismos habitantes. ¿Que mejor turismo que aquel que seduce al visitante a formar parte integrante de la población aportando sus propios conocimientos? Así, la Sierra se ha llenado de gente que participa y enriquece con sus conocimientos: agricultores del Norte de Europa, ateliers, escritores, científicos, pintores, carpinteros, artesanos, blogueros, diseñadores y todo tipo de personas inquietas de cualquier estatus, condición ideología o religión con la única condición de haber reconocido el lugar donde impera la verdadera calidad de vida.

Los niños del lugar, en contacto con los nuevos residentes, aprendieron idiomas y no es raro ver zagales parloteando en inglés, francés, holandés o alemán. Todos son capaces de chapurrear en varios idiomas. Las bibliotecas, abundantes, también muestran esta tendencia. Se celebran, además de las fiestas locales, recuperadas en su integridad, fiestas de carácter internacional como el Oktoberfest o carnavales al estilo de Nothing Hill; mercadillos solidarios, de intercambio de productos, o agrícolas, repletos de alimentos ecológicos, flores y artesanía primorosa. La Sierra es un alegre bullicio comercial los fines de semana…

Y en esto comenzó a sonar una preciosa aria de Puccini por la megafonía del pueblo. “O mio babbino caro” celebraba el nacimiento de un nuevo habitante de la Sierra. Bendita ignorancia la del que confundió “babbino” (padre) por “bambino” (niño) y eligió esta canción triste pero bonita como el sonido de bienvenida demográfica. Mi gata me dió un suave topetazo en la cara advirtiendo que ya habían pasado los reglamentarios 30 minutos de siesta estival. De nuevo las campanas. El aria de Puccini no viene de la megafonía sino del equipo de música. Toda había sido un sueño. Pero, ¡que sueño!.

“Todos tus sueños se pueden hacer realidad, si tienes el valor para perseguirlos”.  Walt Disney.

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El sueño de una tarde de verano