sábado. 20.04.2024

Todo lo que quiso saber sobre política y nunca se atrevió a preguntar

Un personaje que trata de ganarse a los poderosos con frases ocurrentes. Un aguador principal de la fiesta que se enamora perdidamente de los trabajadores y la clase media. Un aguador catalán que sólo se excita en público por la independencia. Un espermatozoide aterrado ante la inminente salida al mundo exterior. Unos aguadores especialistas en monólogos

 

Por las sucias calles de Madrid bajan en marea los efluvios de las excreciones y las basuras que carros, contratados por el Ayuntamiento de la Corte, tratan de eliminar con agua, mientras una muchedumbre de barrenderos junta la mierda que antes había sido lanzada desde ventanas y balcones a golpe de orinal. Los voceríos de los aguadores, especialistas en monólogos, se confunden con los de los componedores, afiladores, cacharreros, alfareros y canasteros, entre el olor a pan tierno y a incienso de las iglesias, venía a describir no a poco una revista de tirada nacional, refiriéndose, ni más ni menos, que a la época del imperio global, cuando en España no se ponía el sol pero las clases populares estaban cosidas a impuestos y el dinero quedaba en manos de unos pocos.

Junto a la puerta del mercado de la Cebada se disponen los carros en semicírculo, frente a los cuales se sitúa grupos de gentes afines curiosas y dispuestas a gritar los parabienes de unos y otros y a afear aquellas letanías cuyos mejunjes no consigan el esperado efecto apetecido. La mayoría de ciudadanos y ciudadanas, ocupados en sus quehaceres diarios, pasan olímpicamente de la convocatoria. Luego los ciegos de pliego de cordel se lo cantarán en romances, pero la letanía será la que interese al pagador del ciego y las rimas a quien los romances imprimió.

Dos grupos de personas destacan sobre los otros. Uno de los poderosos, con sus siervos, que se acicalan con espejos de mano, peines de plata y exóticos perfumes. En lo poco que apartan el espejo se ven rostros serios, expectantes. Otro de los trabajadores pobres expoliados con bocadillos de tocino y botas de vino tinto peleón, con jolgorio, risotadas y distendidos, como si supieran de antemano el resultado del envite.

De una berlina de cuatro caballos, fabricada totalmente de madera de encina y tapizada en piel, se baja un sobrio personaje de melena postiza rizada y cuidada barba blanca, con tan mala suerte que pisó una gran cagaluta de caballo. ¡Mucha mierda!, grito animoso el bufón Antonio El Inglés, que bajó de la parte trasera de la berlina, imitando el celebre grito de suerte del teatro.  El grupo de los paisanos y paisanas de trabajadores pobres expoliados dieron un paso atrás, entre risas, mientras otros, de la misma cara que el personaje, aplaudían desenfadados e, incluso, eufóricos: “Dios quiso ahí mismo esta mierda para que un gran cristiano la pisara”, dijo el bufón entre piruetas. Cientos de pajes se acercaron a la gente, entregándoles papeles con frases estimulantes escritas que los poderosos iban eligiendo y los trabajadores pobres expoliados las desechaban por miedo a tener que pagar por ellas: “Yo ya tengo –decían con orgullo-, aventando con la mano a los pajes”.

-- No hay peligro –animaba el bufón Antonio El Inglés-, son frases a medida para españoles con barriga, las hemos hecho empanadas para que no cuesten nada, –y se marchaba dando volteretas con las dos manos sobre la tierra, mientras un grupo de músicos de rabel animaban la fiesta, frotando las cuerdas de los instrumentos sin parar.

El personaje se dirigió al coro de poderosos con diferentes aspavientos de manos y estos al ritmo de la música cantaban: “La crisis se desvanece mientras en España  de nuevo amanece”. El coro de trabajadores pobres expoliados se divertía haciendo la ola a cada frase ocurrente: “¡Ola!”, gritaba uno y todos los demás levantaban las manos.

“Signos de esperanza en el mercado laboral de las balanzas”. ¡Ola!

“Rayo español de esperanza para los que tengan buena panza”. ¡Ola!.

“España emerge de la recesión con la fuerza que sale el tren de la estación”. ¡Ola!.

“La clasificación de la Unión Europea sobre la competitividad, el sorpasso español, l´enfant terrible”. ¡Ola!.

“España desconcierta a los analfabetos financieros, porque está despierta y sus actos son certeros”. ¡Ola!.

“España es la Nueva Alemania, que nos pida ahora rescate la alimaña”. ¡Ola!.

“Después de dos años, España está de nuevo en la senda del crecimiento, por su propio empeño”. ¡Ola!

“El crecimiento de España anima a Europa, otra vez el imperio global”. ¡Ola!

“España se auto-recupera, mientras las demás desesperan”. ¡Ola!.

Precipitadamente, un nuevo personaje, flacucho y con cara de enfermo, entra en escena, bajando de una carreta jardinera de feria de madera de olmo, tirada por dos caballos percherones.

-- No, no, esperaos un momento –dijo dirigiéndose al coro de trabajadores pobres-. ¿Pero en que país vivimos?. Este no es el país de las maravillas, no, no, no lo es.

-- Ya está aquí el aguador principal que la fiesta. Este no es el país de las maravillas, porque tu eres el tío que todo lo fastidia -dijo el bufón con cara de burlón-. Si no es el país de las maravillas, ¿puede decirme ussía de qué estrella brilla?.

-- Gotham City, si, si, esto es Gothan City.

-- ¡Ah! –gritó asombrado y asustado el coro de pobres expectantes, mientras el coro de los poderosos silbaba y gritaba para que este nuevo mercader de las palabras se alejara del escenario.

-- Lárgate desgraciado –le decían-, aguador de tres al cuarto, filibustero.

-- No sé que hace aquí, no tiene ni media hostia –dijo un poderoso agraviado.

-- ¡Qué hable!, ¡qué hable! –gritaba el coro de pobres trabajadores expectantes.

-- Mirad como está el coro del pueblo, desgarrado en la oscura ciudad de Gotham por la destrucción de empleo, la bajada de los sueldos, el abaratamiento del despido –comenzó a desgranar el aguador de la fiesta.

-- ¡Oh!. Que no queremos oírlo, no –se tiraba algunos poderosos por el suelo, retorciéndose de dolor.

-- Qué no nos representa, qué no –gritaban otros poderosos.

-- Esto es lo que yo digo. No, no, no quiero asustaros. España es el país europeo con más desigualdades. Uno de cada tres niños españoles viven en riesgo de pobreza. Enfermos de cáncer, leucemia o hepatitis crónica pagarán el 10% de su medicación hospitalaria.

-- ¡Asesinos!, ¡asesinos! –gritaba el coro de pobres, mientras sus cantores flagelaban sus huesudas espaldas.

-- Assassins de raons, de vides, que mai no tingueu repòs en cap dels vostres dies i que en la mort us persegueixin les nostres memòries –cantaban los del rabel.

-- Lo que faltaba, independentistas catalanes –se lamentó un poderoso.

-- Los empresarios catalanes no queremos independencia –gritó un enfadado catalán.

-- Qué no nos representan, que no –grito otro poderoso.

-- 600.000 alumnos pierden sus becas –continuaba el aguador principal de la fiesta-. La prohibición del aborto dañará la salud de las mujeres y la vida de las familias, el capital está en manos de unos pocos. Habrá guerra en Ucrania.

-- ¡Libertad!, ¡libertad! –gritaba el coro de pobres.

-- I el pobe es recull, quan el lament s´acosta, ja són tres penes més, que hem de dur a la memoria –cantaban los músicos de rabel-. Campanades a morts per les tres boques closes, ¡ai d´aquel trobador que oblides les tres notes!.

-- ¿Pero quien ha llamado a la plaza de la Cebada de Madrid a estos putos cantores? –gritó un poderoso agarrando al bufón por el cuello.

-- Quien va a ser -acertó a decir el bufón medio axfisiado-, el aguador principal de la fiesta.

-- Pues que le den.

-- A los del rabel les va a pagar su puta madre –dijo enfadado el bufón mientras se reponía agarrado a una carreta.

Son los mismos medios de comunicación, señorías, sólo que un año más tarde –gritaba el personaje, aireando los papeles, viendo que perdía el auditorio. ¡Buuuu! –gritaba el coro de pobres. ¡Por qué no te callas! –cantaban los del rabel, imitando reales estrofas, como antes cantaran la poética griega. No, no, de eso nada –imponían su voz el coro de poderosos-, hablará lo que tenga que hablar y el que no quiera escuchar que se calle.

-- Es la distancia que hay entre el escenario en que se desenvolvió el debate del pasado año y el que ahora iniciamos. Lean ustedes el diario de sesiones.

-- ¡Si nos están cerrando las escuelas, cómo vamos a leer! –gritó uno del coro del pueblo.

-- Si nos cobran por las operaciones de cataratas, cómo vamos a leer –gritó otro del coro del pueblo.

-- Si no hay más que tabernas y una biblioteca, cómo vamos a leer –cantó uno del rabel.

-- Si no nos dejan entrar en las Cortes –sentencio otro pobre-, como los vamos a leer.

-- La economía española ha pasado de la recesión al crecimiento económico –dijo el personaje aireando un cuadro macroeconómico.

 -- ¡Me han desahuciado!, ¡me han desahuciado!. ¿Quién me devuelve el piso?, ¿quién me paga la deuda? –grito uno del coro de pobres.

-- Una, dos y tres –dijo animado un pobre-, despierte el personaje.

-- Una, dos y tres –cantaban los del rabel-, lo que usted no quiera pa mi calle es.

-- ¿De qué presume el señor personaje? –preguntó el aguador principal de la fiesta.

-- Los bancos hemos tenido ganancias –dijo sonriendo un banquero flotándose las manos.

-- La gran empresa también –dijo sonriendo un empresario.

-- La escuela ya no está privada de nada –dijo un comerciante de la educación católica privada.

-- ¡De algo tengo que presumir! –dijo airoso el personaje.

-- A mí esto me suena como lo de la Coca Cola –dijo un segundo aguador de fiestas arrugando una lata como si se tratase de papel.

-- Lo malo es que dijo yo, precisamente hoy que me escucha el mundo exterior –dijo una aguadora, un poco asustada sin saber a quién darle la razón, recordando al espermatozoide que se negaba a salir.

-- Es que si salgo –dijo el espermatozoide-, se sabrá si soy niño o niña y dejaré de interesar.

-- Un cambio constitucional para buscar acomodo a las aspiraciones catalanas y vascas –dijeron aguadores de estos idiomas.

-- La Constitución de 1978 se puede cambiar pero desde la prudencia y el consenso –concedió el personaje ante la atenta mirada del enano bufón, medio mareado este por lo cerca que le quedaban de la nariz las crecientes cagalutas de los caballos.

-- Pídale a ETA que se disuelva –solicitó con solemnidad un aguador de fiestas vasco

-- ¿Por qué tengo yo que darle algo a ETA para que se disuelva? –dijo seguro de sí el personaje-. ¿Por qué tengo que verificar las pistolas?. ¿Por qué tengo que comprar el pan a los majos y no a las manolas?.

-- Pues sigamos trabajando desde la discreción –sentenció corrido el aguador vasco.

-- ¡Triunfalista! –gritó el coro de pobres.

-- No soy triunfalista, soy realista y equilibrado –respondió airado el personaje.

-- Di que sí, Mariano –le dijo una de sus personajes amigas, que era la única que pensó que el personaje era Mariano..

-- Cada día somos más desiguales –sentenció el principal aguador de la fiesta.

-- Ha sobreactuado y sobredimensionado la salida de la crisis –coincidieron todos los restantes aguadores de la fiesta.

-- ¡En un país sin corrupción!, la gente sale de la depresión…! -cantaban los del rabel avisados por el bufón, Antonio El Inglés, de que o cambiaban las letras o se quedaban sin cobrar.

-- Perdonen ustedes –interrumpieron unos municipales-. Los carros están taponando la entrada del mercado de la Cebada.

-- Ya decía yo que había hoy mucha gente escuchando.

-- Alfredo, nos vamos.

-- Perdona un momento. Hay un mayor que me está escuchando.

-- Pero, no ves que es un indigente desahuciado de su casa, está muerto.

-- Ya me extrañaba a mi. ¡Maldita sea, porca miseria!.

-- El dinero está en manos de unos pocos. ¡Anda!, ¡anda!, vamos, te invito a un bocata de calamares en la Plaza Mayor.

-- ¡Joder!, tiempo ha que no…, en serio ahora que lo dices yo creo que desde la negociación de la Constitución… Te he contado aquello de…

Todo lo que quiso saber sobre política y nunca se atrevió a preguntar