viernes. 19.04.2024

Una historia de amor en el cielo de la Sierra

Hoy, a la 1 de la madrugada, mirando hacia Calzadilla y Guijo de Coria, a una altura de un palmo está Sirius, a su derecha, un poco más arriba, Mirzam, y a medio palmo sobre el horizonte, Wezen. Mirando hacia Pozuelo de Zarzón, a un palmo y medio está Procyon, y un poco por encima, Gomeisa
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Sirio

Y corrían alegres las dos hermanas al esperado reencuentro con su hermano Suhail, que volvía por fin a casa. Un río sólo de él las separaba. Más fuerte, la mayor pudo pasarlo a nado, pero la pequeña, tímida y débil, aunque lo intentaba una y otra vez, siempre a la misma orilla regresaba. Y allí quedó llorosa, con el brillo velado por sus lágrimas constantes, mientras su hermana, al otro lado, radiante brillaba. Para siempre, separadas.



Una leyenda árabe nos narra así la historia de las dos constelaciones de nuestro paseo de hoy. CANIS MAJOR ( el Can Mayor), identificada con diversos perros famosos: el de Acteón, el de Diana o el que Aurora le regaló a Céfalo, pero al final quedó como el Perro de Orión que persigue a la cercana liebre.
Tiene a la estrella que más brilla del firmamento, SIRIUS (del griego “seirios”, “centelleante” o “abrasador”), de magnitud -1,46, que señala el comienzo del hocico del perro. Muchas son las cosas en la Historia unidas a ella. Los campesinos romanos le sacrificaban un perro en mayo para el bien de sus campos;
también los romanos, inspirados por los egipcios, creían que su asociación con el Sol en los días de verano era la causa del horrible calor, y por eso llamaban a ese tiempo “la canícula”. Los egipcios la adoraban bajo el nombre de Sothis y la consideraban “la portadora del año nuevo y de la inundación”, porque su orto helíaco coincidía con el solsticio de verano y con el principio de las inundaciones del Nilo, tan esenciales en su vida. En ese día comenzaba el año, en el llamado mes de Toth. Naturalmente, por la incorrecta duración de su año y por la precesión de los equinoccios, esto sólo ocurría cada 1460 años, a lo que se llamaba “ciclo sotíaco”, que fue muy importante en la reforma de su calendario. Además, muchos de los templos egipcios se construyeron tomando a Sirius como referencia de orientación.

En 1862, un astrónomo norteamericano descubrió junto a ella a la primera ENANA BLANCA, Sirius B, estrellas que, con el combustible nuclear casi agotado, están en la fase final de su vida, con su materia comprimida (pueden llegar a una densidad 100.000 veces la del agua) y rodeadas generalmente de unas exóticas capas de gas, expulsadas por ellas mismas, llamadas NEBULOSAS PLANETARIAS, ya que parecen discos de planetas.

Otras estrellas de esta constelación son MIRZAM (“el heraldo”, aunque su nombre árabe correcto, MURZIM, significaba “el que ruge”), al final del hocico; WEZEN (“el peso”, porque parece salir con dificultad del horizonte), al comienzo del rabo, y ADHARA (“las vírgenes”, nombre que se aplicaba a varias de la constelación conjuntamente), al principio de la pata derecha trasera. 

La hermana pequeña que se quedó llorando al otro lado del río está en CANIS MINOR (“el Can Menor”), el segundo Perro de Orión. Una constelación que en
astrología pronosticaba fama y riqueza, y que a veces era llamada como su estrella principal, PROCYON (“la que precede al Can”, por salir antes que su hermana mayor, Sirius). También va acompañada por una enana blanca. Sólo otra estrella es visible a simple vista, GOMEISA (“la apagada” o “la de ojos acuosos” o “la llorosa”, nombres todos que aluden a la leyenda del principio).

Y por fin nuestra historia de amor (hoy, 16 de noviembre). El escritor finlandés Zacharias Topelius (1818-1898) escribió un bello poema titulado “La Vía Láctea”, en el que cuenta la historia de la bella Salami y el valiente Zulamith, almas enamoradas que fueron llevadas a dos estrellas separadas. Innumerables mundos, obra del Creador, se extendían centelleantes entre ellos. No pudiendo resistir más la lejanía, Zulamith se puso a construir un luminoso puente y, al verle, lo mismo hizo su amada.                                                   

“Con el poder del amor
Trabajaron y lo hicieron en mil años:
Y así nació la Vía Láctea,
Un puente de luz estrellado.”

Desolados, los ángeles volaron hacia Dios, “Señor, Señor, mira lo que Salami y Zulamith han levantado”. Pero el Todopoderoso, sonriendo, respondió “Lo que el amor ha creado, no lo destruiré yo”.

“Y se encontraron los dos en los
brazos del otro
Y en un solo ser se fundieron.
Así nació la estrella más brillante
Que reside en el alto arco del cielo:
Gran Sirius, poderoso sol,
Bajo el cinturón de Orión.”

Hoy, a la 1 de la madrugada, mirando hacia Calzadilla y Guijo de Coria, a una altura de un palmo está Sirius, a su derecha, un poco más arriba, Mirzam, y a medio palmo sobre el horizonte, Wezen. Mirando hacia Pozuelo de Zarzón, a un palmo y medio está Procyon, y un poco por encima, Gomeisa.

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Una historia de amor en el cielo de la Sierra