jueves. 28.03.2024

Cómo la Sierra de Gata podría llegar a no ser nunca un destino turístico

En las semanas anteriores publiqué en este mismo medios dos artículos aportando ideas para poder hacer de la Sierra un verdadero paraíso turístico.

En las semanas anteriores publiqué en este mismo medios dos artículos aportando ideas para poder hacer de la Sierra un verdadero paraíso turístico. En ellos aportaba ideas -económicas en su ejecución- y fáciles de poner en práctica: una serie de actuaciones a nuestro alcance, que nos pondrían a la cabeza de España en el turismo de interior en muy pocos años.

En próximas entregas prometo desarrollarlas más en detalle, sin embargo, antes de contar lo que, en mi humilde opinión habría que hacer, quiero empezar a centrar la parte práctica en algo mucho más sencillo y barato todavía: lo que no hay que hacer. Mejor dicho, lo que tendríamos que dejar de hacer desde hoy mismo.

Y lo voy a ilustrar con un ejemplo vivido en primera persona estos últimos días.

El pasado día 1 hacía una mañana esplendida. Como algunos sabrán, regento un alojamiento turístico en el término municipal de Eljas y trabé buena amistad con uno de los clientes alojados, Manuel se llama. Habíamos comentado mis artículos anteriores en este medio y había llegado a transmitirle mi ilusión por hacer de nuestra Comarca un sitio de mucho futuro en el sector turístico. El me animaba. – Lo tenéis todo. Esta zona es fantástica, un pequeño impulso y el proyecto rodará solo.

Todo eran palabras de ánimo. Manuel es un director de hotel venido de Canarias a pasar unos días de descanso disfrutando del buen clima y el fantástico entorno natural de Sierra de Gata. Una persona culta, amable y con ideas muy buenas fruto de su inteligencia y experiencia en el sector. Una de esas personas con las que se aprende escuchando.

Me comentó que le faltaba por visitar el Castillo de Trevejo, del que siempre hago publicidad en mi negocio. Como hacía un día tan bueno, descapoté el Jeep que tenemos en la empresa y me ofrecí a llevarlo. – ¡Fantástico, una gran idea! – Me dijo.

En lugar de ir directamente por la EX - 205 hasta el cruce de Villamiel y luego subir a Trevejo, le di un rodeo que nos permitiera disfrutar de aire, los olores y el maravilloso paisaje que ofrece nuestra comarca. Desde el cruce de Eljas atajamos en dirección a San Martín por el camino rural que se asfaltó hace unos años, pasamos despacio por la Hospedería, atravesamos el casco de San Martín y luego subimos hasta cerca de Villamiel por la carretera que atraviesa el castañar. Quedó maravillado. En lugar de pasar por Villamiel lo rodeamos por un camino rural que llega directamente hasta Trevejo, atravesando por paisajes muy bucólicos. Tras esquivar algunas vacas muy simpáticas, llegamos a la plaza de Trevejo donde aparcamos el vehículo.

No había nadie forastero, sólo unos vecinos haciendo vino con una prensa portátil y una anciana tejiendo rodeada de gatos que la miraban. Para Manuel aquellas escenas eran increíbles. Me comentaba que en Canarias habría ido varios autobuses de turistas sólo para contemplar la autenticidad de la vida rural y el tipismo que estaba viendo. Por supuesto, también habría tiendas de suvenires, algún bar y desde luego un restaurante…En fin.

Subimos al castillo y contemplamos durante un rato en silencio las impresionantes vistas. Manuel se preguntaba extrañado como estaban tiradas de cualquier manera grandes piedras de granito con antiquísimas inscripciones medievales. – No os entiendo . – me dijo. –No sabéis lo que tenéis… – “Semus asina, pero verás como lo cambiaremos” – le respondí con una sonrisa de disculpa.

Concluimos la visita y, como ya era la hora de comer, bajamos directos por la carretera que une Trevejo con Villamiel.

–¡Para! – Me gritó. –¿Tu ves lo mismo que yo?– Dijo indignado. Para mi desgracia sí que veía lo mismo que él: una explanada a pié de carretera convertida en un inmenso basurero y escombrera. Era imposible no verlo, en el propio arcén, en el lugar con mejores vistas, en un mirador, en una de las carreteras más frecuentadas por las personas que vienen de fuera a visitarnos... Hacía tiempo que no sentía tanta vergüenza.

–José Miguel– me dijo – tenéis un serio problema. Si las personas de la Sierra que pasan por aquí ven esto y no reaccionan, es que carecéis de la sensibilidad mínima necesaria para poner en valor vuestro increíble patrimonio turístico, en muchos lugares habría gente en la cárcel por lo que estoy viendo. ¿Es que no hay mejor sitio en todo el término municipal para tirar las basuras? Imagino que le pondrán iluminación nocturna. ¡Que falta de sensibilidad! –. Luego masculló algo relacionado con las margaritas y los cerdos y me indicó con la mano que siguiera. Hice una foto con el móvil y volvimos en silencio, por la carretera principal. Quería llegar lo antes posible.

Durante el trayecto, que se me hizo eterno, empecé a ver cosas a los lados de la carretera que nunca me había llamado la atención, cuantas mas veía mas intentaba que el viejo Jeep consiguiera pasar de 70 Km/h. Vi somieres oxidados haciendo la función de cancelas, bañeras puestas de bebederos, neumáticos tirados en los arcenes, pequeñas cúmulos de restos de obras por todas partes, paredes de piedra tiradas y alambradas herrumbrosas haciendo su papel, zarzas que se lo comían todo con bolsas de plástico en descomposición flameando al viento, muros de bloques de hormigón remendando viejas fachadas de rústicas construcciones de piedra… Reconozco que en ese momento me vine abajo y decidí no escribir más artículos sobre las posibilidades turísticas de la Sierra de Gata.

Pasado un rato me acordé de esa frase que dice que, a veces, es necesario tocar fondo para así tomar impulso y salir a la superficie. No es tan difícil. ¿O sí?

Cómo la Sierra de Gata podría llegar a no ser nunca un destino turístico