jueves. 25.04.2024

Sierra de Gata, el turismo y los incendios

La gran apuesta oficial para el desarrollo económico y social de Sierra de Gata es el turismo. Desde hace años las instituciones públicas están invirtiendo ingentes cantidades de fondos, principalmente europeos, en el desarrollo turístico de nuestra comarca. Podemos afirmar que el futuro económico y social de Sierra de Gata, va a estar definido por las estrategias políticas que se diseñen en materia turística.

Un ejemplo emblemático de ello es el proyecto del Parque Cultural Sierra de Gata, diseñado en base al concepto de una figura legal de protección del territorio, pero gestionado como una especie de parque temático turístico, y gestionado además de forma exclusiva y excluyente por parte del lobby turístico de la región.

Es evidente que la estrategia de desarrollo de la Sierra consiste en venderla como destino turístico, en ofertar en ferias, circuitos y demás foros turísticos el espectacular entorno natural de la Sierra, su paisaje y en definitiva su patrimonio natural, cultural e inmaterial.

Pero el caso es que a primeros de agosto de este año hemos sufrido un devastador incendio, que a much@s nos ha terminado de abrir los ojos (Además de las entrañas…) en relación con la fragilidad de la realidad de esta comarca. Una comarca asediada por los incendios (Entre 2001 y 2013, último año con estadísticas oficiales definitivas, se produjeron más de 1300 incendios forestales en la comarca de la Sierra de Gata) y asolada por uno catastrófico cada diez años aproximadamente.

Desde la Universidad de Extremadura, Fernando Pulido, responsable de la coordinación técnica del convenio marco en materia de prevención de incendios y gestión forestal entre la Consejería de Medio Ambiente y Rural, Políticas Agrarias y Territorio de la Junta de Extremadura y la Universidad de Extremadura, manifiesta en la Web del Servicio de Difusión de la Cultura Científica de la UEx que: “Los incendios tienen lugar por un motivo subyacente: el abandono del monte. La pérdida de la actividad agrícola y ganadera en zonas de montaña genera mucho combustible debido a la existencia de grandes superficies de vegetación densa y continua… Es necesario crear zonas de vegetación discontinua. Para lograr todo esto, es fundamental realizar un diagnóstico del territorio que incluya la participación de la población local…Es conveniente una estrategia comarcal, participativa que incluya una gestión del territorio integral, no exclusivamente turística…La política agroforestal, económica y turística deben ir coordinadas…El error fundamental ha sido dejar en las últimas décadas que el territorio en zonas de montaña pierda la estructura en mosaico, la diversificación de usos y que se haya centrado en la explotación maderera y turística… Los aspectos agroganaderos se han abandonado y este el problema de fondo que hay que abordar…El monte se quema porque no hay actividades vinculadas a él”.

José Antonio Mateos Martín, Licenciado en Geografía e Historia que trabaja como geógrafo en el Servicio de Ordenación del Territorio de la Dirección General de Urbanismo y Ordenación del Territorio de la Consejería de Medio Ambiente y Rural, Políticas Agrarias y Territorio, en Mérida, y que anteriormente fue Agente de Medio Ambiente durante 10 años, también en la Administración Regional, incide en estas cuestiones, planteando en Sierra de Gata Digital que: “El abandono y decaimiento del mundo rural en general, en paralelo a la masividad de coberturas vegetales en recuperación, generan condiciones proclives a la dificultad de controlar los incendios. Unas condiciones de fragilidad sobre las que desde hace unos años se ha construido el incipiente desarrollo turístico de la comarca, donde se exhibe el verde y el agua, pero sin que pueda olvidarse que bajo esa abundancia de verde en el paisaje de nuestras sierras se esconde un medio rural en transición como contexto que podía virar del verde al negro de manera brusca y catastrófica… No es raro que el cultivo tradicional se abandone por parte de quien no ve en ellos expectativas económicas claras, como ocurre con el olivar y el viñedo, los cultivos de mayor difusión. Donde los nuevos usos del territorio no pasan de ser simbólicos granos de arena, puramente testimoniales y en la medida en que tiene mucho peso en el sector turístico, con la fragilidad inherente al contexto en que se inscriben. Tal vez con escasa significación habida cuenta de la dilatada trayectoria que lleva la comarca trabajando en clave de desarrollo y diversificación del medio rural desde los programas LEADER. Donde, dada su amplia superficie, los terrenos forestales de administración pública se gestionen de manera que los pueblos perciban que el monte también es suyo y les genera riqueza no sólo cuando se quema y se vende la madera, como ocurre con las recientes experiencias de resinación. Desde luego, las políticas de valoración del medio natural no pueden ser sólo cartelería, folletos turísticos y senderos, sino que en medios rurales tan “naturales” deben acompañarse con unas medidas de gestión que consideren que no hay rincón de la sierra que sea virgen sino que la mano del serrano está detrás de la mayor parte del paisaje que percibimos”.

También desde la Plataforma Sierra de Gata se reflexiona sobre estas cuestiones, y se reivindica “el desarrollo de una política activa de recuperación de la cultura del campo, que haga rentable el trabajo de las huertas, la limpieza de las fincas y el mantenimiento de los montes”.

Si atendemos a las manifestaciones de Fernando Pulido y José Antonio Mateos, concluiremos que el futuro económico y social de nuestra comarca, está asentado sobre un modelo de desarrollo, el turismo, que tiene una frágil base, constituida por material altamente combustible.

No podemos conformarnos. Es preciso pasar a la acción y cambiar el modelo de desarrollo de la Sierra, tal como se manifiesta en la propuesta Una voz, una comarca, surgida de la mesa de trabajo del 25 de agosto en Villasbuenas de Gata: “Necesitamos un plan maestro y un programa piloto con visión de futuro y con capacidad transformativa y renovadora del territorio”.

Y reiterando las palabras de Fernando Pulido: “Es conveniente una estrategia comarcal participativa, que incluya una gestión del territorio integral, no exclusivamente turística”.

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