sábado. 20.04.2024

El hombre que no quiso un millón de dólares

Grigori Perelmán es un matemático ruso que vive con su madre en un barrio dormitorio de San Petersburgo. Si se cruzarán con él por la calle, pensarían que no es más que un vagabundo, pero detrás de una fachada desdeñada, sumida en el abandono, se encierra una de las mentes más privilegiadas del último siglo, uno de los grandes genios de la ciencia de los últimos tiempos.

Grigori Perelmán es un matemático ruso que vive con su madre en un barrio dormitorio de San Petersburgo. Si se cruzarán con él por la calle, pensarían que no es más que un vagabundo, pero detrás de una fachada desdeñada, sumida en el abandono, se encierra una de las mentes más privilegiadas del último siglo, uno de los grandes genios de la ciencia de los últimos tiempos.

En el año 2000, el Clay Mathematics Institute propuso los Problemas del Milenio, siete grandes retos matemáticos cuya resolución sería recompensada con un millón de dólares cada uno. Entre ellos se encontraba la Conjetura de Poincaré, propuesta en 1904 y la cual fue demostrada por el personaje que hoy nos ocupa en el año 2002 al publicar varios artículos en el archivo de artículos científicos arXiv.

A partir de ahí y después de las comprobaciones obvias de la comunidad científica, todo fueron parabienes y reconocimientos para Grisha, diminutivo con el que firmaba sus escritos.

Pelermán había revolucionado el mundo de la ciencia y en 2006 se hizo merecedor de la Medalla Fields, máximo galardón que puede recibir un matemático, al no existir Premio Nobel para esta disciplina. Sin embargo, él declinó el premio, así como asistir al Congreso Internacional de Matemáticos donde tendría que recibirlo, que precisamente ese año se celebraba en Madrid.

Cuatro años más tarde, en marzo de 2010, el Clay Mathematics Institute hizo público que Pelermán cumplía con éxito los criterios para recibir uno de los galardones de los Problemas del Milenio al resolver con éxito uno de ellos, dotado con un millón de dólares, premio que también rechazó alegando:

“No quiero estar expuesto como un animal en el zoológico. No soy un héroe de las matemáticas. Ni siquiera soy tan exitoso. Por eso no quiero que todo el mundo me esté mirando.”

Desde entonces poco más se ha sabido de las andanzas del genio ruso, salvo que lleva una vida humilde, retirada de todo lo que tenga que ver con el escenario mediático. Sobre él se cuentan un sin fin de rumores, incluso se pone en duda si es veraz la última entrevista que concedió en 2011 a Aleksandr Zabrovsky al existir, según varios periodistas, varias incoherencias en ella.

Sea como fuere, lo cierto es que desde que Pelermán logró demostrar la Conjetura de Geometrización de Thurston y como caso particular, la famosa Conjetura de Poincaré, su leyenda no ha hecho más que crecer y no solo entre el gremio científico, sino entre los ciudadanos de a pie.

Y es que en estos momentos de la historia en los que nos ha tocado vivir, en los cuales muchos buscan su minuto de gloria, la palmadita en la espalda e identificamos el triunfo personal con el triunfo económico, sorprende que alguien rechace la mayor de las distinciones en su profesión, ganada, todo sea dicho, de una forma objetiva, y a además una cantidad tan significativa como la de un millón de dólares.

Después de lo expuesto, comentaros que Pelermán no es un tipo corriente es una perogrullada de órdago, muchos lo tacharéis incluso de loco, inconsciente y extravagante. Algunos pensaréis que esos premios son consecuencia de sus actos y no precisamente que aquello que consiguió, uno de los avances científicos más importantes este recién estrenado siglo, lo hizo buscando la recompensa social y económica que se ofrecía por ello.

Pero lo que no se puede negar es que sea una persona íntegra y coherente con aquello que buscaba, que a tenor de los hechos, simplemente era saciar su sed científica, en este caso matemática.... y nada más.

Lo que no ha conseguido es dejar de estar “expuesto”, quizás no como “un animal en el zoológico”, pero desde luego, sí como uno de los grandes en los libros de historia.

A los que nos ha quedado el regustillo del millón de dólares, podemos estar tranquilos, aún nos quedan seis Problemas del Milenio por resolver... O si no, seguimos jugando a la primitiva.

El hombre que no quiso un millón de dólares