viernes. 19.04.2024

Mi turismo religioso en Semana Santa

Desde que hace cuarenta y cinco años mi mujer me trajo a vivir a Sierra de Gata siempre paso aquí la Semana Santa. Antes de que me hiciera sedentario a los dos nos gustaba en esas fechas ir con otros matrimonios amigos, e incluso con los hijos, de turismo religioso por los pueblos de la comarca. Lo malo era que con harta frecuencia el diablo se cruzaba en el camino y el pretendido turismo religioso de nosotros, los tíos, acababa en turismo tabernero o bodeguero.

Desde que hace cuarenta y cinco años mi mujer me trajo a vivir a Sierra de Gata siempre paso aquí la Semana Santa. Antes de que me hiciera sedentario a los dos nos gustaba en esas fechas ir con otros matrimonios amigos, e incluso con los hijos, de turismo religioso por los pueblos de la comarca. Lo malo era que con harta frecuencia el diablo se cruzaba en el camino y el pretendido turismo religioso de nosotros, los tíos, acababa en turismo tabernero o bodeguero.

Así a bote pronto recuerdo cuando fuimos a Torrecilla de los Ángeles a ver la Pasión de Cristo representada por la gente de la que localidad el Jueves Santo. Llegamos antes de que comenzase. Para hacer tiempo fuimos al bar. Uno de nosotros se calentó. Empezó la representación. Los actores lo hacían tan bien que el caliente, siempre amante de la justicia, empezó a decir que le iba a dar unos curritos a Judas. Lo calmamos como pudimos. Pero cuando apareció Pilatos se desató del todo: que así no podía tratar a un hombre inocente como Jesús, que si el Pilatos era un falso como todos los políticos y que él solo –el caliente- se bastaba para arreglar la situación. En definitiva: que le iba a hinchar los morros. Nos lo tuvimos que llevar a enfriar para no tergiversar la historia y evitar que la pasión de Jesús se convirtiera en la pasión de Pilatos o que los legionarios romano-torrecillanos nos dieran latigazos a nosotros. Las mujeres se quedaron viendo el espectáculo y todas dijeron que había estado muy bien, que nos habíamos perdido algo interesante. Volvimos al año siguiente. El diablo no nos persiguió y pudimos ver la representación con paz y sosiego. Mereció la pena. La recomendamos.

En Robledillo de Gata el diablo también nos la jugó. Allí el Viernes Santo se hace una ceremonia religiosa que tiene como protagonista al hermoso Cristo atribuido a la escuela de Gregorio Fernández. No sé ahora, pero entonces, cuando hacíamos turismo religioso, alguien relevante solía glosar las famosas Siete Palabras evangélicas. Un año lo hacía el conocido periodista Teresiano Rodríguez . Decidimos ir a escucharlo tanto por razones de parentesco como porque Teresiano habla bien. Nos dirigíamos hacia la iglesia y el diablo nos hizo pasar por delante de la bodega de Jacinto ¿Martín?, el de Extensión Agraria. Nos invitó a entrar. Nosotros, que no. Él que sí, que nada más que un pequeño vaso de vino .Que bueno, pero nada más uno. Las mujeres se fueron y nos dijeron que nos esperaban en la iglesia. No sé lo que pasó pero poco tiempo después ¿o no era tan poco? aparecieron las mujeres con cara de enfado y nos echaron la bronca. Hacía ya más de media hora que Teresiano había acabado su charla. Los de la bodega reflexionamos, entre alegres y compungidos, sobre la fugacidad del tiempo y la poca comprensión de las esposas. Volvimos otro año, pero el diablo seguía igual de pertinaz. Nos encontramos con Teresiano y el resultado fue peor que cuando dimos con Jacinto. Aunque a pesar de mis buenas intenciones nunca lo he conseguido todos me dicen que lo del Descendimiento en Robledillo también es digno de ver.

Donde los maridos del grupo de matrimonios amigos siempre nos negamos a ir fue a la procesión del Cordero Bendito de Acebo. Resulta que la imagen del tal Cordero representa a un hombre entero, es decir con sus atributos cual corresponde a todo varón. Por esa especial condición sólo pueden verlo desnudo los sacerdotes quienes cuando es preciso le colocan lo que los más finos llaman paño de castidad y los más vulgares calzoncillos. Y por esa especial condición las mujeres no pueden ni tocarlo. Lo engalanan, es decir, lo visten para la procesión hombres solteros y lo desengalanan el Sábado Santo, lo quitan el rico manto procesional, hombres casados. Por sus especiales condiciones físicas se le atribuyen virtudes genésicas y es frecuente que parejas sin hijos se encomienden a él. Aunque algunas esposas de las del grupo de amigos se empeñaban en ir a rezar al Cordero Bendito, como todos teníamos hijos –algunos hasta seis- no hacía falta que el diablo nos llevase a los bares, todos íbamos a ellos por voluntad propia e ignorábamos al Cordero. Espero que nos haya perdonado.

Otro año, el domingo de resurrección fuimos a la romería de la Virgen de Bienvenida en Torre de don Miguel. El diablo nos hizo llegar tarde y nos perdimos la misa, pero vimos la hermosa procesión, la subasta y estuvimos en el besamantos. Renunciamos a la verbena porque se nos hizo tarde.

Quien tenga auténtico espíritu religioso, en cualquiera de nuestros pueblos podrá asistir a ceremonias de ese tipo vividas y sentidas con autenticidad. El que no lo tenga siempre encontrará paisajes, lugares, establecimientos donde solazarse. Que venga y verá que no mentimos.

Mi turismo religioso en Semana Santa