jueves. 28.03.2024

Víctimas del terrorismo y final de la violencia

La recuperación de la democracia consagró un proyecto de convivencia decidido a superar nuestros viejos conflictos históricos asentado en el respeto a la ley, a la voluntad popular y al libre y pacífico ejercicio de cualquier reivindicación política. Nada, pues, justifica el uso de la violencia ni cabe argumento para que unos pocos hayan quebrado la paz.

La recuperación de la democracia consagró un proyecto de convivencia decidido a superar nuestros viejos conflictos históricos asentado en el respeto a la ley, a la voluntad popular y al libre y pacífico ejercicio de cualquier reivindicación política. Nada, pues, justifica el uso de la violencia ni cabe argumento para que unos pocos hayan quebrado la paz. Así, las víctimas del terrorismo constituyen, con su contribución personal, el exponente de una sociedad decidida a no consentir que nadie subvierta los valores de la convivencia, la tolerancia y la libertad. Por eso las víctimas suponen el más limpio paradigma de la voluntad colectiva de los ciudadanos de un futuro en paz que se ha de construir desde el diálogo, el consenso y el respeto recíproco entre las diversas opciones políticas que ostentan la representación legítima de la ciudadanía.

Aunque cada vez resulta más evidente la consideración del terrorismo como una de las mayores lacras sociales, todavía no somos plenamente conscientes del profundo daño que ha generado y genera. El tiempo nos permitirá valorar en toda su extensión la negativa repercusión que la violencia terrorista ha tenido y tiene en el desarrollo de nuestras relaciones sociales, de nuestra economía, de nuestro progreso cultural; de nuestra convivencia, en definitiva. En estos momentos, conocemos, eso sí, el alcance inmediato y directo de esta tragedia: el inmenso dolor y sufrimiento provocado por los asesinatos, las amenazas, los secuestros, las extorsiones y los chantajes. Las víctimas del terrorismo y sus familiares son su expresión personal y cercana. 

El futuro de nuestra convivencia deberá ser construido ineludiblemente sobre la memoria a las víctimas. El reconocimiento a las mismas es no solo un acto de justicia sino la expresión sincera de una sociedad que no quiere revivir nunca más el sufrimiento injusto que aquellas han padecido. Dicho apoyo representa el esfuerzo compartido de reparación que las víctimas y sus familias merecen.

El valor de la memoria se convierte en la garantía última de que la sociedad española y sus instituciones representativas no van a olvidar nunca a los que perdieron la vida, sufrieron heridas físicas o psicológicas o vieron sacrificada su libertad como consecuencia del fanatismo terrorista. Asimismo, hay que reflejar una especial consideración a las familias de los miembros de la Guardia Civil, del Cuerpo Nacional de Policía, del Ejército, de la Ertzaintza, de los Mossos d'Esquadra, o de las Policías Locales, víctimas todos de atentados terroristas. Tampoco debemos desatender a las asociaciones de víctimas del terrorismo como pilar fundamental en el apoyo a las familias que han sufrido el zarpazo del terror y como instrumento de participación y de canalización de sus demandas y pretensiones, de visibilidad y vertebración, contribuyendo también a la deslegitimación social del terrorismo y a la difusión de los principios de convivencia democrática. 

Igualmente, debe promoverse el conocimiento de la verdad con un relato auténtico de lo que sucedió que evite equidistancias morales o políticas, ambigüedades o neutralidades valorativas, que recoja con absoluta claridad la existencia de víctimas y terroristas, de quien ha sufrido el daño y de quien lo ha causado y que favorezca un desenlace en el que las víctimas se sientan apoyadas y respetadas, sin que quepa justificación alguna del terrorismo y de los terroristas.

Sirvan estas palabras como muestra de respeto, admiración y afecto que siempre hemos de guardar con las víctimas del terrorismo por el esfuerzo, la resistencia, el coraje y la dignidad demostrada en estos difíciles años como ejemplo de civismo y de compromiso con la democracia, la Constitución y sus valores. El apoyo y la solidaridad con las victimas, su dignificación representan un valor compartido por todos los ciudadanos y eso exige unidad y consenso, nunca partidismo, ni división, ni enfrentamiento. Hoy las expectativas de un mañana sin violencia tienen un horizonte más esperanzado que en otros momentos. Éste es, sin duda, un logro colectivo del conjunto de nuestra sociedad y del que sólo esta sociedad es su auténtico protagonista. Por eso mismo, en ese contexto, la referencia a las víctimas supondrá siempre el incontrovertible lugar de encuentro en el que hacer converger a todos los demócratas desde la pluralidad y desde la natural diferencia ideológica. En todo caso, no está de mas recordar que la derrota del terrorismo y el final de la violencia nos va a exigir a todos grandes dosis de generosidad, tolerancia y concordia. Así, pasar esta triste página de nuestra historia precisa de una mirada hacia el futuro sin ira pero con ilusión y orgullo.

Víctimas del terrorismo y final de la violencia