Pretenden los hombres hacerse dioses
La soberanía del pueblo se barre de un plumazo, tornándose lo colectivo en individual con tan sólo retorcer cuatro normas estatutarias, cual harapo mojado
La soberanía del pueblo se barre de un plumazo, tornándose lo colectivo en individual con tan sólo retorcer cuatro normas estatutarias, cual harapo mojado
Los hombres y las mujeres deben ser definidos cada vez más, no a partir de su sexo biológico o factor cultural, sino a partir del hecho de ser personas. Entendemos aquí por persona todo aquel o aquella que se siente dueño de sí y que ejercita la libertad para gestionar su propia vida
Una de las cosas de la que más se enorgullecen los pueblos es el reconocimiento de sus hombres ilustres. Cronistas e historiadores se afanan en recopilar datos que documenten sus biografías para con ello proceder a nombrar hijos predilectos, hijos adoptivos, nombres de plazas, calles y lugares
En la tierra hay una amplia gama de culturas que tienen claramente marcados los roles femenino y masculino. En general la mujer tiene –teóricamente- una actividad menos aparente que el hombre, socialmente hablando
Don Juan Acedo Rico, conde de la Cañada, no siempre secundó su fama de perseguidor de políticos en afán de justicia o de prebendas. También se le conoce por sus informes sobre hallazgos como el de Écija con ataúd de plomo conteniendo un bastón con casquillo de metal y puño de caracol marino o en La Moncloa donde se encontraron un gran número de monedas romanas, y, sobre todo, por sus escritos jurídicos, en los que se han apoyado muchos abogados y textos posteriores, llegando a ser considerado como uno de los grandes juristas del Reino y uno de los mejores especialistas en Derecho Penal