viernes. 19.04.2024

Crónicas del Contrabando y de Contrabandista VI

Emiliano y su hijo menor se quedaron pálidos; lo primero que les vino a la cabeza era que tal vez Simeón se hubiese confundido de sitio. Cuando éste asomó su rostro vampírico desde el interior de la galería éstos entendieron que no había lugar a equívocos; les habían robado el mineral...

- Ahí está bien guardado –Les dijo Emiliano a sus dos hijos.

Acababan de esconder diez kilos de wolframio en una oquedad de la mina en la que llevaban trabajando un mes.

- Mañana, de madrugada, a eso de las cinco, venimos; lo recogemos y lo llevamos a Ciudad Rodrigo donde he quedado con un tratante que se lo vende a los alemanes y lo pagan bien.

- ¿Pero…, habrá que mezclarlo con las piedras que hemos untado con aceite y quemado al fuego para que parezcan mineral? –Preguntó el más joven de los hijos de Emiliano.

- ¡Por supuesto!; pero eso lo haremos mañana cuando repartamos los tres sacos que llevaremos cada uno de nosotros.

Emiliano y sus vástagos se marcharon a casa con la seguridad de que el mineral que habían escondido en la mina estaba a buen recaudo.

A las cinco de la mañana, como había ordenado el cabeza de familia se encontraban al pie de la mina. El hijo mayor entró con una lámpara de carburo en la mina mientras Emiliano y su hijo menor le esperaban a la entrada del yacimiento.

Al poco rato se escuchó desde el interior de la galería un:

-¡Me cago en…….!, ¡Algún hijo de su madre nos ha robado! –Era el grito de rabia de Simeón cuando descubrió que el mineral no se encontraba donde lo habían escondido.

Emiliano y su hijo menor se quedaron pálidos; lo primero que les vino a la cabeza era que tal vez Simeón se hubiese confundido de sitio. Cuando éste asomó su rostro vampírico desde el interior de la galería éstos entendieron que no había lugar a equívocos; les habían robado el mineral, que tanto esfuerzo les había costado reunir, delante de sus narices.

Pasaron varios minutos hasta que fueron capaces de reaccionar.

-Los ladrones no deben estar lejos. ¿Alguno de vosotros ha contado anoche algo en el pueblo?

-Padre, me parece que la culpa la tengo Yo, anoche se lo conté a mis amigos mientras jugábamos a las chapas.

-¡Buf…..!, tienes que aprender que si quieres acompañarnos estas obligado a una discreción absoluta; pues de lo contrario todos nos jugamos la cárcel.

El chico no sabía dónde meterse, su indiscreción había causado un gran perjuicio económico. Deseaba que la tierra se lo tragase, era incapaz de soportar las miradas de su padre y de su hermano.

En ese instante su Emiliano les ordenó:

-¡Venga!, Tú coge la segureja y Tú el calabozo; creo que sé quiénes son y por dónde van.

Los dos hermanos cogieron las herramientas que les indicó su padre; mientras éste cogía unas jocis. Los tres emprendieron una rápida marcha por veredas y caminos con dirección a lo que se conocía por el nombre de Puerto de Castilla y que conducía a El Payo. A mitad del recorrido divisaron la silueta de dos hombres que iban cargados con un par de sacos y marchaban a toda velocidad.

-¡Ahí van! –Les indicó Simeón a su padre y a su hermano.

-¡Venga, ya son nuestros!

Su ritmo cardíaco aumentó, mientras su respiración tomaba una cadencia cada vez más corta, hasta que al fin les alcanzaron.

-¡Alto ahí si no queréis que hagamos con vosotros una chancina!

-¡No tío Emiliano! –Respondió uno de ellos. ¡Por Dios que nosotros somos unos mandaos!

-¿Unos mandaos……?, ¿De quién….? –Les preguntó un Emiliano irritado, mientras él y sus hijos les amenazaban con la segureja, el calabozo y las jocis.

-El tío Calerro nos dijo que nos daría una buena cantidad por hacer este trabajo.

-Me lo imaginaba –Les respondió Emiliano. Ese cabrón envidioso no para de joderme desde hace años. Vamos dejad los sacos de mineral ahí y alejaros no sea que me arrepienta y paséis a ser comida de los lobos.

Los dos jóvenes hicieron lo que se les ordenó Emiliano y se alejaron lo más rápido que pudieron; sabían de primera mano el arresto de los miembros de esa familia.

Esta vez Emiliano y sus hijos habían conseguido que su negocio de contrabando de mineral acabase como lo habían planeado.

Crónicas del Contrabando y de Contrabandista VI