viernes. 19.04.2024

Mística y religión

Cada religión posee su identidad y su propia forma de decir, para expresar la experiencia mística. Pero como Dios no cabe en ninguna cabeza, ya que es mayor que todas ellas, siempre podemos añadir algo a fin de captarlo mejor y traducirlo para el entendimiento humano

Mística y religión
Mística y religión

Estamos muy acostumbrados a ver las cosas desde una sola perspectiva.  Todas las cosas tienen su otro lado. Y captar el otro lado de las cosas es darse cuenta de que lo visible es parte de lo invisible: eso es lo que hace la mística. 

 Mística viene de misterio. Misterio no es el límite del conocimiento. Es lo ilimitado del conocimiento. Conocer más y más, ir más allá de cualquier horizonte y vivir la experiencia del misterio. Todo es misterio: las cosas, cada persona, su corazón... el universo entero. 

El misterio  irrumpe como voz que invita a escuchar más y más el mensaje que viene de todas partes, como una llamada  a moverse más y más en la dirección de la esencia, del corazón de cada cosa. El misterio nos tiene siempre admirados y hasta fascinados. 

 ¿Qué hay más profundo que el mirar inocente de un recién nacido? ¿Qué hay más majestuoso que el cielo estrellado en las noches oscuras? 

Mística significa entonces la capacidad de conmoverse ante el misterio de todas las cosas. No es pensar las cosas, sino sentir las cosas tan profundamente, que lleguemos a percibir el misterio  que las habita. 

Pero la mística revela en profundidad  su significado, cuando captamos el hilo misterioso que las une, liga y religa todas las cosas haciendo que sean un Todo ordenado y dinámico. Es la Fuente originaria de la cual todo dimana y que los cosmólogos llaman con el infeliz nombre de vacío cuántico. 

Las religiones pusieron el nombre de Dios a esta realidad originaria. No importan sus mil nombres: Yavé, Padre, Tao, Olorum... 

Mística no es  pensar sobre Dios, sino sentir a Dios con todo el ser. Mística no es hablar de  Dios, sino hablar a Dios y entrar en comunicación con Dios. Cuando rezamos, hablamos con Dios. Cuando meditamos, Dios habla con nosotros. Vivir esta dimensión en lo cotidiano es  mística. 

Al traducir esa experiencia complicada de expresar, elaboramos doctrinas, inventamos ritos, prescribimos actitudes éticas. Nacen entonces las  religiones. Detrás de ellas y de sus fundamentos se da siempre la misma experiencia mística, el punto común de todas las religiones. Todas ellas se refieren a ese misterio inefable que no puede ser expresado adecuadamente por ninguna palabra que esté en los diccionarios humanos. 

Cada religión posee su identidad y su propia forma de decir, para expresar la experiencia mística. Pero como Dios no cabe en ninguna cabeza, ya que es mayor que todas ellas, siempre podemos añadir algo a fin de captarlo mejor y traducirlo para el entendimiento humano. Por eso, las religiones no pueden ser dogmáticas ni sistemas cerrados. Cuando eso ocurre, surge el fundamentalismo, enfermedad frecuente en las religiones, tanto en el cristianismo como en el islam. 

La mística nos permite vivir lo que escribió el poeta inglés William Blake: ver un mundo en un grano de arena, un cielo estrellado en una flor silvestre, tener el infinito en la palma de su mano y la eternidad en una hora. 

Hasta otro día, amigos.

Un abrazo.

Agustín.

Basado en Leonardo Boff 

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