jueves. 25.04.2024

Leonardo Morcillo y Carmen Martín eran un matrimonio al uso pero sin hijos. Él había trabajado como guardia civil toda la vida y había recorrido varios puntos de la geografía española por esta razón. Su último destino fue Cataluña, donde se jubiló y decidió volver a vivir a la tierra que le vio nacer junto a su mujer. Ambos eran cilleranos, compraron una casa y se establecieron en Sierra de Gata a principios de los años 80. “Eran dos personas normales y corrientes”, cuenta a este diario el juez de paz de Cilleros Fernando Cordero.

Una vez establecidos en su pueblo, Leonardo se involucró mucho en la vida de la comunidad. Llegó a ser concejal del municipio, presidente de la Asociación de Jubilados Pensionistas e incluso formó parte de la Junta Directiva de la Asociación para la Conservación del Patrimonio Histórico-Artístico y Cultural de Cilleros, precursora del actual Museo Etnográfico.

Por si esto fuera poco, la querencia por la cultura y el patrimonio de Leonardo era tal que pintaba cuadros que casi siempre tenían como protagonista a los paisajes y monumentos serragatinos.

Por otra parte, Carmen y Leonardo eran una pareja muy devota. “Eran de misa de domingo”, comenta risueño el juez de paz. Les gustaba colaborar con las acciones parroquiales y siempre estaban dispuestos a hacer donaciones. “Incluso daba clases de pintura gratis”, afirma Cordero “Leonardo estaba muy preocupado por que no se perdieran las tradiciones del pueblo”, cuenta el juez.

El matrimonio, acostumbrado a acompañarse el uno al otro, tuvo la fatalidad de fallecer el mismo año, con tan sólo un par de meses de diferencia entre ambos.

A partir de aquí comienza la historia de la famosa herencia. “La verdad es que cada vez son más habituales las donaciones por herencias, pero nunca habíamos recibido ninguna tan cuantiosa”, cuenta asombrada Chele García, coordinadora de autonómica de Unicef. “Nosotros nos enteramos en el verano de 2014, porque el Ayuntamiento de Cilleros contactó con nosotros como dueños de una finca del municipio”, narra García, “En ese momento, nuestro servicio jurídico, que se encuentra en Madrid, tomó las riendas del asunto y resultó que éramos los herederos universales de unos 200.000 euros y dos bienes inmuebles”, afirma la trabajadora de Unicef, “en total la cantidad podría ascender a unos 300.000 euros”, cuenta García, que también cuenta que “han vendido la finca cillerana para poder invertir el dinero en campañas solidarias”.

El asombro y la sorpresa se apoderaron de Cilleros, pues parece ser que no han dejado nada a sus parientes más cercanos. De hecho, los cuadros de Leonardo decoran el Ayuntamiento y una serie de pinturas religiosas la ermita. Cuentan por allí, que a la pareja les gustaban mucho los niños y al no tenerlos, decidieron, en un último acto de generosidad, donar sus vienes a Unicef, que es la que vela por los derechos de los menores. Pero eso es otro misterio.

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La herencia solidaria más misteriosa