jueves. 28.03.2024

¿Están nuestros políticos en Babia?

Nuestros políticos tienen todo su derecho a estar entre Pinto y Valdemoro, esto es, en una situación de incertidumbre o de duda entre dos o más opciones, lo que siempre merece un espacio de reflexión, un tiempo de espera o una puerta de escape. Que mejor sitio para ello que la comarca de Babia o los Cerros de Úbeda

Hubo una cita importante, allá por el mes de julio de 1212, en la que convocaron a los reyes cristianos peninsulares contra los musulmanes. Entre ellos quedó citado el rey leonés Alfonso IX, (1188-1230), para que participara en la que luego sería la famosa batalla de las Navas de Tolosa pero, cuando le pidieron audiencia para entregarle el pergamino de convocatoria, resulta que estaba descansando fuera de palacio. Dedicaba su ocio a la provechosa actividad de la caza en la preciosa comarca de Babia, capital de la luna. No sabemos si ya estaba allí cuando surgió la necesidad bélica o prefirió marcharse, asesorado por algún sabio consejero, esperando que el paso del tiempo arreglara los asuntos de Estado de lo que entonces era el poderoso Reino de León. 

Acto político este que repetirán a lo largo de la historia algunos de nuestros dirigentes políticos, pasando las vacaciones en una comunidad u otra. Lo cierto, dicen los antiguos,  es que antaño este hecho de esconderse tras los renos era nombrado como “estar en Babia”, junto al río Luna”, lo que suponía calificar, cariñosamente supongo, a los reyes como de alelados, atontados, absortos o, lo que es peor, lunáticos, de poca organización en sus mentes. Velequí ena nuestra lengua estremeña se di: “estar tanquitu”.

No hablamos de personajes de baja cuna, pues este rey que cito, SM Alfonso IX, aparte de pasar grandes temporadas en las Tierras de Coria con su amada Berenguela, de una u otra manera, “reconquistó” gran parte de la Sierra. Ni hablamos de personajes de baja estopa, si damos crédito a la emocionante situación histórica actual por la que pasan los políticos españoles. Repasen ustedes, si tienen a bien, las vacaciones de verano o el velatorio a las condiciones de investidura. 

Bien es cierto que algunos más que estar en Babia parece que se pierden por los Cerros de Úbeda, como le ocurrió al capitán de Fernando III, Álvar Fáñez “El Mozo”, que se extravió cuando los cristianos sitiaron la ciudad de Tolosa, unos años antes de la batalla, y regresó una vez conquistada la ciudad.

Todo esto es justificable si se piensa que nuestros políticos tienen todo su derecho a estar entre Pinto y Valdemoro, esto es en una situación de incertidumbre o de duda entre dos o más opciones, lo que siempre merece un espacio de reflexión, un tiempo de espera o una puerta de escape. Que mejor sitio para ello que la comarca de Babia o los Cerros de Úbeda. 

Es razonable pensar en este estado de cosas que, teniendo un gobierno en funciones no deberíamos tener la sensación que nos intranquiliza de bloqueo institucional, pero estos ministros que lo componen ya no salen tanto en la tele para explicarnos las maravillas que consiguen dentro y fuera de la camisa blanca. 

Aún siendo así, yo no creo que nuestros ministros y ministras estén en Babia o anden perdidos por los Cerros de Úbeda, más bien lo parecen por la cautela con que abordan los temas de Estado, ya que son ellos los que están entre la incertidumbre por la continuidad y el respeto a la investidura. 

Lo que sí hemos padecido y seguimos padeciendo es un Congreso en Babia o perdido por los Cerros de Úbeda, obligado más por un presunto imperativo legal que por las ganas, que no son pocas, que tienen nuestros diputados y diputadas de ejercer las funciones propias de su cargo.

Es decir, el órgano constitucional donde realmente el pueblo es soberano, mediante representación parlamentaria, careció de iniciativa legislativa, su principal función, durante el anterior periodo del gobierno en funciones y sigue careciendo de ella, durante el actual tiempo de espera para la investidura presidencial, a pesar de seguir contando con un gobierno en funciones.

Recuerdo que durante el anterior periodo se desautorizó al Congreso de los Diputados para ejercer cualquier control al gobierno en funciones y para ejercer libremente su principal función legislativa. Quedó vacío de funciones y por tanto inerte ante la opinión pública. Poco más que durante la sesión de investidura llegó a recuperar el vigor político que se le supone.

Pero lo peor de todo es que, en el actual periodo de sesiones parlamentarias, me temo que la situación no cambie. Aquel partido político que pretenda cambiar la fecha de las posibles elecciones, zum, zum, zum, se encontrará primero con la negativa del gobierno en funciones, luego con la lentitud del Congreso, no sirven mayorías para adelantar la fecha anunciada, y por último con el bloqueo del Senado, aquí la mayoría si es importante. 

El pasado 17 de agosto se reunió la mesa para cerrar la distribución de escaños y convocar el debate de investidura, que parece más que se trate del sacrificio de Abraham que de un acto democrático, lo digo por las pocas ganas con que se va al mandato. Las iniciativas de los grupos políticos se comenzarán a estudiar a mediados de septiembre. 

Esto es mucho más lento que la criticada situación parlamentaria anterior. Todos los politólogos coinciden en que de nuevo se sacará del armario el debate sobre la posibilidad de que el Congreso tenga competencias o no para controlar a un gobierno en funciones y que parece eminente que se le negará la posibilidad de que inicie su actividad legislativa. Digo que esto va más lento, no por decir sino porque aún no se han constituido las comisiones parlamentarias que, en la pasada legislatura, lo fueron antes del debate de investidura

Todo ello genera una sensación de parálisis institucional y la escenificación de un bloqueo en la posibilidad de emprender las acciones necesarias para el funcionamiento de las instituciones democráticas del Estado. Si esto es realmente así, lo que se pretende, mantiene la crítica especializada, es una situación de presión para la investidura condicionada de un determinado Presidente y, posteriormente, la formación de un nuevo gobierno que desbloquearía milagrosamente la situación política, activaría la vida parlamentaria y solucionaría todos los problemas de la gente, que son muchos. 

Para ello, los unos, lanzarán interesadamente proclamas sobre la falta de pautas para actuar y de precedentes que guíen el camino a seguir y, los otros, recordarán que ya se presentó un recurso al Tribunal Constitucional sobre la negativa del gobierno en funciones a someterse al control parlamentario y se quejaran del vacío institucional. Pero, por mucho que lo llamen, el Tribunal Constitucional no se reunirá en Pleno hasta la última semana de septiembre, estando como están sus miembros disfrutando de sus merecidas vacaciones, cuando les toca, como a todo español o española, ya que este año fue hábil el mes de agosto. Entonces decidirá y todos acataremos la sentencia.

Lo que defiendo aquí, es que el Congreso de los Diputados, al igual que el Senado, en estos periodos postelectorales, deben mantener intactas sus funciones legislativas y deben ejercer el control del Gobierno, consiguiendo así que el Estado funcione, cumpla sus compromisos y no se produzca este estrés político. 

Otra solución a estudiar podría ser que el gobierno en pleno dimitiera pasado el recuento electoral y, entregada las actas a diputados y senadores, eligieran estos un gobierno provisional  representativo.  

Total si con un gobierno en funciones está el país bloqueado y paralizado políticamente, según nos dicen los portavoces, ¿para qué queremos un gobierno en funciones?. Si no dejan funcionar al Congreso de los Diputados, máxima representación de la soberanía popular, que se convoque a Concejo Nacional. 

Se me olvidaba, la última semana de agosto abrimos el Congreso de los Diputados. Recuerden encender sus televisores y ponerse ropa interior limpia. 

Lo recuerdo para que estemos pendientes, porque al final me temo que será el pueblo soberano el que se vaya de caza a Babia o se pierda por los Cerros de Úbeda, total ya estamos entre Pinto y Valdemoro. 

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¿Están nuestros políticos en Babia?