viernes. 29.03.2024

Las caras de la pobreza

Asociación de consumidores ACUEX

En 1997  la Comunidad Europea estrena medidas contra la discriminación por diversos motivos, racial religioso, orientación sexual, discapacidad o por edad. Se adoptan medidas sobre la igualdad de trato en el empleo y la ocupación e igualdad de oportunidades para hombres y mujeres. Medidas que sirvieron de poco a la vista de la situación de la población española. Según el indicador  AROPE,  que mide la tasa de riesgo de pobreza y exclusión social entre los distintos países europeos,  la situación española es peor que la media europea. 

La pobreza y exclusión social ha evolucionado en España de manera imparable desde el 2009 en que se encontraba en un 24,7 % hasta alcanzar el 29,2 % en 2014 lo que supone  un total de 13.657.232 personas en riesgo de pobreza y/o exclusión, siendo el grupo más vulnerable  aquel constituido por un adulto con uno  o más niños a su cargo. 

Este indicador mide así mismo aspectos en función de la privación material severa y la baja intensidad del trabajo y a la vista de los resultados obtenidos queda claro el papel del empleo de calidad en la prevención de la pobreza y la necesidad de adoptar urgentes medida y al respecto,  la Unión ha establecido para el año 2020 cinco ambiciosos objetivos en materia de empleo, innovación, educación, integración social y clima/energía. En el apartado de integración social el objetivo nacional 2020 para España es conseguir que 1.400.000 personas menos estén en riesgo de pobreza y/o exclusión social.

Sin embargo el concepto de riesgo de pobreza y/o exclusión social ha variado tanto,  que a la fuerza se amplía para considerar no solo los términos monetarios (nivel de renta), sino por grupos de edad, por tipo de hogar, según situación laboral y según nivel de educación. Y se incorporan indicadores como:

* Tasa de riesgo de pobreza después de la obtención de ayudas sociales. Personas cuyos ingresos son inferiores al 60% de la renta mediana disponible equivalente (después de transferencias sociales).

*Carencia material severa.  Agrupa a personas que viven en hogares en los que no pueden permitirse cuatro de nueve conceptos o ítems de consumo básico definidos a nivel europeo. Los ítems son: Pagar la hipoteca, alquiler o letras. 

  •  Mantener la vivienda a temperatura adecuada en invierno. 
  •  Permitirse unas vacaciones de, al menos, una semana al año. 
  •  Permitirse una comida de carne, pollo o pescado, cada dos días. 
  •  Capacidad para afrontar gastos imprevistos. 
  • Disponer de teléfono, televisión en color, lavadora,  coche. 

*Hogares con muy baja intensidad laboral. Personas de 0 a 59 años que viven en hogares en los que sus miembros en edad de trabajar lo hicieron menos del 20% de su potencial total de trabajo en el año. Se calcula el número de meses en los que los miembros del hogar han estado trabajando durante el año de referencia, y por otra parte el total de meses en los que teóricamente esos mismos miembros podrían haber trabajado. 

A modo de ejemplo de este indicador, en un hogar con dos adultos en el que solo trabaja un adulto a jornada completa, la intensidad de trabajo sería del 50%; si trabajan los dos a jornada completa la intensidad sería del 100%; si uno de los adultos trabaja a media jornada y el otro a jornada completa, la intensidad de trabajo sería del 75%. La vulnerabilidad de la población puede llegar a extremos desconocidos hasta ahora, en este sentido pobreza y exclusión se intersectan y, además de personas pobres y excluidas, es posible encontrar personas excluidas que no son pobres. Posibilidades de empleo y renta delimitan las opciones de consumo. La Comisión europea marca el elevado número de jóvenes desempleados y marca prioridades  para grupos específicos, un paquete de empleo juvenil que incluye la formación de aprendices dentro de un marco de calidad para los períodos de prácticas una recomendación  sobre la integración de los desempleados de larga duración. Nada de todas estas iniciativas parecen dar una respuesta satisfactoria.  

Somos una generación con recursos necesarios para ser la primera en presenciar un mundo sin pobreza extrema, donde todas las personas, no solo los poderosos y los privilegiados, puedan participar y contribuir por igual, sin discriminación ni miseria. La Asamblea General de la ONU adoptó la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, un plan de acción a favor de las personas: erradicar el hambre y lograr la seguridad alimentaria: garantizar  vida sana y  educación de calidad; igualdad de género; asegurar el acceso al agua y la energía; el planeta y la prosperidad: promover el crecimiento económico sostenido, adoptar medidas urgentes contra el cambio climático

“Estamos resueltos a poner fin a la pobreza y el hambre en todo el mundo de aquí a 2030, a combatir las desigualdades dentro de los países y entre ellos, a construir sociedades pacíficas, justas e inclusivas, a proteger los derechos humanos y promover la igualdad entre los géneros y el empoderamiento de las mujeres y las niñas, y a garantizar una protección duradera del planeta y sus recursos naturales”, señalaron los Estados en la resolución.” 

Pero hay otros  componentes invariables de la cultura de la pobreza allí donde se dé: corte de  relación con el entorno, con la sociedad,  las reglas del juego y abrazo al mundo de la ilegalidad, prostitución prematura de jóvenes, viajes ilegales, consumo de alcohol, trabajo infantil, es decir pobreza crítica que empuja a buscar la supervivencia de cualquier forma, incluso con un trabajo indigno.  Supervivencia que implica contaminar el medio ambiente, desforestar, construcción ilegal, apropiación ilegal de servicios inaccesibles como la luz o el gas, el agua, en definitiva, buscarse la vida al margen de la ley. Marginación, incultura,  dolor o  angustia, el desamparo del ser humano que ya no impacta, ni conmueve ni perturba a una sociedad acostumbrada a pedir y tener aquí y ahora, que olvida que nadie se libera solo, que la liberación es un acto conjunto, que necesita la ayuda de otras personas.

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