jueves. 28.03.2024

La libertad y los espacios comunes

En las últimas décadas se está produciendo en la mayor parte del Estado Español un proceso difícil de definir y que parece ser el resultado ecléctico de la idea de los míticos falansterios del socialista utópico Charles Fourier y del modelo de sociedad anglosajona implantado en toda Norteamérica e Hispanoamérica.

En las últimas décadas se está produciendo en la mayor parte del Estado Español un proceso difícil de definir y que parece ser el resultado ecléctico de la idea de los míticos falansterios del socialista utópico Charles Fourier y del modelo de sociedad anglosajona implantado en toda Norteamérica e Hispanoamérica.

Cuando uno pasea por los barrios de nueva construcción observa como la nueva tendencia en la edificación de edificios residenciales consiste en levantar bloques de vivienda mancomunados en los que las zonas verdes, servicios, instalaciones deportivas, etc quedan en el interior de los mismos para uso exclusivo de los vecinos que los habitan, blindándose de esta manera hacia el exterior. El máximo exponente de estos modelos de convivencia asocial llega a su máxima expresión con las inmensas urbanizaciones de uso privado como La Moraleja y La Finca, en Madrid y en Pozuelo de Alarcón respectivamente.

El deterioro de los espacios comunes, el uso o mejor dicho el mal uso de los mismos, así como el desinterés por su conservación por parte de las administraciones públicas y el rechazo de determinadas capas sociales a relacionarse con otras de menor nivel económico, cultural o racialmente diferentes ha provocado el abandono de los tradicionales espacios comunes como las plazas públicas, parques, instalaciones deportivas, etc; favoreciendo la creación de espacios similares en recintos privados.

Este fenómeno desgraciadamente se está implantando en nuestro medio rural y cada vez son más numerosas las urbanizaciones y chalets con zonas verdes, instalaciones deportivas en los que sus propietarios y vecinos hacen un uso particular de esos complejos, relegando a un segundo plano el uso y las relaciones personales y vecinales en los espacios comunes de titularidad pública.

Hasta no hace mucho tiempo era normal que los chicos jugasen libremente en esos espacios públicos rurales sin necesidad de estar vigilados por sus padres o familiares; pero la aparición cada vez más numerosa de casos de secuestro de menores, pedofilia, etc que se dan en este País ha provocado una paranoia generalizada que obliga a los adultos a vigilar a sus familiares menores de edad en esos recintos. Esa necesidad, o esa nueva obligación deriva en la búsqueda de instalaciones en las que las normativas las fijan unos cuantos, los propietarios de las mismas, y que les permiten seleccionar a las personas que hacen uso de ellas.

En el fondo de todo ello, y quizás tanto sociólogos, como antropólogos, etc. tengan completamente definido este proceso de introversión social, lo que se está experimentando en nuestro mundo rural es la pérdida de los viejos hábitos que han definido culturalmente a nuestras sociedades rurales hasta la fecha.

La libertad y los espacios comunes