jueves. 28.03.2024

112. Evolución y dolor (I)

Hace ya algunos años un amigo me dijo una frase que sigue grabada profundamente en mí: “No hay evolución sin consciencia”. El ser humano tiene dos impulsos por los que básicamente se mueve: huir del dolor o acercarse al placer

Evolución y dolor

Apoyándonos en los nuevos descubrimientos en el campo de la física relativista y la mecánica cuántica, la nueva psicología, la certeza de que la materia no existe, que todo es una manifestación energética en distintos niveles vibratorios, podríamos redefinir al ser humano como “una unidad de consciencia en evolución y que  esa consciencia utiliza todos los planos a su alcance para manifestarse”.

Esos planos son, del más denso al más sutil, los siguientes: físico, energético, emocional, mental y espiritual. Estando todos ellos relacionados, de forma que una alteración en alguno de ellos repercute en los demás.

Hoy en día se empieza a considerar la salud como la armonía entre estos planos, ya que están íntimamente relacionados. Desde esta perspectiva, podemos decir que cada uno somos el resultado de todo lo que hemos vivido en los diferentes planos, hasta el momento actual, habiendo comenzado nuestra biografía, como asegura la nueva psiconuerología, en el momento en que comenzó nuestra gestación.

Durante el período intrauterino y primera infancia, las experiencias que dan grabadas  en la psique del bebé y del niño como impactos emocionales que no sabe donde ubicar, pues sus procesos de razonamiento, reflexión y lógica aún no han aparecido.

La energía retenida, por estos impactos, provoca traumas que al final serán somatizados como enfermedades un la etapa adulta, para que podamos tomar consciencia, esa consciencia que nos hará evolucionar de un estado a otro, y poder sanar lo que  nos hizo daño.

Hace ya algunos años un amigo me dijo una frase que sigue grabada profundamente en mí: “No hay evolución sin consciencia”. El ser humano tiene dos impulsos por los que básicamente se mueve: huir del dolor o acercarse al placer.

El miedo al dolor forma parte de nuestra historia, en los comienzos se manifestaba como miedo a la muerte y la búsqueda de la supervivencia, después fue variando hacia miedos más relacionados con el dolor físico, psíquico o emocional, cuando el ambiente se volvió menos hostil.

Pero la respuesta biológica sigue  siendo la misma, nuestro cerebro descarga un torrente de substancias para “defendernos” de ese peligro que nos puede dañar, física o emocionalmente.

Un problema añadido es que nuestro actual ritmo de vida, no permite que depuremos ese exceso de substancias, ya que respondemos por igual si el miedo tiene fundamento o es imaginario.

En lo profundo de nuestra personalidad descansan olvidados unos hechos, una autentica colección de hechos, normalmente dolorosos, que un día decidimos enterrar en la creencia de que así no nos volverían a hacer daño…creyendo así que el asunto estaba arreglado. Dando por cierto aquello de que …Ojos que no ven…

    Lo realmente cierto es que esos dolores ocultos, supuestamente olvidados, se activan cuando lo que vivimos en el presente es del mismo “colorido” emocional que aquello que dimos por olvidado. Así una y otra vez en el presente estamos actualizando viejos dolores y traumas.

    La cirugía a veces nos sirve para librarnos de problemas físicos, ¿pero cómo podemos eliminar los psíquicos o emocionales? ¿Cómo se disuelven los enquistamientos energéticos? ¿Cómo nos libramos del miedo al dolor?

    Pues me temo que solo hay una forma, conociéndolos, sacándolos a la luz de la consciencia, afrontándolos, comprendiéndolos.

Continuará…

    Hasta otro día amigos.

    Un abrazo.

    Agustín.

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