miércoles. 24.04.2024

86 Espiritualidad y salud

¿Qué importancia prestamos a esta dimensión espiritual en el cuidado de la salud? La espiritualidad tiene una fuerza curativa propia. No es de ninguna manera algo mágico y esotérico. Se trata de potenciar las energías características de la dimensión espiritual, tan válida como la inteligencia, la libido, el poder, el afecto

 

Espiritualidad y salud
Espiritualidad y salud

Por regla general, la mayoría de los trabajadores de la salud han sido modelados por el paradigma científico y la presión de la industria que ha hecho una separación drástica entre cuerpo y mente y entre ser humano y naturaleza. Así se han creado muchas especialidades que tantos beneficios han traído para el diagnóstico de las enfermedades y también para las formas de curación.

Reconocido estos méritos, no podemos sin embargo olvidar que se ha perdido la visión de totalidad: el ser humano dentro de una visión más amplia de la sociedad, de la naturaleza y de las energías cósmicas, la enfermedad como una fractura de esta totalidad, y la curación como la reintegración en ella.

Hay en nosotros una dimensión que responde a esa reintegración: es la dimensión del espíritu. Espiritualidad viene de espíritu; es el cultivo de lo que es propio del espíritu, de relacionar todo con todo, de conectar y reconectar todas las cosas entre sí y con la Fuente de Originaria de todo ser.

Si el espíritu es relación y vida, su opuesto no es materia y cuerpo sino la muerte como ausencia de relación. En este sentido, espiritualidad es toda actitud y actividad que favorece la expansión de la vida, la relación consciente, la unión abierta, siempre dispuesto a nuevas experiencias y a nuevos conocimientos.

Los neurobiólogos y estudiosos del cerebro descubrieron  que siempre que se captan los contextos más globales o se produce una experiencia significativa de totalidad o también cuando que se abordan de forma existencial realidades últimas cargadas de sentido, y se producen actitudes de adoración, devoción y respeto, hay una aceleración de las vibraciones periódicas de las neuronas localizadas en el lóbulo frontal del cerebro. A este fenómeno lo llamaron el «punto Dios» en el cerebro o la aparición de la «mente mística». Es como un órgano interior por el cual se capta la presencia de lo Inefable, de lo Innombrable dentro de la realidad.

Este hecho constituye un avance evolutivo del ser humano que, como ser humano-espíritu, percibe la Realidad que sustenta todas las cosas. Se da cuenta de que sorprendentemente puede entablar un diálogo y buscar una íntima unión con ella y con todas las cosas, con todo.  Se siente dentro de ese Todo.

Este «punto Dios» se revela por valores más humanos como más compasión, más solidaridad, más sentido de respeto y dignidad. Despertar este «punto Dios»,  es permitir que la espiritualidad aflore en la vida de las personas.

Al fin y al cabo espiritualidad no es pensar a Dios, sino sentir a Dios a través de ese órgano interior y experimentar su presencia y actuación desde el corazón. Lo percibimos como entusiasmo que nos mueve, nos lleva y nos sana y nos da voluntad de vivir y  sentido al hecho de existir.

¿Qué importancia prestamos a esta dimensión espiritual en el cuidado de la salud? La espiritualidad tiene una fuerza curativa propia. No es de ninguna manera algo mágico y esotérico. Se trata de potenciar las energías características de la dimensión espiritual, tan válida como la inteligencia, la libido, el poder, el afecto. Estas energías son altamente positivas como amar la vida, abrirse a los demás, establecer lazos de fraternidad y solidaridad, ser capaz de perdonar.

Además de reconocer todo su valor a las terapias conocidas hay  un complemento de lo que ya existe, que lo refuerza y enriquece con factores oriundos de otra fuente de curación. El modelo establecido de medicina no tiene, por supuesto, el monopolio del diagnóstico y la curación. Es aquí donde se abre camino la espiritualidad.

La espiritualidad fortalece en la persona la confianza en las energías regenerativas de la vida. Sabemos por la psicología profunda y la transpersonal el valor terapéutico de la confianza en el curso normal de la vida. Confianza significa básicamente decir: la vida tiene sentido, vale la pena, tiene una energía interna que la autoalimenta, es preciosa. Esta confianza pertenece a una visión espiritual del mundo.

Pertenece a la espiritualidad la convicción de que la realidad que captamos es más de lo que los análisis nos dicen. Podemos tener acceso a la misma por los sentidos interiores, por la intuición y por los caminos secretos del corazón. Por los caminos del amor.

Pertenece también al mundo espiritual, la esperanza inquebrantable de que la vida no termina con la muerte, sino que se transfigura a través de ella. Nuestros sueños de regresar a la vida normal desencadenan energías positivas que contribuyen a la regeneración de la vida enferma.

Entregarse confiadamente a su voluntad, desear sinceramente la curación, pero también aceptar serenamente: esto es la presencia de la energía espiritual. Tales convicciones espirituales actúan como fuentes de agua viva, generadoras de curación y de potencia de vida. Es el fruto de la espiritualidad consciente.*

Hasta otro día amigos.

Un abrazo.

Agustín.

* Basado en el artículo de Leonardo Boff: La importancia de la espiritualidad para la salud.

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