viernes. 26.04.2024

Todos somos consumidores, consumimos antes de nacer y seguimos consumiendo durante mucho tiempo después de morir. Somos el grupo más numeroso y al que menos en cuenta se le tiene.

Sin embargo en lo que respecta con la aplicación de la ley general para la defensa de los consumidores,  no todos somos consumidores.

Consumidores o usuarios son las personas físicas o jurídicas que adquieren, utilizan o disfrutan de los servicios, actividades o funciones, cualquiera que sea la naturaleza pública o privada, individual o colectiva de quienes los producen, facilitan, suministran o expiden.

Y no tienen la consideración de consumidores  o usuarios quienes sin constituirse en destinatarios finales, adquieran, almacenen, utilicen o consuman bienes o servicios, con el fin de integrarlos en procesos de producción, transformación, comercialización o prestaciones a terceros.

Por ejemplo el propietario de un negocio, una cafetería, adquiere un televisor para su casa para su propio uso y el de su familia, ahí es consumidor final, y le ampara lo establecido en la ley general para la defensa de  consumidores y usuarios. Dejaría de ser considerado consumidor o usuario si  ese mismo televisor es  colocado en el salón de la cafetería y no estaría afectado por la ley  de defensa de los consumidores.

Para distinguir uno de otro hay que tener en cuenta también la factura, a nombre de quien va la factura, si va a nombre de la empresa no hay ninguna duda que no es consumidor final.

Como decía anteriormente somos el grupo más numeroso pero no se tiene mucho en cuenta nuestra opinión, tenemos que reconocer que a la hora de tomar grandes decisiones, las importantes,  judiciales, bancarias, etc. no  estamos presentes.

Los grandes analistas de consumo tienen muy claro que el consumidor tiene el poder de cambiar el mundo,  los únicos que no somos conscientes de ese poder somos nosotros, los consumidores.  Y no somos conscientes que la facultad última y quien en realidad marca las leyes de  mercado  es el propio consumidor.  Con nuestras decisiones somos capaces de lograr cambios en los  patrones de consumo, y por tanto en la oferta algo que las propias empresas estudian en profundidad.

Un ejemplo  claro es la proliferación de tiendas y productos comercio justo.

Surgen cuando la sociedad ha mostrado interés por cuanto nos  rodea, no sólo con el medio ambiente sino por el ser humano que está detrás del producto. Las empresas se han visto obligadas  a volverse “socialmente responsables”  a alinearse con un determinado código de conducta social  y de este modo obtener el beneplácito del consumidor.

Se comprometen a dedicar parte de su beneficio a la sociedad, bien sea plantar un árbol, ayuda a la investigación, etc. y de paso acallar nuestras conciencias.

Esto,  que empezó siendo una estrategia de márketing ahora se está implantando en muchas empresas por dos motivos esencialmente: reputación y beneficios.

En nuestra mano está cambiar nuestra forma de vida, consumimos casi de forma incontrolada; si cambiamos nuestros hábitos  daremos un giro radical en los tres apartados del consumo: consumo ético, ecológico y  social. No olvides que:

“Cada vez que gastas dinero,

 estás emitiendo un voto

a favor del tipo de mundo que quieres”

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El consumidor: El agente más poderoso para cambiar el mundo