viernes. 19.04.2024

El agrosistema en mosaico del olivar en Sierra de  Gata 

Sierra de Gata  lleva varios milenios habitada por el hombre en régimen sedentario y practicando la agricultura. La acción de éste sobre los elementos del paisaje es patente por cualquier rincón donde nos encontremos; puede considerarse ecológicamente positiva en la gestión del suelo agrícola y negativa en la gestión del suelo  forestal. Si partimos de épocas no muy remotas, los últimos diez siglos, esta sierra estaban cubierta por una espesa vegetación natural de robles, alcornoques, encinas y  castaños (estos últimos plantados por los romanos), donde se refugiaba una abundante fauna. Así lo describe Alfonso X el Sabio en el Libro de Montería: “eran buenos montes de osos, jabalí, corzo y ciervos”. Al principio del segundo milenio se  originaron y consolidaron los actuales núcleos de población. Algunos muy antiguos como lo atestiguan los restos prehistóricos de Hernán Pérez (2.500 a. C.) y otros yacimientos conocidos en San Martín de Trevejo o Villamiel. Pero la incidencia sobre el medio natural de forma más extensa  la iniciaron  los romanos que descubrieron la riqueza del suelo mineral y los recursos silvopastoriles. Posteriormente los musulmanes fueron recortando las laderas en bancales para plantar frutales, cítricos, viñas y olivos;  las zonas llanas se aprovechaban para cereal. Fueron éstos los que diseñaron parte de la fabulosa infraestructura de ingeniería civil que aún conserva la comarca, como son: acequias, puentes y almazaras. Con la repoblación de la Reconquista, se extensificó los cultivos de viñas y cereales y en menor medida de olivar, motivado porque el olivo tarda  quince años o más en dar una producción rentable y de la viña a los dos o tres años se empieza a sacar los primeros caldos. 

Con el paso de varias  culturas y decenas de generaciones, esta  zona fue conformando un tipo de paisaje que nosotros hemos heredado con las características propias de la montaña mediterránea. El olivar abancalado de Sierra de Gata, manifiesta un modo de gestión del territorio por parte de sociedad, (paisaje cultural) y las modificaciones realizadas por el hombre para producir (paisaje agronómico y productivo), también aporta diversidad y valor al entrono (paisaje construido). La agricultura, el monte y lechos fluviales componen los elementos paisajísticos, heterogéneos y diversos, denominado cultivo en mosaico. Esta peculiaridad la diferencia de buena parte de los olivares de la Península Ibérica. 

El olivar y el aprovechamiento ganadero de los pastos y matorral fragmenta la continuidad del bosque de pinos y matorral, fundamental en la prevención de los incendios forestales de la comarca, la peor plaga del verano e inviernos secos. 

Esquema del sistema de cultivo en mosaico de Sierra de Gata. Agustín Iglesias PérezElaboración propia

El cultivo en mosaico lo determina la topografía del terreno y el tipo de suelo. Un porcentaje importante del olivar se encuentra abancalados o también llamados aquí “Poyos” no todas las laderas pueden abancalarse (un bancal se diferencia de una terraza, porque   éste forma la tierra horizontal y la retiene con una pared de piedra seca, se construyeron para disponer de un terreno cultivable en un terreno en laderas abruptas y clima con inviernos muy lluviosos, su disposición condicionaba el funcionamiento hidrológico de las laderas de hasta el 50% de pendiente,  impidiendo así la erosión hídrica y un incremento de la tasa de infiltración. Mientras que la terraza no tiene pared, sino un talud de tierra susceptible de erosionarse. Para decidir plantar olivo o viñedo, debió  estudiarse  primero la topografía, el horizonte, la fertilidad del suelo y la ubicación.  Cada suelo debía aprovecharse según su mayor rentabilidad con el menor esfuerzo; hay que tener en cuenta, que aunque la mano de obra era barata toda la transformación del terreno se hacía  manualmente. 

Bancal con pared de piedra seca

Bancal con pared de piedra seca. Agustín Iglesias Pérez

En los alrededores de los pueblos, tierras ricas en humus se ubicaban los huertos y frutales, intercalados con algunos olivares formando el mosaico: huerto- frutales-olivares. Los frutales son muy variados: naranjos, limoneros y limas, perales y manzanos, ciruelos, cerezos y guindos, melocotoneros, nectarinas (acifrisco) y albaricoqueros (alberchigos). También se conservan pies aislados de kaki, avellanos, y ya más recientemente se han implantado, el kiwi, el nispero de Japón. 

Olivares, huertos y frutales en bancales en Torre de Don Miguel. Agustín Iglesias

Olivares, huertos y frutales en bancales en Torre de Don Miguel. Agustín Iglesias

Los lechos de arroyos y ríos con suelos profundos  y fértiles, se dejaban para prados de regadío con castaños injertos y nogales, bordeados de la vegetación natural  y de olivares. Cada propiedad estaba separada por paredes de piedra de algo más de un metro de altura, siempre trazando la línea que marca el terreno. Buena parte de los olivares actuales conforman el mosaico olivar-pinar-robledal-matorral. Muchos bosques islas se han formado en los últimos treinta años, debido al abandono del  cultivo en parcelas aisladas o también por el afloramiento de canchales graníticos de imposible laboreo.  

Olivares de Cilleros protegido con paredes de piedra seca. Agustín Iglesias

Olivares de Cilleros protegido con paredes de piedra seca. Agustín Iglesias

Todo este puzzle de cultivos, no está dispuesto por que sí. A título de ejemplo voy a citar la ordenación del cultivo en la Villa de Torre de Don Miguel en el siglo XVI, (Ordenanzas 1.563/64),  “Las parcelas para su ocupación se dividían en suertes nueva tierra de donación de parcela por la Orden de Alcántara, se dividían en tantas parcelas como vecinos había en la villa”. Los olivos no se podían plantar a menos de dos varas de la linde (unos dos metros). No se podían hacer plantaciones regulares porque todos los olivares estaban dispuestos en poyos o bancales. A cada paraje cultivado se accedía por caminos de herradura, que parten del núcleo rural, muchos de ellos conservan el empedrados original de granito. 

Terraza con talud de tierra. Agustín Iglesias Pérez

Terraza con talud de tierra. Agustín Iglesias Pérez

Los olivares abancalados de Sierra de Gata forman un paisaje  peculiar en cada valle    de la comarca. En el valle de la Rivera de Acebo se entremezcla con naranjos, robles y castaños a  los pies del Jálama en Acebo y en las laderas del  Moncalbo en Hoyos. En el valle del Árrago se asienta en el fondo del valle  y laderas abancaladas  con paredes de pizarra, intercalados con las viñas en Robledillo y Descargamaría; en Cadalso se elevan por la laderas al mediodía custodiado por Almenara con robledales y bosquetes de madroñeras; continuando por la misma ladera se asientan los olivares de Torre de Don Miguel. En el valle del Tralgas (Hernán Pérez, Villanueva y Torrecilla) son olivares continuos formando lomas y casi llanos en suelos rojizo y grises, están abancalados en las laderas de la Sierra de Dios Padre entre coníferas exóticas y eucaliptos y lindando con la Hurdes en Torrecilla de los Ángeles se mezclan con cerezos. Por el valle de la rivera de Gata, los bancales se forman con  muros de granitos entre las Jañonas y la Almenara y hacia el sur entorno al convento y rio San Blas con pizarra. En los contornos de Trevejo y Villamiel los bancales de olivos son de granito en terrenos arenosos rodeados de robles y castaños. De similares características son los bancales del valle de Xalima o riveras de San Martín y Eljas; desde San Martín de Trevejo, Eljas y Valverde se extiende los olivares abancalados, entre robles y el castañar del Soto y hacia Eljas  además sobresalen entre los canchales graníticos hermosos  almeces. En Valverde del Fresno el olivar  cohabita con un paisaje típico Mediterráneo cereales y dehesas de encinas. En Perales del Puerto y  Cilleros el  olivar se dispone en una topografía alomada y laderas suaves, aunque están abancalados en la sierra de Santa Olalla y los Arenales. Además del arbolado autóctono, el pino esta presente en casi todos los olivares, salvo en la rivera Trevejana y San Martín. Como puede comprobar el viajero al observar  la diversidad del paisaje serragatino nos da una idea de las características del agrosistema en mosaico del olivar. 

Este sistema de cultivo es netamente sostenible ecológicamente, no solamente porque se conservan en el tiempo, sino también porque se han mejorado los suelos sustancialmente. El sistema mosaico alberga una alta diversidad de flora y fauna. Se ha comprobado que el número de  especies herbáceas, insectos y vertebrados es varias veces  superior a un monocultivo de olivar. 

Un aspecto de importancia ecológica en el olivar, es la existencia de árboles viejos así como  los muros de los bancales con numerosos huecos y grietas donde busca refugio una amplia fauna propia del bosque, que incluye desde aves como el mochuelo (muy escaso) hasta mamíferos como la comadreja o reptiles del tamaño de la culebra bastarda. Estos refugios son de vital importancia en el conjunto del paisaje agrario donde la existencia de micronichos ecológicos puede ser escasa.

Durante los meses de invierno el olivar actúa como una fuente de alimento. Como productor de aceitunas, atrae para su alimentación a numerosos animales, principalmente aves invernantes, que sin embargo después de alimentarse se refugia en ecosistemas más maduros y naturales limítrofes al propio olivar. 

Este sistema sufre  fluctuaciones desde el punto de vista económico, sobre todo por el acentuado minifundismo originado de generación en generación por las sucesivas particiones de las herencias. Todas las teselas del mosaico descrito, son parcelas que forman explotaciones  de rentabilidad muy inferior a los cultivos andaluces o de Tierra de Barros, con los costes añadidos de agricultura de montaña.  La tendencia de las últimas  décadas ha sido de abandonar los olivares a los cuales no se tiene accesibilidad con vehículo o tractores de poca potencia. El arreglo o adaptación de los caminos en pistas, ha favorecido la recuperación de muchos bancales cubierto de zarzales o monte.

No cabe duda del alto valor agronómico, ecológico, paisajístico y cultural de estos cultivos en bancales; la falta de rentabilidad han seleccionados los olivares más accesibles y productivos. El momento actual es crítico por el envejecimiento de la población, la falta de renovación de la población activa agraria hace peligrar sus continuidad, a pesar del apoyo de la Unión Europea con medidas agroambientales y otras ayudas. Una alternativa es la comercialización del aceite y aceitunas de calidad, acogiéndose a la producción ecológica, Denominación de Origen, y una transformación final que deje valor añadido, para que repercuta en las economías familiares, factor fundamental para conservar el paisaje serragatino propio, compuesto de pequeñas parcelas, que conforman el agrosistema en mosaico, herencia  de épocas milenarias.

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