viernes. 19.04.2024

Pedro Sánchez

Los socialistas ya tienen nombre propio al que agarrarse en los próximos años. Se llama Pedro Sánchez y es el encargado de dirigir una militancia cansada de la larga travesía del desierto. Camino que recorrió de la mano del consumado lider Alfredo Pérez Rubalcaba, quien sacó agua de las piedras, repartió la poca comida que llovió de los cielos, peleó como pudo contra el estudiado y machacado por la derecha, estigma zapateriano y dejó escrita algunas consignas de meritorio seguimiento. Pedro Sánchez ha sido aupado a la secretaría general de su partido, como un hito histórico, con los votos de la militancia organizada en agrupaciones locales y refrendado por los delegados a los que, esos mismos militantes, encomendaron tal misión en un congreso extraordinario celebrado en Madrid el pasado 13 de julio. Se consuma así la clara voluntad de la militancia de renovar, desde la base, a un histórico partido político, que se situa a la izquierda moderada del espectro político nacional, y de colocarlo en la “pole position”, con el objetivo de alcanzar el gobierno de la nación.

También nombró, este congreso extraordinario socialista de delegados y delegadas, la Comisión Ejecutiva Federal, donde fueron apareciendo nuevos nombres designados para el gobierno del partido como César Luena, junto a consumados líderes como Micaela Navarro, Patxi López, Pedro Zerolo, Pere Navarro o Carme Chacón, por citar sólo algunos. Mucho barón, mucho aparato y mucho “secretario general”. De estos nombramientos surgió el principal problema puesto en evidencia por los dos líderes que compitieron democráticamente en la carrera por ocupar la secretaría general. La denuncia se refiere a la poca generosidad de los negociadores congresuales para conceder atención a esa mayoría latente, que consiguió en conjunto más del 50% de los votos emitidos por la militancia. No sabemos si le faltó al nuevo líder, cintura democrática, mano izquierda o un pequeño gesto, de atención y de generosidad, para con los compañeros maltrechos en combate. Mal consejo dio el que asesoró este camino. Presuntamente fue algún profesional de la política, de esos de silla culera que dicen en mi pueblo.

Pensar que no prestando atención a las corrientes dentro del partido estas no existen, es como ponerse a la altura de cierto presidente de gobierno, que cree firmemente que con no atender las demandas secesionistas estas desaparecen de la faz de la tierra. Hacer caso a los que piensan que al enemigo ni agua, es como tirar a la basura la historia y el trabajo de tantos y tantas socialistas que se desviven en la calle en la defensa de los valores progresistas. Hay imágenes que, en un segundo, se clavan en lo más hondo de la retina y otras que, a pesar de la duración del largometraje, pasan desapercibidas en cuanto cesa la tormenta.

Dedícame al menos un movimiento en las estrellas antes de que bajemos a los charcos, decía el poeta. Ese movimiento existió para Felipe González, José Luis Rodríguez Zapatero y Alfredo Pérez Rubalcaba, pero no se percibió para Eduardo Madina, un socialista que tuvo no sólo su vida en juego sino también la honradez de no utilizar este tema, que claramente le beneficiaba, en la campaña electoral para la secretaría general , ni tampoco para José Luis Tapias, un avezado socialista de los de vida universitaria y teorías que inciden en propuestas de izquierdas. Aparcar este tema, ante cámaras y flaxes, puede suponer un cierre en falso y un lastre de futuro. Siendo esto así, a Pedro Sánchez, le cabe ahora demostrar, día a día, que es un dirigente socialista de todas y todos los militantes de su partido, porque con ese gesto estará dando a entender que será el futuro presidente de todas y todos los españoles.

Debe mantener sus promesas, realizadas mirando a la organización orgánica. Ese es otro de los gestos pendientes. A saber, la convocatoria inmediata de las elecciones primarias para nombrar el candidato a Presidente del Gobierno, relanzar la deteriorada imagen del partido a nivel nacional, formar el Gobierno en la sombra con reputados socialistas y repartir los cargos de manera que cada socialista ocupe un cargo o, en última instancia, sólo tengan un sueldo.

Todo lo demás, lo que sale de puertas para fuera, ha supuesto una esperanza para recuperar la confianza electoral de los ciudadanos y ciudadanas en un partido político que puede llevarlos a sanear el maltrecho estado de bienestar social y a reinstaurar los perdidos derechos históricos, al tiempo que camina con paso firme por la necesaria senda de la recuperación económica. Frente a los que dicen que es inevitable la política económica basada en los recortes y la severa austeridad, sin contraprestaciones sociales, hay otros que pensamos que existen experimentadas políticas progresistas socioeconómicas, pregonadas a los cuatro vientos, desde donde es posible la atención a las familias en situación desfavorecida de paro o desamparo, a la vez que se anima a emprender eficientes procesos económicos en el impulso de los planes de inversión pública y privada. Todo sustentado en el interés nacional, de aunar recuperación y crecimiento, para crear empleo.  Políticas progresistas cargadas de justicia social, libertad e igualdad. Pero, sobre todo, políticas capaces de devolver la alegría en el presente y la esperanza en el futuro, para generar de nuevo la confianza en la política y en los políticos. Políticas progresistas que impulsen la garantía de un estado del bienestar capaz de cobijar todas las aspiraciones de la gente de bien. Y eso sólo se puede hacer, en palabras del nuevo líder socialista, cambiando el rumbo de España en lo económico, lo social, lo político y lo institucional.

Tal vez por eso, sin olvidar la patata caliente de la situación de Cataluña, lo primero que ha pedido el nuevo lider socialista, en su primera visita a la Moncloa, ha sido que el estado debe garantizar un subsidio mensual a todos los parados con hijos a su cargo. Una solidaridad que se hace ya urgente, en lo individual, ante la deteriorada situación de muchas familias españolas que han perdido el trabajo y la vivienda y que es necesaria, en lo colectivo, ante la creciente desigualdad social entre clases sociales.

El partido socialista ha conseguido situarse en la parrilla de salida de las fuerzas políticas emergentes de izquierda, con la ventaja que le da su estructura organizativa. Ha sabido alentar a los indecisos que dudaban ante las posibilidades que el nuevo panorama político ofrecía. Ha colocado el orgullo de su pasado como valor de futuro, frente a los que pretenden acallar los logros socioeconómicos de los militantes y de los gobiernos socialistas. Vindicar ese pasado para hacer futuro, para ganar el futuro, para volver a modernizar esa España tendente a anquilosarse en el lastre de los siglos de inmovilismo.  Sólo reconociendo el pasado, se puede gobernar el presente y transformar el futuro. Los socialistas han vuelto a reivindicar a la clase obrera, aquella que con su trabajo hace mucha patria y poco patrimonio. La clase obrera instalada ahora en lo que se ha dado en llamar clase trabajadora y clase media. Unas clases sociales que están siendo sistemáticamente sometidas a una persecución obsesiva por quitarles los derechos sociales históricos conseguidos con sudor, dolor y lágrimas y de restarle el bienestar social honradamente ganado.

Una clase obrera que recordamos de cuando muy cerca y no porque, con sus sentimientos, emigrara el habla de la Sierra de Gata, sino más bien porque tenía en sus manos callos de todos los surcos y la señal inequívoca del azadón y la guadaña. Ahora, cuando creyéndose dignificados por lo mucho conseguido, llega una reducida clase dominante que pretende someterlos, como antaño lo hicieran las derechas agrarias, al siglo de los santos inocentes y las meriendas de pan y aceitunas. No quieren los socialistas, por lo visto, que la clase trabajadora, que la clase media sigan pagando las facturas de la minoritaria clase dominante. Me refiero, y en estos estará conmigo la honrada gente de derechas, nadie quiere esa derecha que esconde su dinero en paraísos fiscales, consentidos por ellos mismos, mientras se les llena la boca de Patria ocultos tras la bandera de España. Hace tiempo, nos recuerda permanentemente el poeta Pablo Guerrero, le dije que cortaron al hombre una antigua costumbre de volar que tenía, solo seremos nuestros el día que consigamos ver nacer a los niños con alas.

Lo hemos dicho, en otros momentos, desde estas páginas digitales. Se está utilizando la crisis como excusa para construir un modelo de sociedad a la medida de una reducida clase política y económica. Se está utilizando esta crisis para una especie de recogida de beneficios en perjuicio de las clases más desfavorecidas. Para muchos no es algo ajeno a las políticas inherentes a la clase acomodada de este país, ya se ha hecho antes. El resultado es desproporcionado e injusto cuando decanta la balanza a favor de los más poderosos y deprime a la mayoría trabajadora. Me pregunto que pensará de esto el santo Padre que vive en Roma

Después de leer lo leído y visto lo visto, estoy convencido de que, estos socialistas, ni son lo mismo, ni son iguales. Cada uno que piense y diga lo que quiera, al fin y al cabo, todavía, estamos en un país tolerante, en un país democrático, que consiste en que unos puedan decir lo que antes no podían y otros sigan diciendo lo mismo que decían. Palabra de poeta.

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