jueves. 02.05.2024

¿Es el jefe de estudios un policía?

La semana pasada tuve un conflicto en mi centro de trabajo; llamé la atención a un grupo de alumnos porque, según la normativa interna, no podían permanecer en el pasillo.

La semana pasada tuve un conflicto en mi centro de trabajo; llamé la atención a un grupo de alumnos porque, según la normativa interna, no podían permanecer en el pasillo. Es mi obligación y así debo hacerlo, a pesar de que no los conozco, no les doy clases, no sé si son buenos o malos estudiantes… Enseguida, uno de ellos, el líder, se me enfrentó sin ningún miramiento: “¿Por qué?” “Porque justo detrás de ti hay un cartel enorme que así lo indica”. “Claro, y qué hacemos si está lloviendo”. “Vuestra obligación es estar en clase”.

Hasta ahí llegó la primera parte de la conversación. Me di la vuelta, convencida de que iban a desobedecerme pero dándoles la oportunidad de que no lo hicieran, y el protagonista de esta historia exclamó, ufano, “qué se ha creído la tía esta”. Volví, le afeé su conducta, me respondió que soy yo quien le hablé mal, le dije “vamos a tratar el tema con el jefe de estudios”, me respondió “no quiero, ¿acaso te crees que el jefe de estudios es un policía?”

La historia ha seguido; pero la dejo ahí. No le habría dado más importancia porque, lamentablemente, forma parte del día a día de mi trabajo. No son muchos, en mi centro, los alumnos así, pero los hay y este es un ejemplo. Sin embargo, mi preocupación por lo que está sucediendo creció cuando he escuchado una de las noticias de la semana: un alumno de un instituto de Barbate (Cádiz) ha prendido fuego al pelo de una profesora cuando esta le ha instado a entrar en el aula. Las cámaras de seguridad han grabado el acto; vemos comenzar a arder el pelo mientras la profesora se da la vuelta sin darse cuenta de lo que le está sucediendo. El asunto, que podía haber desembocado en una tragedia, ha quedado ahí gracias a la rápida intervención de otra alumna.

Se han escrito ya muchas líneas sobre este tema, sobre la educación de nuestros jóvenes. Alguno contestará enseguida que esto también sucedía antes. ¿No le damos importancia, entonces? Creo que mi profesión, la de docente, está muy desvalorizada socialmente, es un hecho. Todos nos hemos sorprendido al comprobar las diferencias entre el sistema educativo español y el finlandés a través del difundido reportaje de “Salvados”. Los docentes podemos afrontar los recortes que estamos sufriendo en los últimos tiempos, podemos seguir luchando por acabar con el desprestigio al que estamos sometidos en esta sociedad, podemos seguir manteniendo nuestra vocación e interés por formar a nuestros jóvenes. No obstante, necesitamos también el apoyo del colectivo educativo, comenzando por las familias.

Quienes teorizan sobre la relación profesor y alumno en el aula desaconsejan el modelo tradicional porque es un obstáculo para el aprendizaje y para el desarrollo social y emotivo de los alumnos, propicia el aburrimiento de estos y su rebeldía. El docente debe evitar esa posición autoritaria y acercarse al alumno, facilitando la comunicación entre ambos. No son dos polos opuestos, creemos. ¿No es posible, acaso, respetar la autoridad y disfrutar del aprendizaje? ¿Debemos ser cada vez más permisivos para que el alumno no se aburra? ¿Concluimos que no estaba contento, quizás, este alumno y que su frustración justifica su actuación ante esta profesora? Hay mucho que reflexionar todavía sobre este tema.

Noticia inquietante y triste, muy triste.

¿Es el jefe de estudios un policía?