viernes. 10.05.2024

De los Santos Inocentes a El Dictador

Siendo yo todavía joven, mi padre me llevó a ver una película sobre la España franquista.

Siendo yo todavía joven, mi padre me llevó a ver una película sobre la España franquista. El argumento estaba ambientado durante la década de los sesenta, en un cortijo de la Extremadura rural, donde una familia de campesinos vivía miserablemente bajo la férula del terrateniente y de caciquismo rural tardío

Renuncia, sacrificio y obediencia eran los valores que imperaban para un destino marcado, apoyado y avalado por injustas leyes al que sólo algo violento e imprevisto consiguió mover de la línea que separaba la esclavitud del súbdito oprimido frente a la tiranía del amo, opresor por descendencia y herencia familiar

“Hijo mío –me dijo mi emocionado padre al terminar de visionar el filme-, lo ha conseguido. Mario Camus ha superado la narrativa de Miguel Delibes con la fuerza de las imágenes”.

Ahora pasado el tiempo, y vista de nuevo la película, he comprendido que efectivamente fue una afortunada adaptación de la novela, pero también que tuvo una premiada interpretación en los papeles de Francisco Rabal, (Azarías) y Alfredo Landa, (Paco “El Bajo”), sin desmerecer el resto.

Parece, como venía a decir mi padre, que los empleados llegaron a confundir la obediencia y labor profesional de todo buen servicio al empresario que te contrata, con el de servidumbre y sumisión. Resultado: una relación tormentosa entre la familia pobre oprimida y la familia terrateniente opresora. Desvalida la primera y beneficiada esta última por la legislación estatal, amparada por la Iglesia y asentada en una sólida estructura jerárquica, heredada de los principios de autoridad del régimen franquista.

Para colmo el sometimiento de la familia contratada se hace mediante un opresor que antes fue oprimido, como diría el psico-pedagogo Pablo Freire. Este tipo de intermediarios es el más peligroso para la clase sometida o tiranizada.

Este sistema está tan sutilmente entrelazado que sólo la tragedia, (muertes de la Milana y del señorito Iván), consigue desvelar las envenenadas relaciones entre los propietarios del cortijo, que engañan a sus contratados con míseras limosnas, y sus sirvientes, incapaces de descubrir su condición de siervos.

Se trata, por tanto, de una gran película que desarrolla una trama consciente del dominio caciquil en el campo y avisa de su posible implantación en el incipiente, entonces, desarrollo industrial, trasladándose el fenómeno descrito del pueblo a la ciudad.

Cuando todo parecía formar parte del pasado, surge una nueva película que nos atrapa en la telaraña spidermaniana y sobrevuela cielos supermanes: “El Dictador” de Larry Charles. Si bien el largometraje no ha conseguido calar ni siquiera en lo más superficial de mi perfil sociocinéfilo, si que me ha llamado la atención una curiosa publicidad con la que, algunos medios periodísticos en su reciente estreno en España, más bien parecían bordar la situación económico-política actual, que la distracción en sí misma de la comedia.

¡La solución a la crisis! -decía uno de ellos-. El General Aladeen trae a España sus políticas de recorte basadas en la esclavitud para todos. Esta práctica dará trabajo a todos y ahorrara mucho dinero. “Yo soy como los banqueros españoles –dice Aladeen-, me subo el sueldo para ver la cara de gilypollas que se le queda a mi pueblo cuando no tiene para comer”.

Si esto es así, todo hace suponer que definitivamente se ha instalado en las ciudades, inmerso en el desarrollo industrial y la clase política, el fenómeno caciquil que antaño dominara la esfera rural.

Son los Santos Inocentes versus El Dictador. Tomada, ¡claro esta!, la palabra versus en el sentido de hacia donde nos dirigimos o hacia donde nos desplazamos. “Noi andiamo verso il mare”, fue lo último que se les oyó decir a los atrevidos navegantes subsaharianos de pateras: “Nosotros nos dirigimos hacia el mar”.

Que Dios nos pille confesados en esta larga travesía.

De los Santos Inocentes a El Dictador