sábado. 11.05.2024

Habemus Papam

Dendi el Serragatinu mandu salúus, i la felecitación mía, al nuevu jefi d´estáu del Vaticanu i santu pairi l´egresia católica, pol sel´escogíu comu nuevu Pontifi, nel deséu que consideri, a l´apechal i conducil la su egresia, una proveichosa tarea pastoral nel desempeñu tan grandi responsabelía, paque hágasi husticia i aiga igualdá, fraterniá i pas en toa l´umaniá, i

Dendi el Serragatinu mandu salúus, i la felecitación mía, al nuevu jefi d´estáu del Vaticanu i santu pairi l´egresia católica, pol sel´escogíu comu nuevu Pontifi, nel deséu que consideri, a l´apechal i conducil la su egresia, una proveichosa tarea pastoral nel desempeñu tan grandi responsabelía, paque hágasi husticia i aiga igualdá, fraterniá i pas en toa l´umaniá, i qu´el Santu San Franciscu ténalu en compaña suya, na lucha encontra la probeza d´esti mundu muestru, qu´es mucha i mu mala, n´asseguranza que nesti caminu mus poemus encuentral tos. Pairi muestru qu´estas nus ciulus, hágasi la tu voluntá.

Las primeras noticias sobre la persona del nuevo Papa son, cuando menos, esperanzadoras. Al menos eso me pareció a mí al escuchar las palabras del gratamente sorprendido teólogo Juan José Tamayo, director de la cátedra de Teología y Ciencias de la Religión en la Universidad Carlos III, opinar que el nuevo pontífice es un cardenal con gran sensibilidad hacia el mundo de los pobres, y que la Iglesia podría ir camino de convertirse en "la Iglesia de los pobres".

Algo muy distinto dijo sobre el anterior Papa, Joseph Ratzinger, de quien llegó a afirmar que ha sido el gran Inquisidor de la fe cristiana y valoró su etapa de papado como una época de conservadurismo y falta de reacción ante el problema de la pederastia, un asunto que ha sido el mayor escándalo de la historia del cristianismo y que, a Benedicto XVI, le estalló en las manos.

El Papa dimisionario, aparte de ser recordado como “El Papa que dimitió” –asegura el Teólogo-, pasará a la historia como el que reforzó los controles dogmáticos de los teólogos y la estructura jerárquica piramidal de la iglesia, dejando fuera a la mujer y la opinión de los fieles. El Papa no ha sabido dar respuesta a los más de 1.200 millones de católicos que hay en el planeta y que preguntaban por cuestiones como la libertad de expresión y cátedra, y ha limitado el pensamiento crítico de la iglesia.

Desde que en el año de 2005, el discreto Papa Benedicto XVI, dirigiera sus palabras desde la Basílica Vaticana ha publicado tres encíclicas y un libro: “La infancia de Jesús”. Aprobó la mayor beatificación que ha habido en la historia de la Iglesia que incluyó a 498 españoles muertos durante la Segunda República Española y, posteriormente, a su antecesor Juan Pablo II. Realizó dos viajes a España (2006 y 2010). Cambió las normas del cónclave para que sólo puedan ser palpables los candidatos de amplio consenso.

Dicen sus defensores que siempre ha estado con los problemas reales y que fue muy valiente al reconocer cuatro mil casos de pederastia por parte de los clérigos, echo este de gran trascendencia mediática junto a su entrada en Twitter y el robo de material reservado por parte de su mayordomo.

A pesar de esto, contraste de hechos positivos y negativos, la dimisión del Papa es anunciada como consecuencia de la falta de fuerzas y problemas de salud con complicaciones cardiovasculares y problemas de hipertensión, que se han complicado con la falta de visión en el ojo derecho y artrosis de cadera.

Una emisora de radio afirmaba esta semana, tras la eleción del nuevo Pontífice, que este tendría que enfrentarse no sólo al asunto de la pederastia sino también a la transformación del Banco Vaticano al que se acusa de blanqueo de dinero y de convertir el Estado en un paraíso fiscal.

El Papa Francisco esta considerado como una persona moderada de tendencias reformistas. En su agenda constan hechos contradictorios tales como estar a favor del bautismo de los hijos que nacen fuera del matrimonio y oponerse a la ley argentina sobre los matrimonios homosexuales y al derecho a los transexuales a cambiar su estado civil.

No sabemos, por tanto, que papado encontraremos en adelante y si esta llamado, como lo fue San Francisco de Asís, a reformar el gobierno vaticano y recuperar, así, el prestigio perdido.

Las voces se alzan en el sentido de crear órganos colegiados de gobierno que minimicen el poder unipersonal del propio Pontífice y de los ministros, de manera que pueda abrirse debates tipo Consejo de Ministros y eliminen la posibilidad de filtración de documentos privados y escándalos como el de la Banca Vaticana que maneja 7.000 millones de euros y funciona, en delegación, como si el Estado Vaticano fuese un paraíso fiscal.

No es de recibo continuar con una Iglesia que no ha sabido adaptarse a la realidad de este mundo y a las enseñanzas del cristianismo primitivo. Es más, los expertos aseguran que la Iglesia actual cada vez se separa más del evangelio de Cristo y de la pureza de sus enseñanzas para aliarse con el mundo de la riqueza y el boato, dejando las líneas prácticas de los Evangelios a un reducido número de sacerdotes y monjas que ejercitan su ministerio en las misiones de la pobreza, en los barrios periféricos de las ciudades o en parroquias comprometidas. Es un error político aliarse permanentemente con las ideologías de un determinado signo, dejando al margen a los creyentes de las otras.

Si la Iglesia actual quiere recuperar una buena imagen necesita pregonar con el ejemplo, de manera que el mensaje emitido sea parejo a los actos emprendidos, en una autentica y creíble comunión en la acción-reflexión-acción.

Un discurso arcaizante, único, repetitivo que se hace cada vez más estéril, como semillas que caen en las piedras, ha pretendido el ferreo control de una Iglesia cuyos componentes piden, cada vez más, una descentralización efectiva que tenga en cuenta las peculiaridades y los problemas propios territoriales, escapando de las verdades dogmáticas.

Aseguran algunos sectores de la Iglesia que se “ha ido apagando poco a poco la creatividad y la imaginación. La imposición, contra viento y marea, del discurso único ha despreciado demasiado talento e impedido recibir en calidad de igualdad en la Iglesia a sectores determinantes en la sociedad civil como la mujer y los diferentes. Pocas instituciones disponen de una capacidad de discurso tan rico y pocas saben despreciarlo tanto como lo ha venido haciendo la Iglesia en los años del posconcilio.

En definitiva, añaden desde el foro de curas de Madrid con motivo de la renuncia de Benedicto XVI: “la Iglesia debería recuperar el corazón. Ni los códigos de leyes, ni los mejores catecismos tienen sentido si no se recupera el corazón. Y tenemos la impresión de que, por el excesivo dirigismo y afán de controlarlo todo, la Iglesia ha perdido la ternura, la compasión y la cordialidad”.

Lo recordaba abiertamente el Concilio Vaticano II –cuyo aniversario se conmemora en estos días–, cuando al inicio de la constitución Gaudium et Spes afirmaba: “Los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren, son a la vez, gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo” (GS1).

Este gesto del papa, del que nos felicitamos -dicen los curas de Madrid-, debería ser aprovechado por la Iglesia para hacerse más humana entre las personas y más preocupada por la tierra que es fuente de todas las vidas. El servicio a este mundo, torturado y convulso, siguiendo el ejemplo liberador de Jesús de Nazaret, debería ser capaz de invitar honestamente a recuperar la esperanza, a reducir las desigualdades, a vencer las injusticias y a encargarse de las y los más necesitados. Porque, según el mismo Jesús «el que quiera ser el primero, debe hacerse el último de todos y el servidor de todos» (Mc 9.35). (1).

Habemus Papam