viernes. 26.04.2024

JOAQUÍN EN SU RINCÓN o el derecho de vivir en paz

Aquella tarde Joaquín llegó al café-bar con el mismo cansancio con el que llegaba día tras día. Un cansancio histórico acumulado en los largos años de bregar por los surcos de tierra ajena. Más de medio siglo golpeando los terrones con las manos heridas, mimetizado con el barro, mientras el frío del carámbano de las mañanas se hundía en el tuétano de los huesos.

Aquella tarde Joaquín llegó al café-bar con el mismo cansancio con el que llegaba día tras día. Un cansancio histórico acumulado en los largos años de bregar por los surcos de tierra ajena. Más de medio siglo golpeando los terrones con las manos heridas, mimetizado con el barro, mientras el frío del carámbano de las mañanas se hundía en el tuétano de los huesos.

Ocupó el rincón de siempre, el único desde el que se divisaba la totalidad del local y al conjunto de los parroquianos. Pidió que le sirviesen una cerveza, se levantó y encendió pausadamente un cigarrillo que, en segundos, consumió junto a la puerta de acceso que daba a la calle de la fuente arriba. Satisfecha su adicción volvió a ocupar el asiento que dejó frente a la consumición solicitada.

El local apenas tenía una decena de clientes, algo habitual desde que la maldita crisis amenazara con ahogar todas las aventuras y condenar a la miseria a los atrevidos emprendedores que ya miraban, con disgusto, las fronteras de los países de siempre, aquellos que nos acogieron en la larga noche de uniformes y sotanas.

Sería paradójico que el país que olvidó su pasado de exilio y emigración, el país que ha denostado la inmigración y ha criminalizado a todo aquel que vino buscando una vida mejor, se convierta ahora en el país que envía a sus gentes allende de las fronteras, allí donde se hablan otras lenguas.

Cuatro clientes discutían, acomodados en una de las mesas del establecimiento, sin el menor recato, con la costumbre que se tiene de discutir sobre todo lo discutible a voz en grito:

  • ¿De lu prometíu qué? –preguntaba uno.
  • Pu, de lu prometíu na -contestaba otro.
  • ¿Pu no decían qué? –insistía el primero.
  • Esu decían, ca –contestaba el segundo.
  • ¡Arrastru! –grita el primero soltando el as de bastos para cantar las cuarenta.
  • Pa qué arrahtrah, ¿te lah van a quital? –le recrimina su compañero de juego-, es que te bailan las caltah en lah manuh cumu si fueran truchah.
  • Buhcaba el treh.
  • Pu para quietu hahta que lu levanti yo, ¿nu?.

Joaquín curioso buscaba los grupos de clientes que, entre pequeños sorbos de bebida, se disputaban la palabra como si fuera lo único valioso que les quedaba.

  • Ehtu no pué seguil así.
  • ¿Cúmu?.
  • Preguntali a Juaquín.
  • Juaquín, ¿cúmu lu ves?.
  • Yo no, yo ehtoy tranquilu tomando ehtu, yo solu con loh mi pensamientuh –contestó este haciendo gestos de alejamiento con la mano izquierda.

Los trabajadores de toda España se habían acomodado a sueldos pequeños pero suficientes si se garantizaban las ayudas y se mantenían las prestaciones sociales.

  • Tengu la fardiquera rota.
  • Eh que ya no se gana na.
  • Na de na.
  • Loh suelduh ya no son suelduh y lah ayuah una mielda.
  • Se lo llevan puestu los banqueruh.
  • Eh que vivimuh con el alma en vilu.
  • Ehtu va a revental cumu revientan las engranas en noviembri.
  • Pu loh tendremuh que avental.

Un sueldo retoma sentido cuando se garantiza, al menos, la gratuidad de servicios como la educación, con becas y ayudas para comedor y libros; la sanidad, con la accesibilidad a los medicamentos; la protección en la adquisición de primera vivienda; el abaratamiento de los transportes y de elementos, que se han hecho imprescindibles, como el gasóleo, la electricidad y el teléfono, entre otros.

Si esta dualidad sueldo-prestación se rompe, no queda otro remedio, siendo justos, que asegurar el derecho constitucional al pleno empleo y poner los sueldos a niveles razonables para poder acometer el pago de los servicios que antes se prestaban gratuitos o con altos índices de gratuidad.

Pero no parecen ser estas las preocupaciones y, por tanto, las prioridades políticas del momento. La actividad se centra en los que denominan el parquet, esto es una bolsa que gira en torno a la prima de riesgo, que es azuzada desde la desconfianza de los mercados hacia la situación española, compra y venta de deuda y la inversión fácil.

Todo ello, alejado de la creación de empleo, ha multiplicado la deuda pública en este último año, y la está acercando a un 80% del producto interior bruto.

Esto significa que para abordar el pago de los intereses, originados por esta deuda pública, habrá que emplear toda la recaudación generada por los recortes sociales en marcha y, además, poner otros nuevos impuestos que ya se están anunciando con gravámenes a los premios de la lotería nacional, impuesto de sociedades, impuesto de patrimonio, deducción por compra de vivienda, rentas de capital y operaciones inmobiliarias.

Las únicas medidas claras que se lanzan, con la intención de crear empleo, son la ayuda económica para la compra de automóviles, la vía libre para eliminar impuestos en la tan codiciada Eurovegas y nuevas leyes para dinamizar el sector eléctrico, las telecomunicaciones y la unidad de mercado, asegurando la libre circulación de bienes y la libre prestación de servicios.

Pero visto los recortes sociales y económicos que se siguen anunciando, la subida de impuestos, la utilización del fondo de reserva y otras lindeces, se generaliza la sensación que “la altura de miras” y “el salir todos juntos”, que vocean los pregoneros y pregoneras, puede traducirse en que unos tiran del carro y otros van en la caja.

Pensar que los trabajadores y trabajadoras son los responsables de la situación socioeconómica, penalizándolos, lanzando duros ataques sobre la clase media, creando incertidumbre sobre el empleo, el aumento de la edad de jubilación y el cobró de la merecida pensión, es negar el derecho de vivir en paz.

JOAQUÍN EN SU RINCÓN o el derecho de vivir en paz