viernes. 03.05.2024

La Cultura que agoniza

"Es el peor momento de la cultura en la democracia".Pedro Almodóvar Habían encontrado las compañías de teatro, música, danza, y demás productoras dedicadas al mundo del espectáculo, un pequeño resquicio para afrontar esta crisis que nos asola, sobre la base de alquilar las salas y jugarse el todo con lo recaudado en taquilla, ante la
"Es el peor momento de la cultura en la democracia".
Pedro Almodóvar

Habían encontrado las compañías de teatro, música, danza, y demás productoras dedicadas al mundo del espectáculo, un pequeño resquicio para afrontar esta crisis que nos asola, sobre la base de alquilar las salas y jugarse el todo con lo recaudado en taquilla, ante la caída en las contrataciones por parte, sobre todo, de las administraciones públicas.

Aunque el cometido se entendía inicialmente difícil, se asumía el posible riesgo. Hay que reconocer que, salvo espectáculos más comerciales y con gran despliegue de marketing, la asiduidad media de espectadores no está considerada como alta.

Para paliar este déficit y reducir el peligro de pérdida económica, se buscó la fórmula de subir el precio de las entradas para acceso a los recintos y potenciar la información sobre la programación cultural. Hasta ese momento, entre comillas, estas entradas estaban subvencionadas por las corporaciones locales, autonómicas y nacionales rompiendo el equilibrio entre gastos de cachet y recaudación por taquilla en aras de favorecer el consumo de la cultura como bien de acceso público y se beneficiaba a los grupos de características especiales con descuentos de hasta el 50% e, incluso, con programaciones de entrada libre en aquellos espectáculos que así lo aconsejaban con la intención de crear nuevos públicos.

Las productoras se encontraban con un público acostumbrado a una determinada dinámica social, que ahora se pretende romper, pero también con un público fiel a la oferta cultural generada con la puesta en marcha, en los últimos quince años, de una gran cantidad de teatros, auditorios y salones de actos, dignamente equipados con medios técnicos y de personal, que provocaron, además, la creación de redes autonómicas y nacionales para facilitar y, a su vez, subvencionar la contratación de espectáculos de compañías de música, danza y teatro.

Esta subida en los precios de las entradas podrían, como así ha sido, retraer la asistencia de público o, en el mejor de los casos, obligar a estos a seleccionar aquel o aquellos espectáculos, de la oferta de programación mensual, que su deteriorada y maltrecha economía les pueda permitir. Selección que beneficia indiscutiblemente, si es que hay beneficio, a los espectáculos más publicitados, de prestigio y calidad, de directores y actores conocidos, en detrimento de los más experimentales y menos conocidos o que intentan abrirse paso al público en general.

Traducido esto quiere decir que los artistas jóvenes lo van a pasar muy mal, si es que al repartir la miseria queda algo.

Cuando parecía que las Salas habían llegado a un equilibrio entre espectáculos contratados a taquilla y espectáculos contratados a cachet, nos hemos encontrado compañías contrariadas porque, a pesar de haber colocado el cartel de aforo completo, no han cubierto gastos y, por tanto, no han podido disfrutar de unas merecidas ganancias.

La opinión general es que esto se debe no tanto a la obligación de prestar los mismos descuentos en el precio de las entradas que las administraciones públicas, como mucho más a la desmedida subida del IVA en el precio de estas, que ha pasado de un gravamen impositivo del 8% a otro del 21%, esto son 13 puntos más que antes, desde el 1 de septiembre de 2012, a lo que hay que añadir el 10% más IVA al que obligan los derechos de autor.

En un espectáculo programado para personas mayores, la compañía puede verse obligada a un descuento del 50% y, sobre lo recaudado, de un 32%. Es decir, de una entrada de 12 €uros, la productora o promotora se llevaría 1,82 €uros, y de ahí hay que pagar la posible tasa municipal, personal de la compañía, etc.

¿A dónde lleva todo esto al sufrido espectador?. Es decir el gravamen impositivo en el precio de las entradas es ahora de 2,10 € por cada 10 € (casi 300 pts de impuestos por asistir a un espectáculo cuando la entrada nos cueste 1.664 pts). Una barbaridad. Al aplicar el 13% más, donde antes pagábamos 10 € ahora debemos pagar 11,30 € que, con lo dados que somos al redondeo, serán 11,50 € ó 12 €. Cantidad que sale del bolsillo del público aficionado o del desgaste de las compañías, grupos y empresas del espectáculo que, por no seguir aumentando el precio de las entradas, opten por descontar el impuesto susodicho de sus ganancias.

Es decir, ante la ya precaria situación del mercado cultural donde el riesgo empresarial raya, en la mayoría de los casos, la temeridad, llegó el legislador no con la sana intención de apagar el incendio, sino con el encargo de echar gasolina al fuego.

Dicen los entendidos que es el IVA más alto de los diecisiete países de la zona euro, en un momento en que se han reducido considerablemente las ayudas nacionales, autonómicas y locales a la producción. Aseguran los expertos que esta subida del IVA augura que más de un 80% de usuarios reducirá su asistencia a los espectáculos.

A esto hay que añadir la tendencia a la cesión gratuita de locales públicos para ensayo y almacenaje a cambio de puestas en escena sin cargo de cachet a las Administraciones, sean compañías residentes o, simplemente, transeúntes.

La disculpa vuelve a ser el manoseado discurso al déficit público y privado, generado por los mercados financieros, la alocada prima de riesgo, y la recurrente deuda pública, heredada de gobiernos anteriores, que debemos pagar entre todos los ciudadanos y ciudadanas, que ni la generamos ni la causamos, para así evitar riesgos mayores que nos llevarán no sólo a la total perdida del bienestar social conseguido, sino también a la del empleo e, incluso, a una merma del sistema democrático, sin que se vean movimientos que incentiven la inversión, el empleo y el consumo.

Un recurso, como diría Joaquín Estefanía, a la economía del miedo desde donde unas leyes despiadadas reducen las protecciones en un intento de conseguir el control social. Una mención al dibujante El Roto lo simplifica en una frase: “Tuvimos que asustar a la población para tranquilizar a los mercados”. Pero todo esto es tema de otro momento.

“Es evidente que la subida de impuestos en sí misma no es un elemento positivo –explicaba en una ocasión el ministro José Ignacio Wert-. Se ha hecho porque se tenía que hacer, porque la situación de caída de los ingresos públicos ha llevado a eso”.

Ya sólo faltan los eslóganes adecuados: “La Cultura mata”, “El uso prolongado de la Cultura provoca cáncer” o “La Cultura durante el embarazo perjudica a su hijo”, para que, igualados en impuestos, el uso de esta se parezca cada vez más al consumo adicto del tabaco y, por tanto, limitemos o eliminemos su uso.

Pero lo peor de todo es que la deuda y el déficit públicos siguen engordando hasta el punto que el presidente Rajoy declaró, tras uno de los Consejos Europeos, que no tienen importancia 40.000 millones de €uros, arriba o abajo.

Son estos 40.000 millones de €uros, una cantidad similar a la necesaria para recapitalizar los bancos y casi igual a la que se recauda por la totalidad anual del IVA, (85%).

Una cantidad tremendamente alejada y que hace ridícula a la que cobran los 1.218 denostados y criticados parlamentarios autonómicos, de los “innecesarios” parlamentos autonómicos, cifrada en 383 millones de €uros y de cuya cantidad, más de un tercio, va destinada a sufragar los sueldos de los funcionarios que trabajan en las diferentes cámaras.

Pues si esto es así sería buen momento para bajar los impuestos, subir los salarios, devolver a sus legítimos dueños las pagas extras eliminadas y, en definitiva, volver a la situación de hace un año, espacio temporal al que recurre frecuentemente la actual televisión pública española. En caso contrario, todas las medidas que se están tomando por innecesarias serían crueles y, desde luego, inhiben el consumo generando una cruel pescadilla que se muerde la cola.

Dicho todo esto parece lógico que la gala de inauguración de la 57 Semana Internacional de Cine de Valladolid, celebrada el pasado mes de octubre, se convirtiera en un alegato a favor de la cultura frente a las últimas medidas tomadas, sobre todo la ya referida al IVA, porque también el cine sufre las consecuencias impositivas.

“Parece que la cultura no es un bien necesario y su consumo se hace más caro por decreto”, según la carta de Javier Ángulo, Director del Festival, leída por la actriz Elena Anaya en el Teatro Calderón, que destacó también el carácter útil y necesario del séptimo arte, capaz de contar la realidad, de mostrar otras formas de vivir y de entretener en tiempos de oscuridad y desesperanza.

Las críticas a las políticas que se están llevando a cabo en el ámbito cultural por parte del actor Juan Diego, en ese mismo espacio, quien afirmó textualmente que “no se puede hacer lo que están haciendo con nuestro cine y con la cultura… No nos merecemos esto como pueblo y como gente de la cultura, no nos merecemos este castigo”, no hace sino unirse a las que meses atrás expresaran Pedro Almodóvar, Nuria Espert, Mario Gas, Juan Diego Botto, Alberto San Juan, Soledad Lorenzo, Anni B Sweet, Paco león y Miguel Abellán, entre otros muchos, expresando “su indignación, miedo, incredulidad…, por ellos y por los ciudadanos más debilitados con el maremoto económico, a los que ven como pagadores de una crisis que no causaron”.

No es de extrañar que el catedrático de economía aplicada, Santiago Lago, sentencie: “Si combinas la fuerte caída de las subvenciones a la cultura junto a la subida de impuestos y la caída de la renta de los hogares, por la bajada de los salarios, obtienes una tormenta perfecta que hará sufrir mucho al sector”.

La situación es tan grave y, tal vez, sin retorno que la actriz Nuria Espert ha llegado a plantear que condicionará el futuro, ya que para ella “Sanidad, educación y cultura son tres cosas que es lo último que se tiene que tocar porque ahí está el futuro. Los recortes en estos campos serán irreparables. Cuando baje la prima de riesgo y nos perdonen la vida, el daño que se haya hecho se tardará muchísimo años en reparar”.

“Me parece una tragedia –sentencia la escritora Almudena Grandes-. Se puede pensar que es secundaria pero la cultura afecta a la identidad y dignidad de las personas y del país”.

En cualquier caso siempre nos quedará el recurso a sentarnos delante del televisor y deleitarnos, pongo por caso, con los telediarios de la primera cadena pública y con las cosas del corazón. Amén.

La Cultura que agoniza