jueves. 02.05.2024

Liderados o Lideramos

Antes de emprender cualquier proyecto nos hemos de plantear una pregunta simple pero necesaria; ¿qué es lo que queremos en realidad? Muchas veces no somos conscientes del origen real de nuestros deseos, de nuestros sueños o nuestras metas.

Antes de emprender cualquier proyecto nos hemos de plantear una pregunta simple pero necesaria; ¿qué es lo que queremos en realidad?

Muchas veces no somos conscientes del origen real de nuestros deseos, de nuestros sueños o nuestras metas. Partiendo de un camino que creemos propio cuando en realidad lo que hacemos, con la mejor de nuestras intenciones, es cumplir las expectativas de quienes nos convencieron (intencionadamente o no) sobre la traducción que debemos hacer del éxito y el fracaso, de la riqueza y la pobreza, de lo bueno y de lo malo.

Vivimos en un mundo que lleva tiempo demostrando de diversas formas que algo no va bien, algo complicado de describir más allá de la critica repetitivamente repetitiva. Las conversaciones se llenan de culpables externos y de lógicas aplastantes que no parecen encontrar puerto en el que amarrar en un mar de incertidumbres presentes, pasadas y futuras, personales y profesionales, individuales y colectivas.

En su día alguien decidió que el éxito se basaba en ser mejor que los demás, en tener algo que todo el mundo pudiese llegar a desear, en llegar primero y más arriba a toda costa. Sin darnos cuenta nos embarcamos en una carrera que no tiene fin, en la que lo importante es llegar a una meta confeccionada por terceras personas, restando importancia al camino, a las sensaciones que experimentamos a cada paso, a la repercusión de nuestras acciones y elecciones que influirán directamente en nuestro modo de vida y sobre todo lo que lo rodea.

Cuando nos planteamos emprender un proyecto debemos entender que el beneficio no es un fin en si mismo, sino parte del proceso. Que la meta no es llegar, sino hacer del camino algo más fácil, cómodo y coherente para todas las personas involucradas. Y sobre todo debemos ser conscientes de que el triunfo no consiste en vencer a nadie, pues no será la competición, sino la sinergia, la que hará del proyecto algo que enriquecerá nuestras vidas a través del encuentro.

Nos encontramos en un momento histórico especialmente sensible, pues salimos de una etapa para adentrarnos en otra. Tiempos de cambio en los que la reflexión es una herramienta imprescindible para dar el siguiente paso conscientes de los pasos que nos han llevado hasta donde estamos. Es ahora cuando debemos hacer análisis y comprender de forma individual nuestro papel, de buscar en nuestro interior aquello que realmente nos mueve, ese “algo” que, sin entender muy bien por qué, le da sentido a nuestras vidas y nos hace vibrar. Es hora de asumir la responsabilidad que tenemos todas y cada una de las personas que formamos cualquier colectivo, ya sea una familia, un barrio, un pueblo, una ciudad, un país o un planeta. Todas, sin excepción, influyen de una forma u otra en el resultado final que experimentamos en nuestras vidas. Todas ganan y todas pierden de forma individual y colectiva porque su relación es inseparable.

En incontables situaciones se ha intentado dirigir las fuerzas del colectivo a través del liderazgo individual sobre el conjunto al suponerse con unas capacidades superiores que impulsarían el éxito de un proyecto, sin embargo cuando seguimos a alguien para conseguir un propósito corremos el peligro de acabar alcanzando su propósito, no el nuestro. No obstante hay muchos proyectos que necesitan de la implicación de muchas personas y de complicada infraestructura que debe llevar un orden para poder ser llevados a cabo, lo cual requiere del trabajo en equipo, la sinergia y la capacidad de análisis que hasta ahora dependían de la figura del líder como argamasa que unía todo para sacar el mayor provecho de todas las fuerzas. Ésta figura siempre ha estado presente en nuestra condición humana, desde la era de las cavernas hasta la actualidad. Sin embargo ésta figura siempre se ha observado desde una visión externa a la hora de analizar los por qués y los comos, siempre se ha delegado en alguien que tomara unas decisiones que no sabíamos o no queríamos tomar por el simple hecho de que esa persona o ese puesto se suponía que estaban ahí para eso, cuando quizá debiéramos plantearnos que están ahí porque estamos acostumbrados a hacer aquello que “se supone” que hay que hacer, en vez de hacer aquello que el sentido común de la mano de la consciencia, la sinceridad y la responsabilidad nos dicen que debemos o podemos hacer.

Intentaré ilustrar este concepto a través de un ejemplo; Podemos observar un juego como el Ajedrez, en el que diferentes piezas pueden realizar diferentes movimientos para vencer al oponente. En realidad no hay piezas más importantes que otras, cada una tiene sus movimientos pero cualquiera de ellas puede vencer al rey. Lo importante es saber sacarle el provecho a todas las piezas, apoyar las unas en las otras, entender que algunas se perderán en el transcurso del juego para, a su vez, ir ganando piezas al oponente y encontrar la estrategia con la que obtener la victoria. Todo ésto podría representar al tablero como la vida y a las piezas blancas y negras como la dualidad humana, la cual se encuentra en cada persona de forma individual, confundiéndose en ocasiones al proyectarla sobre un supuesto adversario externo al individuo, ya que cuando jugamos con alguien no lo hacemos en su contra. La competencia es un termino mal entendido por una sociedad que ha pretendido sacar al individuo de su camino único, enfrentando ideas y conceptos en vez de crecer y enriquecerse ante la mirada múltiple del grupo.

El ajedrez, como la vida, puede ser interpretado como un juego que no es de competición, sino de búsqueda de equilibrio, un juego en equipo en el que la interactuación de sus participantes logra un fin común; equilibrar las piezas blancas y negras del tablero a través de la unión de las dos miradas de la dualidad; la mirada externa y la interna, lo masculino y lo femenino, la luz y la oscuridad.

El liderazgo es una cualidad humana que puede ser orientada hacia dos direcciones; hacia el interior o hacia el exterior. Si conseguimos despertar, aceptar y motivar nuestro líder interior tendremos la capacidad de sacar el mejor partido de todo lo que rodea nuestra existencia, aprovechar todas las ventajas. Analizar, comprender y superar los inconvenientes. Beneficiarnos de los recursos a nuestro alcance conscientes de sus procesos, su valor y su cuantía.

Podemos liderar nuestra vida y compartirla con nuestros semejantes u orientar el liderazgo hacia el exterior al no creernos capaces de tomar (y asumir) todas las decisiones que influyen en nuestra vida, delegándolas en terceras personas a quienes acabamos reprochando que no hacen lo que querríamos que hicieran, que lo hacen mal o que se aprovechan de la confianza otorgada.

No se puede liderar a nadie por encima ni por debajo de si mismo/a pues cada camino es único, cada paso es personal en el sentido de persona individual, pues serán nuestros pies, y no los de quien nos marcó el paso, los que sientan y disfruten o padezcan de la tierra que pisan.

Lo que queremos por encima de todo es ser felices, y quizá es algo que se ha olvidado en muchas ocasiones cuando nos cegamos ante la duda de saber o no aquello que nos hace felices. ¿No sería todo más sencillo si supiéramos realmente aquello que queremos? Eso que no entendemos muy bien pero que nos hace sentir la vida como un regalo mágico en vez de una carga pesada, que nos invita a compartir y agradecer en vez de a envidiar y combatir.

La libertad de ser conscientemente libres y felices esta más cerca de lo que mucha gente cree, solo hay que asomarse a un espejo con intención de conocer a la persona que vemos reflejada en el sin miedo a lo que podamos encontrar.

Liderados o Lideramos