domingo. 19.05.2024

96. El problema

Si contemplamos la situación y la sociedad actual, a poco que nos fijemos, rápidamente nos damos cuenta, que este tinglado tal y como está montado no funciona

Corazón

Antes de seguir analicemos ligeramente que es lo que mueve, gobierna  y motiva a la actual sociedad. Vemos que las principales motivaciones del ser humano, son la riqueza, el poder, el tener más…

Dentro del ser humano hay dos grandes fuerzas que lo impulsan: la razón y la emoción. O lo que es lo mismo la mente y el corazón.

Estamos como estamos porque nos hemos dejado llevar sola y exclusivamente por la razón, por el cientifismo y la lógica, olvidándonos de los sentimientos y del amor, olvidando que todos vivimos en la misma casa, que se llama planeta Tierra y que tenemos una misma procedencia. En definitiva Todos Somos Hermanos.

Ocurre que la propia ciencia ha superado esta posición reduccionista, lógica, bien por la mecánica cuántica, bien por la biología o bien por la tradición psicoanalítica, reforzada por la filosofía de la existencia. Estas corrientes evidenciaron el compromiso inevitable del sujeto con el objeto. La objetividad total es una ilusión. En el conocimiento hay siempre intereses del sujeto. Es más, nos convencieron de que la estructura de base del ser humano no es la razón sino el afecto y la sensibilidad.

Daniel Goleman con su texto La inteligencia emocional aportó la prueba de que la emoción precede a la razón. Esto se comprende mejor si pensamos que nosotros, los humanos, no somos simplemente animales racionales sino mamíferos racionales. Cuando hace 125 millones de años surgieron los mamíferos, irrumpió el cerebro límbico, responsable del afecto, del cuidado y las emociones. La madre concibe y lleva dentro de sí la cría, y una vez nacida la rodea de cuidados y de cariño. Solamente en los últimos 3-4 millones de años surgió el neocórtex y con él la razón abstracta, el concepto y el lenguaje racional. Al cual yo considero, a la vez que una gran herramienta, el principal causante de nuestros problemas.

¿Y la solución?

El gran desafío actual es dar prioridad a lo que es más antiguo en nosotros, el afecto y la sensibilidad. En una palabra, hay que rescatar el corazón. En él está nuestro centro, nuestra capacidad de sentir en profundidad, la sede de los afectos y el nicho de los valores. Con esto no se descarta la razón, porque se incluye como imprescindible para el discernimiento y la prioridad de los afectos, sin sustituirlos. Hoy, si no aprendemos a sentir a la Tierra como Gaia, si no la amamos como amamos a nuestra madre y no cuidamos de ella como cuidamos de nuestros hijos e hijas, difícilmente la salvaremos.

Sin la sensibilidad, la operación de la ciencia será insuficiente. Pero una ciencia con conciencia y con sentido ético puede encontrar salidas liberadoras a nuestra crisis.

 Frente a las crisis, de cualquier tipo, podemos alimentar dos actitudes: señalar los errores cometidos en el pasado, que nos han conducido a la presente situación, y/o a la vez rescatar los valores, los sueños y las experiencias que dejamos atrás y que pueden ser útiles para inventar lo nuevo. Prefiero esta segunda actitud. Por eso vale la pena hacer un replanteamiento del momento presente enumerando, más que profundizando, diez puntos cruciales, que nos cuenta Leonardo Boff.

El primero es rescatar el principio de la re-ligación: todos los seres, especialmente los vivos, son interdependientes y son expresión de la vitalidad del Todo que es el sistema-Tierra. Por eso todos tenemos un destino compartido y seguramente común.

El segundo es reconocer que la Tierra es finita, un sistema cerrado como una nave espacial, viajando por el espacio, con recursos escasos y limitados.

El tercero es entender que la sostenibilidad planetaria sólo estará garantizada mediante el respeto a los ciclos naturales, consumiendo con racionalidad los recursos no renovables y dando tiempo a la naturaleza para que regenere los renovables.

El cuarto es el valor de la biodiversidad, pues es la que garantiza la vida como un todo, ya que propicia la cooperación de todos con todos, con vistas a la supervivencia común.

El quinto es el valor de las diferencias culturales: todas ellas muestran la versatilidad de la esencia humana y nos enriquecen a todos, pues en lo humano todo es complementario.

El sexto es exigir que la ciencia se haga con conciencia, y que sea sometida a criterios éticos para que sus conquistas beneficien más a la vida y a la humanidad que al mercado.

El séptimo es superar el «pensamiento único» de la ciencia y valorar los saberes cotidianos, de las culturas originarias y del mundo agrario, porque ayudan en la búsqueda de soluciones mundiales.

El octavo es valorar las virtualidades contenidas en lo pequeño y en lo que viene de abajo, pues en ellas pueden estar contenidas soluciones mundiales, bien explicadas por el «efecto mariposa».

El noveno es dar centralidad a la equidad y al bien común, pues las conquistas humanas deben beneficiar a todos, y no -como actualmente- a sólo el 18-20% de la humanidad.

El décimo -el más importante- es rescatar los derechos del corazón, los afectos y la razón cordial, que fueron relegados por el modelo racionalista, y que es donde reside el nicho de los valores.

Estos puntos representan visiones humanas que no pueden ser desperdiciadas, pues incorporan valores que podrán alimentar nuevos sueños, nutrir nuestro imaginario y, principalmente, fomentar prácticas alternativas. Somos seres que olvidan y recuerdan, y que siempre pueden rescatar aquello a lo que no se le dio oportunidad en el pasado, para darle ahora la oportunidad de realizarse. Quien sabe si por ahí encontraremos una salida para la mortificante crisis actual.

Hasta otro día amigos.

Un abrazo.

Agustín.

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96. El problema